Galicia arde por los cuatro costados.
Imágenes tremendas. Tres muertos por ahora. Dos desaparecidos. La gente
haciendo cadenas humanas con cubos de agua para atajar las llamas que
todo lo devoran y llenan de humo y hacen irrespirable hasta el aire
dentro de las casas, en Vigo, por ejemplo. Una tragedia impresionante.
Se habla de cien focos vivos y, al parecer, intencionados. De momento no cabe si no pensar en cómo acometer esta gigantesca desgracia, cómo evitar males mayores y remediar los acaecidos, auxiliar, ayudar. Y, ya se sabe, o pobo na rúa, trabajando sin medios y a la desesperada.
Se habla de cien focos vivos y, al parecer, intencionados. De momento no cabe si no pensar en cómo acometer esta gigantesca desgracia, cómo evitar males mayores y remediar los acaecidos, auxiliar, ayudar. Y, ya se sabe, o pobo na rúa, trabajando sin medios y a la desesperada.
Es la Galicia de Rajoy, del Prestige,
de Fraga y Feijóo, la Galicia del PP, de los caciques y la corrupción.
Pasado el primer momento del desastre hay que exigir responsabilidades a
unos gobernantes que no merecen nombre de tales.
En
cuanto al tema del día, Cataluña, el otro incendio del gobierno en la
otra punta, Rajoy debería estar mosca. Por mucho que se sulfure y emita
requisitorias con exigencia de respuesta breve y en plazo, da la
impresión de que en la otra parte no lo toman muy en serio. Y nada hay
que enfurezca más a un matachín que se lo tomen a guasa. Irá a más la
fumarola jupiterina y a más también la ironía en la respuesta hasta
llegar al sarcasmo. ¿"Sí" o "no"? inquiere olímpico y amenazador el
señor de La Moncloa y manda a alguno de sus correveidiles a precisar en
los medios que solo se espera eso, un "sí" o un "no" escuetos, y que
cualquier otra forma no se aceptará. O sea, facilitando las cosas.
Harto
está uno de señalar la inepitud de esta fórmula. Y como los que la
emplean no atienden a la razón lógica de que, siendo el "sí" y el "no"
iguales en cuanto a los efectos, no hay dos opciones sino una sola,
"sí", echamos mano a los Monty Python y sus caballeros que dicen "ní".
Lo único que estos caballeros no pueden escuchar es "no". El "no" no es
una opción, por mucho que el PSOE tenga preparada una ilusoria comisión
de reforma constitucional en un incierto futuro y a la que ERC ya ha
anunciado su inasistencia.
¿Lo
entiende la alianza patriótica española? La respuesta al ultimátum del
gobierno solo puede ser un "sí" lacónico o conceptista o un "sí"
historiado y culterano. Tras el primer "sí", el conciso, hay otros tres
días de espera en tanto el govern explica qué medidas piensa
tomar para retornar a la legalidad. Son ganas de esperar pues es obvio
que la Generalitat no tomará ninguna medida dado que es ella misma la
supuesta rompedora de esa legalidad.
En
el caso de que la respuesta sea el segundo "sí", pero con una nueva
suspensión con oferta de diálogo, el gobierno puede hacer dos cosas:
tomarla como un "sí" lacónico ignorando la oferta, en cuyo caso volvemos
al primer supuesto, o bien seguir haciendo el ridículo. Al no ajustarse
la respuesta al nudo "sí" y no aceptarla el gobierno este la dará por
no formulada, según inveterada costumbre de no dar por real lo que no le
gusta.
Este conflicto está lleno de no-realidades; es el conflicto del no-referéndum, la no-DI y ahora, la no-respuesta. Ya puede Puigdemont mandar su oferta de nueva suspensión y diálogo por burofax. La Moncloa la dará por no recibida. "Esa respuesta de la que usted me habla no se ha dado y por tanto, yo lo que no puedo hacer es tomar medidas sobre algo que no se ha producido. El señor Puigdemont no ha contestado a la requisitoria en forma de ultimátum que nos vimos obligados a enviarle. A partir de ahí, ya tal."
Este conflicto está lleno de no-realidades; es el conflicto del no-referéndum, la no-DI y ahora, la no-respuesta. Ya puede Puigdemont mandar su oferta de nueva suspensión y diálogo por burofax. La Moncloa la dará por no recibida. "Esa respuesta de la que usted me habla no se ha dado y por tanto, yo lo que no puedo hacer es tomar medidas sobre algo que no se ha producido. El señor Puigdemont no ha contestado a la requisitoria en forma de ultimátum que nos vimos obligados a enviarle. A partir de ahí, ya tal."
He
aquí lo que los linces del gobierno no habían previsto: ¿qué sucede si
le Generalitat no contesta o contesta de forma inaceptable? Habrá que
aplicar sin más espera el 155, cosa que nadie quiere salvo Rivera, según
dice Sánchez. Quizá a algún cerebro de La Moncloa se le ocurra
aprovechar los tres días inútiles de plazo que hay renovando la
requisitoria: "La respuesta no vale. Envíenla de nuevo". Claro que ahí
pueden encontrarse como los caballeros de Arturo, cuando llevaron el
acuerdo del primer "ní" y se encontraron que ahora los del "ní" decían
"Ekke, Ekke, Ekke, Ptang, Zoo-Boing", algo que los de Arturo ya no
podían soportar.
La
revolución catalana está en plena creatividad. A la sobrada que ha
demostrado la gente durante la hoja de ruta y las organizaciones
políticas y sociales trabajando al unísono, se une una habilidad
política casi florentina en unos dirigentes que los nacional-españoles
tienden a menospreciar con un orgullo nacido en la ignorancia. El govern es mucho govern para el gobierno, acostumbrado al ordeno y mando y aquí no hay nada que negociar. Sea lo que sea lo que el govern responda hoy, la decisión -y la responsabilidad- de iniciar la represión será del gobierno de España.
Y
con toda Europa mirando, cosa que saca de quicio a Rajoy quien se queja
de que la prensa internacional refleja el conflicto con visión
pro-catalana y sostiene que quien quiera estar bien informado lea prensa
española, esa que, según el estudio Reuter de la Universidad de Oxford,
es la menos creíble de Europa. Igualito que su ejemplo y referente
Franco: menos viajar y más leer el Informaciones.
El control de la realidad
¡Ah, la modernidad!
