En 2002, el canal de cable y satélite norteamericano Game Show Network empezó a emitir el programa Friend or Foe?
('¿Amigo o enemigo?'). Era un programa de entretenimiento inspirado en
el dilema del prisionero y aplicado a personas reales, pero en un
entorno artificial. El concurso consistía en enfrentar a tres parejas y
cuando eliminaban una, las otras dos tenían que determinar cómo se
repartían las ganancias de la otra.
Si las parejas supervivientes
cooperaban entre ellas, el premio era que compartían los beneficios al
50%. Si una cooperaba y la otra se decidía por la traición, la pareja
traidora se llevaba todas las ganancias y la que había decidido cooperar
ninguna. Si ambas parejas se traicionaban mutuamente, ninguna de las
dos se llevaba nada.
¿Traicionar, por lo tanto, da más beneficios que cooperar? La
dinámica de este juego era ligeramente diferente al del dilema del
prisionero estándar, puesto que los beneficios de la situación “ambos
traicionan” y el de “yo coopero y el otro traiciona” son idénticos y
provoca que la situación “ambas traicionan” comporte un equilibrio
neutral. Lo más lógico seria que las parejas ganadoras cooperaran entre
ellas para repartirse el beneficio.
Pero la realidad nos demuestra que,
por norma general, anhela conseguir todas las ganancias con el riesgo de
perderlo todo si la otra se comportara del mismo modo. Los partidos
soberanistas, que también son tres, como las parejas del programa, a
menudo actúan guiados por esa lógica. No dejan pasar la oportunidad de
intentar beneficiarse de la debilidad de una de las parejas, ahora que
el PDeCAT parece ser la primera “pareja” que será eliminada por los
múltiples errores cometidos desde el 2010 para acá.
Desde que el pasado día 10-O el president Carles Puigdemont fue al
Parlament para declarar que asumía los resultados del referéndum y, por
lo tanto, que asumía “el mandato que Catalunya se convierta en un Estado
independiente en forma de república”, el mundo soberanista se ha
revolucionado. La mayoría se ha puesto a jugar al dilema del prisionero
con el riesgo que ello comporta de debilitar al soberanismo cuando se
está enfrentando al enemigo de verdad, que es el Estado y sus adláteres
en Catalunya. Cada partido tiene un sector que es partidario de
traicionar a otro partido soberanista, si bien en unos es más evidente
que en otros.
Por ejemplo, el conseller Carles Mundó sostiene unas tesis
muy parecidas a las del conseller Santi Vila, pero el gran público no
lo sabe sencillamente porque el republicano es más disciplinado y
discreto que el consejero eurodemócrata. Artur Mas coincide más con
Oriol Junqueras que con Carles Puigdemont, del mismo modo que Marta
Rovira es más afín a Anna Gabriel que al líder de su propio partido
cuando de lo que se trata es de la DI. Y así podríamos seguir poniendo
ejemplos.
No sé cuál será hoy la respuesta del president Carles Puigdemont al
requerimiento de Mariano Rajoy. Supongo que mientras ustedes estén
leyendo este artículo el asunto ya se habrá aclarado. Yo ya me posicioné
claramente en el artículo de este fin de semana. No tenemos más remedio
que tirar para adelante y levantar la suspensión de la DI porque el Gobierno español ya ha activado el 155 y, además, ha decidido destruir
las bases del autogobierno con una burda campaña en contra del modelo
educativo, los Mossos d'Esquadra y los medios de comunicación públicos.
La pretensión del gobierno de Mariano Rajoy y del PSOE, el aliado que
lo encumbró como primer ministro y que ahora se pone a su lado en la
acción represiva, es que las autoridades catalanas se rindan. Puesto que
no tienen la mayoría social en Catalunya, quieren imponer sus tesis por
la vía de la represión, mediante porras, multas, detenciones, la
violación de los derechos civiles, etc. El PSC es la compresa que
intenta no moverse y que nada traspase, haciéndose pasar por un
buen intermediario entre las partes. En el dilema del prisionero, todo
el mundo ha visto qué opción ha elegido Miquel Iceta.
Hay quién invita a una de las partes del soberanismo a traicionar a
la otra con el cebo de que se llevará todas las ganancias se lo hace. La
editorial de La Vanguardia de ayer es un ejemplo muy claro de
esa incitación a la traición. El editorialista se vuelca en favor del Gobierno español y del unionismo con argumentos sofistas. Puro engaño.
El conflicto de Catalunya con España no es un invento de los
independentistas, tiene fundamentos muy sólidos que superaran la actual
coyuntura. El diario de la familia Godó, como otros medios privados que
se sostienen mediante las ayudas públicas de la Generalitat,
históricamente ha optado por la traición.
En la teoría del prisionero clásica, si uno prioriza el bienestar
personal puede llegar a creer que es mejor traicionar al otro para
quedar libre, aunque es necesario que el otro no te traicione a ti,
porque si no, los dos estaréis más tiempo en la prisión. En cambio, si
se prioriza el bienestar colectivo, entonces es mejor no traicionar al
otro y esperar que este lo vea igual para evitar que te traicione a ti.
Los defensores del statu quo siempre animan a la traición a
todas las partes con la intención de que no gane nadie y así poder
seguir dominando el cotarro, culpando tiempo a los soberanistas de la
“falsa ruta” emprendida por Catalunya. Un simple desprecio a la
democracia.
El 15 de febrero de 1939, Fernando Valls Taberner, aquel agitado
historiador de la Liga y padre de los fundadores opusdeístas del ruinoso
Banco Popular, escribió en las páginas de La Vanguardia un
ruin artículo, "La falsa ruta", cuya conclusión era esta:
“Hay que
liquidar, pues, un pasado equivocado, y en sus resultados desastroso;
hay que reemprender el camino, volviendo al buen sendero. Cataluña es
una realidad viva y no un prejuicio tendencioso; y para restaurar su
vida y redimirla y dignificarla de verdad sólo hay un camino: despojarla
de sectarismos, de mezquindades y de encogimientos, devolverle el buen
sentido, librarla de megalomanías y de emperezamientos, de disipaciones y
de frivolidades, de chabacanerías y de ridiculeces, y hacerla andar con
fe, con amor y con el mejor espíritu por la ancha vía triunfal de la
Nueva España, hacia un destino común lleno de promesas y de esplendores,
de gloria auténtica y de progreso positivo”.
La España triunfal
resultante fueron 39 años de dictadura que solo beneficiaron a los
traidores, pero la “culpa” de aquel desastre había sido de los
catalanistas. Un argumento cínico y perverso, muy propio de los
colaboracionistas. Los traidores de verdad.
(*) Profesor titular de Historia Contemporánea de la Universitat de Barcelona
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