España está en shock.
Como esa imagen de Rajoy saliendo del restaurante donde pasó las últimas
ocho horas. El país se acostumbra a decir que Pedro Sánchez es el
presidente y a creerse que el incombustible Mariano anuncia que se pira.
España se debate entre la esperanza de los que echaron al PP de la
Gürtel y los que advierten de los peligros del gobierno de "radicales",
"populistas", "golpistas" y "amigos de ETA"…
Menos mal que tenemos a Aznar para darnos la medida. Por si había alguna duda, Josemari
ha salido a recordarnos lo que no debemos ser. Cargado de rencor, con
el cuerpo de Rajoy aún caliente, el hombre de los "2.000 abdominales
diarios" ha hecho un nuevo ejercicio de cinismo, reafirmando que se
siente "muy orgulloso" de sus años de gobierno, a pesar de la guerra, de
los muertos y de lo peor de la corrupción. Ni pedir disculpas.
España debería huir de la arrogancia, de los complejos,
de los que creen que el país les pertenece, de los que con una mano dan
lecciones y con otra se lo llevan crudo, de los que se llenan la boca de
amor a la patria y la barriga como un fondo buitre. De los que pregonan
su "liberalismo" y para ellos la libertad es su cortijo. Ahí está
Aznar, que nos anuncia que "el centroderecha ha sido desarticulado", que
la izquierda deber ser "reconstruida" y que se ofrece como salvador.
Perdió el bigote y el sentido del ridículo.
Alejémonos, pues, del esperpento. Sánchez llega con el deber de intentar
gobernar para todos. No queda tanto de legislatura, pero si demuestra
que otro gobierno es posible, ya será mucho. Le habrá salido bien si hay
decencia, pactos, medidas para el pueblo y la experiencia no es una
simple operación de marketing. En tiempos de un parlamento tan
fragmentado, los que han echado a Rajoy deberán demostrar si son capaces
de ponerse de acuerdo para hacer política útil o si solo quieren
subirse al trampolín y esto acaba como una jaula de grillos.
En cuanto al gobierno saliente, el PP sabrá si quiere aprovechar el
tiempo de oposición para intentar regenerarse. En Génova pueden aceptar
los hechos y ponerse a superarlos o vivir una realidad paralela, como
aquella contabilidad B. Pueden seguir reinterpretando la sentencia de
Gürtel, un día sí y otro también, mientras llegan las de Lezo, Púnica,
Taula y así hasta una treintena de juicios. Será tan creíble como ver a
Aznar contarnos que la corrupción es "un cáncer" y que él responde de
sus actos.
El camino marcado por Rajoy tampoco es el
mejor. Hasta el final, Mariano insiste en convencernos de que la
interpretación de la sentencia es "posverdad" y anuncia que se va tras
haber "actuado contra la corrupción", no haber jugado "al y tú más" y
"nunca haber criticado a los jueces". Pues menos mal que esto no era
"una trama del PP, sino contra el PP" y "nunca podrán probar" que
Bárcenas es culpable.
Hubo un tiempo en el que Il Corriere Della Sera
tituló: "Aznar, el macho: 2.000 abdominales al día". Su entrenador
aseguraba que hacía "uno cada dos segundos". La burbuja inmobiliaria
acababa de estallar y los españoles se ejercitaban para llegar a fin de
mes. No así Aznar, ese machito impune al que le ha ido muy bien y aún se
permite perdonarnos la vida y salir a darnos consejos. Su rencor y su
prepotencia han vuelto para recordarnos lo que no debe ser gobernar y lo
que no hay que hacer cuando se pierde el gobierno.
(*) Periodista
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