El control de la realidad
El "mandato" de que habla El confidencial parece claro. Coincide con el espíritu de la calle, con la posición de la CUP
y otras organizaciones. Y coincide asimismo con el ánimo del que hasta
la fecha ha dado pruebas Puigdemont. El autoritario ultimátum del
gobierno tendrá la única respuesta posible: Cataluña se declara
República independiente y avisa a Rajoy de que sus requerimientos no
tienen efecto en un país extranjero.
Esto
es lo que los teóricos de las revoluciones llaman “quemar etapas”. En
definitiva, una rebelión institucional que sus más enconados adversarios
consideran un “golpe de Estado”, al frente de una sociedad catalana en
generalizada actitud de desobediencia. Obviamente, quienes ven en el
conflicto un puro asunto de orden público y de necesidad de imponer la
ley coactivamente se reafirman en sus posiciones de intransigencia. Se
dice incluso que no es preciso esperar al agotamiento del segundo plazo.
Con la proclamación de la República ya hay base suficiente para
proceder contra la Generalitat por todos los medios, empezando por la
suspensión de la autonomía.
Al menos, en lo que cree el fiscal Maza, para quien el 155 faculta para sustituir las instituciones de autogobierno de la Generalitat.
Se entiende que, de ser necesario, por la fuerza. ¿Cuánta? La que haga
falta. Si la ocupación del Principado por la policía y la fuerza militar
de la Guardia Civil no fuera suficiente, en reserva se encuentra el
ejercito. Que Cospedal informe de que “casi seguro” no se emplearán las
Fuerzas Armadas en Cataluña ya pone sobre aviso de que piensan en lo
contrario.
Trátase de un ejército que no ha ganado una sola guerra
internacional en más de 300 años pero sí ha intervenido sistemáticamente
en la política del país siempre en auxilio de los mismos y contra su
propio pueblo, al que ha llegado a masacrar en alguna ocasión. Cosa de
seguir con la tradición aunque ahora, muy probablemente, no pueda. La
pertenencia a la UE y a la OTAN tiene sus contrapartidas.
Quizá
sea llegado el momento de pedir al PSOE que recapacite en dónde está
metiéndose al apoyar una política de represión policial y militar de una
reivindicación política con un enorme apoyo social en Cataluña. O puede
que aún sea temprano y este partido esté dispuesto a justificar ante el
mundo un estado de excepción en el Principado, la supresión del
Parlament y el encarcelamiento del gobierno.
Porque
esta es la fuerza, la violencia que será preciso desplegar para atajar
el funcionamiento de la República Catalana, para hacer realidad el
juicio del gobierno de que la DI carece de efectos jurídicos y, por lo
tanto, la República Catalana no existe. Nada nuevo. Corresponde con la
actitud mágica y supersticiosa de negar la existencia de lo que
incomoda.
Es el mismo gobierno que negó que fuera a celebrarse un
referéndum y niega hoy que se haya celebrado porque tiene un grave
problema de percepción de la realidad. Que fuera preciso un brutal
asalto policial a Cataluña, con 900 heridos y la aplicación de hecho del
estado de excepción no es asunto que preocupe a los gobernantes. El
referéndum no ha existido; los policías, tampoco; los heridos, menos.
Negar la realidad es no poder controlarla
Para muchos –probablemente casi todos- los analistas, la proclamación de la República es un acto sin consecuencias por ser ultra vires
ya que, al no ser Cataluña soberana, no puede cambiar su estatus
jurídico-político por su cuenta. Por lo tanto, no es preciso negar la
existencia de la República Catalana. La Republica Catalana no existe,
por mucho que insista en su soberanía que el Estado niega. Salvo que,
por ejemplo, la reconozca algún otro Estado con el que España
probablemente romperá las relaciones diplomáticas.
La
inexistente República Catalana solemnemente proclamada en condiciones
revolucionarias será fuente de todo tipo de disgustos para el Estado
español, que está obligado a suprimirla. Aquí cabe plantear la cuestión
de que, si para borrar de la realidad de un referéndum de 2.220.000
votantes (y sin conseguirlo) han sido necesarios 10.000 policías y
guardias civiles, unos barcos, 900 heridos y cuantiosos daños materiales
en escuelas, centros deportivos, etc., ¿qué será preciso para ocultar,
suprimir, la República Catalana?
Podemos
dejar rienda suelta a la fantasía e imaginarnos escenarios de toque de
queda en Barcelona, pero lo cierto es que, llegados a este punto de
confrontación, la situación ya no es sostenible para el gobierno y mucho
menos lo será si incrementa su actividad represiva en una sociedad que
se ha declarado en desobediencia no solo frente al gobierno sino frente
al Estado.
Porque es una revolución.
Porque es una revolución.
Otra vez el juego de la gallina
El consabido juego del gallina: el
primero que se aparta, pierde. Es un juego a vida o muerte de uno o los
dos jugadores. Llevar el conflicto a este extremo revela otra vez la
incompetencia del gobierno, aferrado de modo rígido al dogma de la
obediencia a la ley. Ese dogmatismo de la ley carece de toda autoridad
porque se trata de la más palmaria ley del embudo. El gobierno se salta
la ley de modo sistemático y carece de autoridad para exigir a otros su
cumplimiento.
Eso es de dominio
común, así que tras hablar de pasada de la ley, el bloque tripartito
nacional-español apoya como un solo hombre una medida política
autoritaria, un ultimátum que no solamente ignora la oferta de diálogo
de la Generalitat sino que conmina a esta a deponer su actitud y sus
pretensiones de grado o por la fuerza. Esa fuerza que quienes están
dispuestos a pasar por encima de la voluntad de la mayoría social
catalana llaman “violencia legítima” del Estado.
Incidentalmente,
la autoridad ya ha hecho un ensayo general de aplicación de la
violencia “legítima” en la brutalidad de las cargas policiales del 1/10.
Esas cargas han sido inhumanas y, por tales, solo cabe condenarlas. No
hacerlo equivale a darlas por buenas, siendo así que dejan reducida la
autoridad moral del gobierno a cero y la de la oposición a menos de
cero.
La
izquierda apoya este dislate sin pararse por un momento a pensar si
calibra bien el respaldo social al independentismo y el atractivo de su
oferta alternativa. Esperar que los indepes renuncien a Itaca en espera
de una reforma constitucional que los medios pregonan como la panacea,
muy sabedores de que es un enunciado vacío, es esperar el Santo
Advenimiento. Es lo que hacen muchos socialistas. En sentido literal.
