La historia del imán de Ripoll cuando se produjeron los atentados de Barcelona y Cambrils, en agosto de 2017, y su relación con los servicios de seguridad españoles
tiene aún demasiados puntos negros para pensar que conocemos toda la
verdad. Es posible, incluso, que conozcamos muy poco.
Este martes, en la
comisión extraordinaria del Parlament sobre la investigación de los
atentados del 17-A hemos sabido que la policía española visitó el
oratorio de Ripoll y a los responsables de la asociación islámica Annour
para preguntar directamente por el cerebro de los atentados, el imán Abdelbaki Es Satty.
No una vez, sino dos; y, aún, en una tercera ocasión contactó
telefónicamente. Muchas veces para no hablar de nada o de cuestiones
intrascendentes cuando su nombre ya había aparecido en sumarios
judiciales por su presunta relación con terroristas yihadistas.
Además, Es Satty ya había entrado en contacto con la policía española en 2014, cuando cumplía condena en Castelló por tráfico de droga.
¿Informador ocasional de la policía española? ¿Informador importante de
la policia española? ¿Infiltrado?
Nada más sabemos, más allá de que los
servicios de inteligencia españoles no tuvieron más remedio que
reconocer que habían contactado con él mientras estaba en prisión a la
vista de las informaciones que iban apareciendo. ¿Hubo colaboración
entre policías? Ninguna. Los Mossos estaban absolutamente in albis y desconocían la información que sobre el imán tenía la policia española.
Ni el gobierno del PP, ni ahora el del PSOE han tenido un especial
interés en hacer un ejercicio de transparencia sobre la relación del
imán con la policía española. Pasan ministros, primero fue Zoido y ahora, Marlaska; pasan vicepresidentas, Soraya Sáenz de Santamaría, primero, y, actualmente, Carmen Calvo;
y la Moncloa es ocupada por inquilinos diferentes, de Mariano Rajoy a
Pedro Sánchez, y el dossier del imán continúa en la caja fuerte de todos
y cada uno de ellos y de ellas, lo que no hace sino amplificar las
enormes dudas existentes.
Entre otras cosas porque tan solo la eficaz
actuación de la policia catalana y, como sucede en estos casos, también
la fortuna, permitieron desactivar en un tiempo récord un comando
terrorista que dejó a su paso dieciocho personas muertas.
Más allá de la tragedia, el atentado puso de relieve algo que el
gobierno español no perdonó: la eficacia de la policia catalana y su
brillante gestión de un ataque terrorista. Casualmente (o no) el ejecutivo de Mariano Rajoy se
lanzaría poco tiempo después a desprestigiar al cuerpo de Mossos y sus
responsables con una saña inexplicable. Por eso, también, esclarecer
toda la verdad sobre el imán de Ripoll pondría negro sobre blanco los
injustificables silencios que ha habido.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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