Habiendo
llegado hasta aquí y habiéndose demostrado fehacientemente que el
gobierno no está interesado en diálogo alguno si no es previa rendición
incondicional de la Generalitat, esta no tiene otra salida airosa que
reafirmar la DI y proclamar la República Catalana. La alternativa es la
renuncia y, aunque el gobierno y sus aliados PSOE y C’s lo ignoren,
sería mucho peor acogida por la ciudadanía que la afirmación de la
independencia.
Esto
abre una etapa de incertidumbre sobre si el Estado consigue disciplinar
a Cataluña, cosa harto improbable y si la sociedad catalana articula
una política de resistencia cosa más verosímil. La incertidumbre
alimentará ataques especulativos España y obligará a la UE a mediar
antes de que estalle una deuda ya impagable. L
a razón aconsejaría que el
Parlamento solicitase una moratoria en tanto se procede a licenciar al
presidente de los sobresueldos y se arma un gobierno capaz de negociar.
Yo no confiaría en el otorgamiento de esa moratoria e iría concienciando
al gobierno de que la negociación habrá de ser de igual a igual.
A la fuerza tendrán que acabar entrando en el siglo XXI los políticos españoles.
El mero hecho de que esto sea motivo de
titular en portada del periódico dice mucho sobre la implantación de lo
digital en la vida de la gente. Pues sí, el independentismo catalán se
ha articulado en gran medida en la red. Podría hablarse de un e-gobierno
en la sombra, un shadow e-cabinet, para dar mayor fuerza a la opinión
de Palinuro de que en España la verdadera oposición es Cataluña. Pero no
lo es solo en el orden institucional; lo es también en el social. El
grado de movilización del independentismo catalán es infinitamente
superior al del unionismo y, en general, el nacionalismo español.
En los
últimos días han florecido las rojigualdas en ventanas y balcones,
pulseras y vehículos, pero es un gesto espontáneo, desestructurado,
movido por los medios de comunicación, singularmente la TV. No hay una
red de voluntarios/as trabajando activamente todo el año, en todas las
clases sociales, para adelantar su reivindicación y organizar los actos
colectivos.
Todo
eso se hace fundamentalmente en la red. La Revolución catalana se
caracteriza por una acción colectiva de ciberpolítica. La presencia del
independentismo en las redes es abrumadora. Y es congruente con ello
que sus instituciones funcionen igualmente en lo digital. Es más, la
ciudadanía está acostumbrada a interactuar entre sí, pero también con
sus instituciones a través de las redes.
Qué
manía la de estos catalanes de andar siempre en vanguardia. Así no hay
manera de encajarlos en el conjunto de una nación que celebra su
aniversario haciendo desfilar una cabra.
En efecto, el gran escollo ante la nación
española es la nación catalana, obstinada en ser reconocida como tal
con su derecho a la independencia.
Y,
cuando los nacionalistas españoles que acuden a manifestaciones
convocadas por asociaciones neofranquistas como DENAES o VOX o la
Societat Civil Catalana quieran darse cuenta, los catalanes serán
independientes.
Los
hechos conocidos hasta el momento son claros. Hay un ultimátum del
gobierno a la Generalitat para que se ajuste a la legalidad so pena de
aplicación del 155 que, paradójicamente, ya está aplicado de hecho y de
derecho, desde el punto en que el ultimátum equivale al requerimiento
que él mismo exige. Otra cosa son los conciliábulos generalizados y la
oleada de bulos que ha invadido las redes y hasta los periódicos
digitales.
El
gobierno ha cortado en seco el saque de Puigdemont que abría un plazo
para el acuerdo y la mediación. No hay diálogo y el plazo se acorta a
cinco y ocho días. Visto lo cual, tampoco parece necesario que la
Generalitat los consuma. Es una decisión muy simple, "sí, hay una DI" o
"no hay una DI" y la consecuencia será la misma; fracaso de la hoja de
ruta. No hay independencia.
Está
claro que el gobierno no quiere solución negociada alguna, sino el
sometimiento de la Generalitat sin condiciones, cosa impensable. El
planteamiento del ultimátum solo tiene como respuesta la reactivación de
la DI y la proclamación de la República Catalana. A no ser que el PP
girara a admitir la posibilidad de una negociación, está abocado a
materializar el 155 e intensificar la represión. Es decir, entra en un
terreno muy rebaladizo y peligroso de inestabilidad política que
repercutirá de inmediato en la deuda y las relaciones de España con los
mercados financieros.
Así
las cosas, y con el pronunciamiento del Consejo de Europa en favor de
la negociación y la condena de la violencia policial, Europa estará muy
atenta a los siguientes pasos de Rajoy en Cataluña. A diferencia del
Consejo de Europa, la UE se ha decantado por apoyar al Estado y sugerir
que el conflicto se resuelva "dentro de la Constitución". Naturalmente,
¿qué va a decir? ¿Que se resuelva fuera o en contra de la Constitución?
Pero, al mismo tiempo, seguirá de cerca los acontecimientos. Una segunda
oleada de brutalidad policial en Cataluña -en razón de una posible
huelga general- no será tolerada en Europa.
Y
luego está el movimiento independentista en sí. No sé para qué estamos
pagando unos centros de información, inteligencia, espionaje que son
incapaces de detectar una organización clandestina que ha organizado un
referéndum en el que han votado 2.200.000 personas (más otros 750.000
cuyos votos secuestró la policía) a pesar de la brutalidad con que se
pretendió impedirlo. Y no solo incapaces de detectarlo también de
comprenderlo una vez se ha manifestado. No comprenden el espíritu de una
red de resistencia.
El
caso del gobierno es peor ya que aun comprende menos aquello a lo que
se enfrenta, pues sigue negando que hubiera referéndum y, por tanto,
organización social alguna que lo hiciera posible. No reconoce la
extensión y profundidad del movimiento social. Al contrario sostiene que
el independentismo es cosa de cuatro lunáticos empeñados en romper la
unidad de España en contra de la voluntad de una "mayoría silenciosa"
que se ha inventado.
Cuando
Rajoy, el de los sobresueldos, reconozca el error de enfocar la
cuestión como una de orden público (policía, jueces y cárceles) ya
tendrá la mediación encima. Una mediación que le obligará a comerse sus
palabras de que la nación española es indiscutible e indiscutida.
La libertad catalana
La velocidad de la revolución catalana
es tal que apenas hay tiempo de valorar los resultados de una decisión
cuando se imponen otros nuevos. He aquí un artículo de Palinuro
publicado el martes, 10 de octubre en el diario vasco Berria. Se escribió el 9 y se titula España sin salida.
Es, pues, un día anterior al climax de la DI catalana del martes y dos
al del anticlimax del cierre parlamentario del bloque dinástico
PP-PSOE-C's. Esperanza/ilusión y desesperanza/frustración en
veinticuatro horas. El ánimo humano es así. Pero no cabe desfallecer.
Nadie dijo que una revolución de nuevo tipo fuera fácil frente a esta
Bastilla de la oligarquía dinástica tradicional a la que se ha cooptado
al PSOE, beneficiario asimismo de esta ridícula restauración
nacionalcatólica que tiene parasitado y paralizado al país.
La
mayoría parlamentaria franquista (PP, PSOE y C's) cree haber conjurado
el peligro de la secesión catalana con el típico (y único) argumento
español: por c.... Sintiendo algún lejano escrúpulo de su olvidado
pasado de izquierda, el PSOE cree acallarlo por boca de su SG
recurriendo al repugnante pretexto machista de culpar a la víctima con
el "no me obligues a matarte".
Quizá algún día esta gente llegue a ver qué bajo ha caído en punto a
moral y respeto por los derechos humanos, pero no es asunto nuestro.
Ellos verán hasta dónde alcanzan en su complicidad con el fascismo.
La
revolución sigue y, llegados a este momento, merece la pena recordar
las razones por las que, según Heródoto, los atenienses se enfrentarán
al poderoso ejército de Jerjes, rey de reyes, en defensa de la
libertad: "no retroceder nunca en la batalla, sean cuales sean las circunstancias, permanecer siempre en su puesto y vencer o morir".
Sigue el texto del artículo :
ESPAÑA, SIN SALIDA
El
1-0 abrió una cuenta nueva en el contencioso Cataluña-España. A pesar
de la brutalidad de la policía y del cuerpo paramilitar de la Guardia
Civil, más de dos millones doscientos mil electores votaron, en
condiciones muy difíciles, arrostrando con valentía todo tipo de
amenazas, violencia y represión. Esta circunstancia da al referéndum
catalán un valor moral y una importancia política que nadie se atreve a
ignorar, tanto en el Estado español como en el extranjero.
Excepto
Rajoy y sus ministros, que se obstinan en negar, no ya la validez del
referéndum, sino su mera existencia material. Una actitud tan absurda
parece difícil de entender salvo si se recuerda que les va en ella la
continuidad en el cargo. Si reconocieran que el referéndum se celebró, a
pesar de haber asegurado rotundamente que no tendría lugar y que lo
impedirían a toda costa, alguno de ellos, con algún tipo de escrúpulo,
se consideraría obligado a dimitir. No así Rajoy o Sáiz de Santmaria,
que solo dimitirán cuando los encierren en Soto del Real.
No
obstante, temeroso el gobierno de que la mera negativa del referéndum
no fuera suficiente para ocultarlo y engañar a los medios
internacionales al tiempo que se manipula a los españoles, decidió sacar
al Rey a hacerle parte del trabajo sucio. Ningún gobierno de España se
había atrevido a escudarse detrás del Monarca para blanquear sus
fechorías (las del gobierno). La comparecencia de Juan Carlos I a raíz
del golpe de Estado de 1981 fue decisión personal suya pues las
autoridades y parlamentarios estaban todos secuestrados. Lo mismo, en el
fondo, ha sucedido ahora ya que, a pesar de todo, Felipe VI pudo
haberse negado a secundar la política del gobierno más corrupto,
incompetente y franquista de la historia de la transición.
Pero
no lo hizo. Al contrario, con gesto hosco y amenazador, suscribió el
planteamiento ultraderechista del gobierno, sirvió de pobre mensajero de
las hipócritas ofertas de entendimiento de los franquistas, ignoró por
entero la violencia infligida en Cataluña por su policía y su guardia
civil, no se interesó por las víctimas y vino a dar luz verde para la
intensificación de la represión en el Principado. Todo un programa de
dislates que deslegitiman la pretensión del Rey de hacerse pasar por un
monarca parlamentario y democrático en lugar de un guiñol franquista de
tercera generación.
La
III Restauración borbónica se cierra sobre sí misma y, al hacer frente
al independentismo catalán muestra la verdadera naturaleza del sistema
político de la Constitución de 1978. El crescendo fascista de las
declaraciones nacionalespañolas de los dirigentes del PSOE (González
pide aplicar el art. 155; Guerra, enviar el ejército; Mª Antonia
Trujillo, ser ella misma tropa invasora; Ibarra, formar piña con el PP,
Rubalcaba aplicar la Ley de Seguridad Nacional) no deja lugar a dudas
del apoyo socialista a la involución del PP.
Se añade la virulencia de
Ciudadanos en el Santiago y cierra España y la ambigüedad de Podemos y
confluencias, que apoyan un referéndum pactado sabiendo de sobra que el
nacionalismo español jamás lo aceptará, pero negando respaldo a un
referéndum no pactado, pues su apoyo al derecho de autodeterminación
acaba en el umbral de la vigente Constitución española. Todo lo cual
permite hablar de un proceso acelerado de fascistización del Estado al
enfrentarse con el independentismo catalán.
El PP gobierna por decreto,
ignora el Parlamento, tiene a los jueces y los medios de comunicación a
su servicio y, si convocara elecciones generales, como le piden muchos,
seguramente arrasaría porque ha conseguido ocultar su carácter
franquista, ladrón y corrupto bajo la bandera monárquica.
En
vista de las circunstancias, no basta con las víctimas del 1 de
octubre. El Estado juega con la idea de incrementar la represión con
motivo de la DUI. Pero seguramente no podrá emplearla a causa de las
presiones europeas. España está a un paso de que alguien invoque la
doctrina del derecho de injerencia humanitaria en protección de los
ciudadanos frente a la barbarie de un gobierno tiránico.
Para
evitar esta negra perspectiva, el mismo Estado que negó y niega que
hubiera un referéndum el 1-0 está ahora empeñado en negar que vaya a
haber una DUI. Como es poco probable que, para impedirla, vuelva a
enviar a los paramilitares de la Guardia Civil y los antidisturbios,
tendrá que encajar su proclamación pero, como suele hacer, negará que
tenga efecto jurídico alguno y, entre tanto, seguirá intensificando la
represión, hasta el punto, probable, de encarcelar al gobierno de la
Generalitat.
En
ese momento, la comunidad internacional impondrá una mediación por las
urgencias de la estabilidad económica del reino. La mediación obligará a
un referéndum pactado. Y el referéndum pactado (y vinculante) arrojará
un sí a la independencia, producido por la manifiesta incompetencia del
gobierno y la catalanofobia de su partido y los medios de comunicación.
Morir matando
El enfrentamiento se agudiza e
intensifica. El PSOE ha sido engullido en la espiral patriótica de la
derecha. A extremos vergonzosos, como ese alcalde de Valladolid que ha dejado sin calle a Rigoberta Menchú por tres tuits criticando la represión en Cataluña.
Estos socialistas son muy modernos, están en internet, pero su
mentalidad sigue anclada en algún tiempo anterior. Seguramente el del
juez que procesó a unos titiriteros.
Se
ha formado un gobierno de unión nacional, un tripartito con una
"derecha" jingoista en C's, una "izquierda" chauvinista en el PSOE y un
PP oligárquico de ordeno y mando que aprovecha para presentarse como
"centrista". Los tres blanden el 155 como un ultimátum en dos tiempos:
el lunes, cuando la Generalitat ha de aclarar si se ha proclamado o no
una DI y el jueves siguiente en caso de "sí", para rectificar,
esto es, retirar la DI so pena de aplicación del 155. Obsérvese que es
un ultimátum sin alternativa porque tanto el "sí" como el "no" tienen el
mismo efecto: la derrota.
La diferencia aparente es que un caso lleva
directo al 155 y el otro, no. Pero eso es falso porque el gobierno ya
procede con un 155 no declarado: la presencia del contingente armado, su
desaforada actuación, los buques atracados en puerto, la intervención
de las cuentas de la Generalitat entran perfectamente en el elástico
concepto de "medidas necesarias" que prevé dicho artículo. Así que la
amenaza del ultimátum reside en la legalización de la arbitrariedad
gubernativa, porque, obviamente, cada cual interpreta las "medidas
necesarias" como le da la gana.
Esa
es la respuesta del gobierno y la oposición en el tripartito del "¡a
por ellos!" a la DI del Parlament y su periodo de carencia en demanda de
diálogo y negociación de igual a igual. A los efectos
mediáticos, esto se concreta en la banda de los tres contra el MH. Los
aficionados al cine recordarán la escena cumbre de Solo ante el peligro.
El resultado solo puede ser uno: responder "sí". Esto deja tres días
para proclamar la DI de modo definitivo, sin plazo de espera ya que la
otra parte lo ha rechazado.
Con
el ultimátum, el gobiernoposición exige una rendición sin condiciones,
algo que el campo independentista no va a aceptar. El gobierno lo sabe y
sigue pues su propósito es el de vencer con escarmiento. Para
enmascarar o endulzar la amargura que muchos socialistas sentirán
respaldando una decisión tan injusta como inútil, hablan de una reforma
de la Constitución a la que se ha sumado el PP, como si eso tuviera el
más mínimo valor. Realmente, para la izquierda española, Cataluña ha
sido una apisonadora. ERC ya ha hecho saber que no participará en
ninguna reforma un texto al que no otorga otro valor que el de ser un
cerrojo para las aspiraciones del pueblo catalán y, en realidad, de
todos los pueblos de España, si las tuvieran.
Esta negativa cerrada a todo diálogo tiene un vicio de salida y otro de llegada. El de salida:
al bendecir la aplicación del 155, el PSOE está legalizando la
dictadura. La citada provisión de las "medidas necesarias" obviamente
dejan al arbitrio del gobierno cuáles puedan ser. De este gobierno, el
de la Ley Mordaza y la de Seguridad Nacional. El artículo 155 configura
una especie de dictadura constitucional schmittiana.
El de llegada:
aun suponiendo que la gestión del 155 no genere crisis y tumultos de
variado orden, el final parece ser la convocatoria de elecciones
autonómicas. No es de esperar que se preste atención al portavoz Casado y
se prohíban los partidos independentistas, aunque, con esta tropa,
nunca se sabe. Y, de darse las elecciones y repetir mayoría absoluta
independentista en el Parlament, ¿qué proponen los del tripartito
patriótico? ¿Repetir este proceso?
¿A
qué puede deberse esta obstinación en ir contra una práctica -el
referéndum- que tarde o temprano acabará dándose? ¿Por qué empeñarse tan
tozudamente en que los catalanes no decidan por sí mismos? Sin duda por
adhesión rígida a cuestiones de principios del tipo de "la soberanía no
se negocia" dicho por un gobierno que negocia con todo, la salud, la
educación, la seguridad, las pensiones, el paro, todo.
Pero,
más importante que eso y algo que determinará la evolución de este
conflicto entre la salida y la entrada, es el punto de vista, la
convicción con que el gobierno y sus aliados abordan la llamada
"cuestión catalana". A la idea de que la política del garrote convence a
la gente, los más entendidos cuentan con el efecto de la puta i la Ramoneta y
dan por cierto que el movimiento independentista remitirá, que habrá
una desmovilización general. Un momento especialmente crítico se avecina
también el lunes, cuando están citados en la Audiencia Nacional el
Mayor de los Mossos, Trapero y los líderes de Ómnium Cultural (Cuixart) y
de la ANC (Sánchez).
Habrá que ver si los interesados abordan la
situación en términos estrictamente procesales o si le dan un giro
político y cuál sea la actitud del juez. De la que dependerá también la
reacción de la calle, pues la ANC y Ómnium son la columna vertebral
social del independentismo catalán. Será en esta ocasión o en la
siguiente cuando el tripartito vea que está en una vorágine de
acción/reacción social muy peligrosa.
La
petición de Unidos Podemos de que se renuncie al 155 y el gobierno se
vaya si no dialoga es muy sensata pero inviable. Los que incendiaron la
pradera en 2006 y 2010 vienen hoy a apagar el fuego con gasolina,
apaleando físicamente y humillando moralmente.
¿Qué creen que va a quedar de este sistema cuando comprueben que ya no pueden sojuzgar a Cataluña?
Pensad antes de seguir haciendo el ridículo
No es costumbre de Palinuro dirigirse a
los jefes de los dos partidos dinásticos por considerarlo inútil. Su
arrogancia, tan densa como su ignorancia, lo hacen ocioso. Ninguno de
los dos escucha nada ni a nadie que no les diga lo que quieren oír. Y,
así, de dislate en dislate, han traído al país a una situación
francamente hilarante. Reunidos los dos cerebros decidieron pedir
aclaraciones al presidente de la Generalitat antes de activar -dicen- el
155.
Una copia servil de la jugada de Puigdemont: me declaro dispuesto a
aplicar el 155, pero lo aplazo hasta ver qué es lo que tú has
declarado. Puigdemont haría muy bien demorando la respuesta un par de
días y remitiendo a los dos lumbreras al diario de sesiones del
Parlament.
La
independencia está declarada con un periodo de carencia para ver cuál
es la reacción del gobierno y de su trasportín del PSOE. Y vista está:
no hay reacción sino nueva amenaza. Amenaza ¿de qué? De aplicar el 155.
Por partes: el 155 está ya aplicado sin decirlo; igual que el estado de
excepción. Solo les falta también recurrir a ese adefesio que cocinaron a
la par Rubalcaba y su cuate Rajoy pomposamente llamado Ley de Seguridad
Nacional.
El
gobierno mantiene un contingente de fuerzas de ocupación (llamadas de
seguridad, pero dedicadas básicamente a generar inseguridad, tratar de
atropellar ciudadanos en las calles como si fueran terroristas y a hacer
pintadas en contra de los indepes), tiene intervenida la Hacienda
catalana con ese prodigio de la contabilidad que es Montoro, suspendidos
o recurridos todos los actos de la Generalitat ante ese Tribunal
Constitucional o lo que de él quede, está cerrando todas las páginas web
de las organizaciones independentistas y censurando internet como si
esto fuera la China.
¿Qué añade a todo esto la declaración formal del
155? Por supuesto, más control, más prohibición, más censura frente a un
gobierno que ha mostrado al mundo su voluntad de diálogo y conseguido
que el mundo tome nota y observe lo que está pasando en España.
Para
distraer al personal, los dos políticos han decidido "abrir la reforma
de la Constitución", como si eso, aparte de ser la habitual mentira
dicha ex abundatia cordis, tuviera hoy el menor interés. Una
Constitución que está muerta y empieza ya a oler, desde el momento en
que su columna vertebral, el Estado autonómico, ha saltado por los
aires.
¿El 155? ¿El 116? Apliquen ustedes lo que quieran. Hasta el Fuero Juzgo. Cataluña está fuera de su jurisdicción, off limits y
mucho más allá de su capacidad de comprensión. Cataluña no reconoce ni
la legitimidad ni la legalidad de sus aspavientos de matachín sin
empleo. ¿Pasar el control de los mossos al ministerio del Interior, en
donde un rociero ha sustituido a dos psicópatas? Inténtenlo y se
llevarán un disgusto. ¿Mandar la Policía Nacional y la paramilitar
Guardia Civil a reducir los cuerpos catalanes díscolos? Vean si pueden.
¿Encarcelar a Puigdemont y el govern en pleno? Y ¿cómo lo justifican a
los ojos del mundo? Exactamente, ¿cómo explican que detienen ustedes a
líderes democráticos, representativos, pacíficos, que ofrecen diálogo y
dejan que en las calles campen libremente bandas de criminales fascistas
entre los cuales andan de paisano muchos de los suyos?
¿Creen
ustedes que el público europeo es tan bobo y fácilmente manipulable
como las tribus españolas del "a por ellos"? ¿Que les van a permitir
seguir masacrando a la población pacífica, violando sus derechos
fundamentales sin intervenir por razones ya claramente humanitarias?
¿Que van a tolerar que vuelvan ustedes a emplear unos militares que
llevan más 300 años sin ganar una sola guerra en contra de su propio
pueblo?
De
la vergüenza que debiera sentir un dirigente de la izquierda apoyando
la represión de un gobierno franquista ya no hablamos. Toda la izquierda
española ha demostrado lo que es ante la revolución catalana:
exactamente, nada. De la que debieran tener los medios supuestamente
progres que colaboran al trabajo de mixtificación para seguir sometiendo
a un pueblo rebelde, tampoco.
Pero
tengan presente que se trata de eso: de un pueblo rebelde, movilizado, a
una con sus instituciones, concienciado y combativo. Después del 1 de
octubre vino el 3, con un paro general en Cataluña. Si rechazan ustedes
la posibilidad abierta de dialogar y negociar porque, en realidad, viven
ustedes en un marasmo de prepotencia e ignorancia e incrementan ustedes
el nivel de la represión se encontrarán ustedes con una población unida
en la desobediencia y con una huelga general.
Y todo eso bajo el intenso escrutinio de la comunidad internacional.
El colapso del Estado
Apenas terminó Arrimadas (C's) su
intervención negando la validez de la declaración de independencia (DI) y
pidiendo elecciones autonómicas, intervino Iceta, del PSC. Político
experimentado, ducho en lides parlamentarias, pensó derribar el
andamiaje de la DI señalando su punto flaco: no había habido DI y,
lógicamente, es imposible suspender lo que no se ha declarado. Un punto
de vista que compartía mucha gente, tanto partidarios como enemigos de
la DI. No había habido DI. La decepción de muchos indepes se mezclaba
con las burlas de las redes, del tenor de "la independencia de Cataluña
dura un minuto", que no carece de ingenio.
Momentos
más tarde, la versión "negacionista" de la DI zozobraba ante una
intervención de Anna Gabriel (CUP), perfectamente sintonizada con
Puigdemont. Decía la cupaire que, aunque ellos iban a botar festivamente
el buque de la República Catalana, comprendían la prudencia de la
prórroga. Los radicales mostrando moderación. Un extraordinario ejemplo
de aplicación de la Realpolitik a un objetivo revolucionario,
cosa nueva. Admitían la DI diferida y, dado el tirón moral de la CUP,
esa aceptación volvía a la DI al mundo de los vivos.
Para
mayor desconsuelo de Iceta y los bromistas de Tuiter, la mayoría
parlamentaria (CUP incluida) coronaba la "No-Declaración" firmando
solemnemente una Declaración de los Representantes de Cataluña
que es una una DI de hecho y de derecho y escrita. Es decir, sí puede
suspenderse una DI que no solamente se ha proclamado, sino que se ha
firmado en documento solemne con cierto garbo histórico, cuyo contenido se encuentra aquí y que, por cierto, no prevé plazo de carencia, de forma que este es una decisión del Govern.
Para
acabar de zanjar este asunto de la dilación, considérense las posibles
consecuencias de una DI sin suspensión. El Estado/gobierno, en su
habitual simpleza, tenía preparados dos planes para la solución
dicotómica que preveía: el Parlament proclama la DI o no lo hace. Si lo
primero, se consideraría legitimado para aplicar el 155 e intensificar
la represión. Si lo segundo, mantenimiento de la situación actual que,
en definitiva es, como dice la DI escrita, un estado de excepción no
declarado.
Pero,
¿y si hay DI pero no hay DI porque queda aplazada a una mediación? Para
algo tan complicado el gobierno no tenía plan, así que se reúne hoy a
primera hora por si el Espíritu Santo, al que cree del PP, lo ilumina
sobre qué hacer con estos escurridizos catalanes. Pero no hay Espiritu
Santo que pueda aconsejar a gente tan obtusa. Rajoy se escondió tras la
vicepresidenta que recitó la doctrina del jefe con tan impávido
atrevimiento que solo puede provenir de una mente presa del delirio.
Haciendo de menos a Iceta, Sáenz de Santamaría sostuvo que no había
habido DI porque tampoco había habido Referéndum (recuérdese, "ese
referéndum no va a celebrarse") como tampoco hubo 9N en 2014. Esto se
llama contumacia en la negación de la realidad. Es tan penosa la
situación que no da ánimos ni para bromear sobre qué decidirá el
gobierno, reunido hoy de urgencia, sobre una DI que no se ha producido. Es un misterio. Como el del Espíritu Santo, por lo demás.
Tan
desesperado está Rajoy -a quien aún no se le ha ocurrido dimitir ante
el desastre que ha organizado- que se ha reunido en conciliábulo con
Sánchez, a quien a su vez ya no se le ocurre pedir la dimisión de Rajoy
como antes, no sea que el otro se vaya y le toque a él gestionar un
marrón del que tiene tan poca idea como su antecesor. Quizá decidan
ambos formar un gobierno de concentración al que, sin duda, llamarán a
Rivera y hasta es posible que a Iglesias aunque es poco probable porque
todavía no se fían del todo de él. Y hacen mal. Está loco por ser parte
de la solución, ya que no puede ser La Solución.
Un
gobierno de salvación nacional frente al separatismo catalán tiene
buena venta electoral, pero no ayuda nada a decidir la espinosa
cuestión: ¿se aplica o no el 155? Los tres partidos dinásticos
consideran esta posibilidad. ¿Y la legislación de excepción del 116? Lo
mismo. El recurso a medios represivos extraordinarios tiene el
inconveniente de que ya están aplicados de hecho y habría que
intensificar la presión, quizá con detenciones y encarcelaciones que
suscitarían más resistencia social y no serían presentables en el
exterior.
De
algo podría servir un gobierno de unión nacional que expresamente
renunciara al 155, al 116 y restituyera a la Generalitat las
competencias que se le han usurpado. Podría servir para materializar una
de las partes en una hipotética negociación con la otra parte, la
Generalitat, con mediación internacional. Porque, diga lo que diga
Borrell, esta no solo es conveniente sino imprescindible y, sobre todo,
me temo, inevitable, dada la debilidad de la posición española en lo
internacional. La cuestión más espinosa es la exigencia catalana inicial
de que la negociación sea de igual a igual. Y eso no es que rompa España, como vociferan los franquistas, sino que rompe la idea misma de España, de nación española.
El
Estado ha sido incapaz de resolver una crisis constitucional de esta
envergadura debido a un gobierno cuya estulticia solo es comparable a su
incompetencia y corrupción. Su colapso se produce con la aparición del
último factor: la internacionalización del conflicto. Mil periodistas
internacionales cubrieron la sesión parlamentaria y los medios de
todo el mundo llevaron la DI de un pequeño país que mucha gente no sabía
en dónde estaba, a todas las portadas y todos los noticieros. El
discurso de Puigdemont fue global, cosa que no ha sucedido jamás a Rajoy
o al Rey quien, por cierto, está saboreando el levantisco resultado de
su pasada y beligerante arenga.
Quienes
vieron ayer la comparecencia de Puigdemont comprobaron cómo ascendía
por la escalinata, solo, ante una auténtica muralla de flashes.
Ahora, echen la moviola hacia atrás. Se trata de un hombre a quien en
enero de 2016 apenas conocía nadie, salvo sus familiares, amigos,
conmilitones políticos y... Mas. Este hombre casi anónimo se comprometió
a cumplir una hoja de ruta que llevaría a Cataluña desde el resultado
de las elecciones de diciembre de 2015 a una situación cap a la indèpendencia,
mediante un referéndum que se celebraría en 18 meses hiciera el Estado
lo que hiciera.
Y así ha sido. Rajoy y sus monaguillos son hoy los
únicos en el mundo que niegan la existencia del referéndum con la misma
eficacia con que afirman que la DI no tendrá efectos jurídicos. En lugar
de dimitir y tomarse unas vacaciones con terapia incluida. Aquel hombre
anónimo hizo el referéndum en condiciones increíbles, ha proclamado la
DI y ha derrotado al Estado sin perder la sonrisa y el buen humor.
Porque no ha sido él. Ha sido el pueblo de Cataluña.
Por una vez en la vida, piensen con la cabeza, si la tienen, en vez de con el intestino grueso.
El nacimiento de la República Catalana
Mi artículo en elMón.cat.
Bueno, pues ya está. Tenemos República Catalana. La comparecencia de
Puigdemont (quien, por cierto, descarga sus nervios con tuits
modernistas, al estilo de Rubén Darío) fue clara y catalana.
Asume el mandato del referéndum del 1 de octubre y proclama la
independencia de Cataluña en forma de República. Acto seguido, en "un
solo acto", como dicen los administrativistas, in ictu oculi,
como dicen los latinistas, suspende su eficacia por un breve plazo en
procura de una mediación internacional. De inmediato se ha generado la
polémica.
Los puristas, decepcionados, hablan de traición. Siempre hay
algún "izquierdista" a quien le parece que no inmolarse en nombre de la
revolución es un pecado. Y gente malévola, escépticos revenidos para
quienes estaba claro desde el principio que los independentistas se
achantarían. No merece la pena discutir con estos caballeros. La prueba
del nueve del movimiento de Puigdemont y su validez es la aceptación de
la CUP que explícitamente han dado su apoyo, aunque les duele.
Pero más
les dolería una intervención militar (o sea, de la Guardia Civil) que
echara todo por tierra y que aún no está descartada del todo. En
cualquier caso, los tres partidos independentistas, esos que el
zangolotino Casado quiere ilegalizar, han firmado la Declaración de
Independencia. Por cierto, esta declaración no habla de aplazar nada.
Cataluña es ya republicana.
El texto en versión castellana.
El nacimiento de la República Catalana
Llegar
hasta aquí, hasta el momento en que Cataluña declara su independencia
ha costado mucho trabajo, mucha voluntad, mucho tesón de muchos durante
muchas generaciones. La marcha de Cataluña hacia la República arrancó
hace años, siglos, a partir de la frustrada de Pau Claris en el siglo
XVII. Desde entonces el país ha sobrevivido arrinconado en un ángulo de
España, menospreciado, sometido y humillado a partir de su conquista por
las tropas borbónicas en 1714 y la supresión de sus instituciones de
autogobierno, su cultura y su lengua.
Sin
embargo, el intento de homologación y asimilación a Castilla a partir
de aquella derrota, que ha servido para simbolizar la idea nacional
catalana, fracasó repetidamente ante la resistencia callada pero
profunda de una sociedad que se negaba a desaparecer. Lo que mantuvo
viva la llama de la conciencia nacional catalana a través de los siglos
fue la voluntad de su pueblo, la firme determinación de sus habitantes
de conservar su identidad generación tras generación. Por tenebrosos que
llegaran a ser los tiempos, siempre, en todo momento, se ha mantenido
viva la vieja aspiración de volver a ser lo que fue y la han mantenido
sus hijos e hijas.
A
partir del siglo XIX, una conciencia europea segura de sí misma y de
los cambios que la modernidad había traído a las anquilosadas sociedades
del continente, se permitió el lujo de alimentar el nacionalismo con el
fin de acomodar las estructuras políticas estatales a la cultura y los
pueblos que las componían. Surgió así un nacionalismo que en España
permitió a los catalanes fundamentar sólidamente sus raíces, sus
tradiciones culturales y su identidad, siempre que lo hicieran en
términos meramente simbólicos e inocuos. EL principal valedor del
catalanismo cultural en España fue el ultrarreaccionario Menéndez
Pelayo, discípulo de Milà i Fontanals, uno de los padres de la
Renaixença.
La
conciencia de que las vías meramente culturales eran insuficientes para
garantizar una unidad nacional perpetuamente amenazada por un Estado
español arbitrario y confuso en decadencia espasmódica desde hacía
siglos, llevó a los nacionalistas catalanes a preferir las vías
políticas. Y aquí, la respuesta del Estado dejó de ser amistosa y se
tornó inamistosa y hostil en un primer momento (la Ley de Jurisdicciones
y la dictadura de Primo de Rivera, que suprimió la Mancomunidad),
provocando la primera reacción claramente independentista del Estat
Catalá.
El
independentismo catalán durante la II República fue una de las dos
motivaciones de la sublevación de los militares facciosos en contra del
gobierno y con ayuda de las fuerzas monárquicas y fascistas que dieron
lugar al “nacional-catolicismo”. La otra fue la República misma como
forma de gobierno y la llamada “cuestión social”. Fue por tanto una
rebelión militar con un objetivo colonial-territorial (sojuzgar
Cataluña) y social-clasista (quebrar el espinazo a la clase trabajadora)
y ambos se consiguieron plenamente y abrieron un largo y oscuro periodo
en la historia de España, al final del cual se trató de contener la
esperable explosión independentista catalana, con unas concesiones
territoriales en una Constitución que no llegaba ni de lejos a
satisfacer las aspiraciones de Cataluña.
Otros
cuarenta años más tarde el último fracaso de la transición,
coincidente con una crisis financiera en lo exterior y un gobierno
típicamente franquista, nacional-católico y de extrema derecha, ha dado
paso, por fin a una declaración de independencia. El objetivo que
empezaban a vislumbrar los alzados contra Castilla en el siglo XVII.
El
relato que resta es el que resumió Puigdemont en su comparecencia de
ayer. El recorte de contenido del Estatuto reformado de 2006 y su
posterior vaciamiento a manos del Tribunal Constitucional, a pesar de
haber sido refrendado por la mayoría de los catalanes fue vivido por
Cataluña como un humillación. La última.
A
raíz de aquella se abrió paso la exigencia referendaria que se inició
en Arenys de Munt en 2009, siguió en otros lugares, se concentró el 9N
de 2014 y se coronó finalmente en el referéndum del 1 de octubre pasado.
En un clima de represión, coacción y violencia brutal del Estado,
votaron más de 2.200.000 personas, el 90% a favor de la independencia.
Del
1 de octubre salió un claro mandato en favor de una República Catalana
independiente que el Parlament aceptó. En el mismo acto, sin
embargo, la declaración de independencia quedó en suspenso en un plazo
indeterminado (aunque breve) en procura de la necesaria mediación
internacional que impida la reacción represiva y violenta del Estado
español y garantice una transición ordenada y pactada con este hacia la
independencia, en aplicación de la Ley de Transitoriedad.
Se
trata de un movimiento táctico que no por esperado ha resultado menos
desconcertante para muchos. Los más cerriles opositores a la
independencia (PP y C’s) han entendido claramente el mensaje: queda
proclamada la República Catalana y neutralizada la capacidad de reacción
del Estado español que, una vez más, vuelve a hacer el ridículo ante
este movimiento, sin poder emplearse a fondo en la represión, con sus
fuerzas de ocupación, sus tanques de agua, sus barcos militares en los
puertos y las bandas de criminales nazis que lanza a las calles a
apalear demócratas.
Los
de Podemos y el PSC tratan de mantener la ambigüedad y sostienen que no
ha habido DI y, por lo tanto, ellos tenían razón y debe seguirse con su
propuesta de etéreas mesas de diálogo entre fuerzas españolas en las
que nadie cree; en el fondo, ni ellos, a quienes todo este proceso ha
pillado con el paso cambiado.
La
prueba del nueve de la eficacia de este giro táctico es la actitud de
la CUP. Alegremente mohínos, subrayando la importancia de sus
concesiones, los de la CUP dan su respaldo a esta vía táctica de hacer
posible en un plazo breve y con garantías el objetivo estratégico que
aprobó el Parlament por mayoría absoluta: la independencia de Cataluña
en forma de República.
Pau Claris, Macià y Companys estaban presentes en el Parlament de Cataluña.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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