Después de años en Inglaterra estudiando y
de que cada año paso cierto tiempo en aquel país, me doy cuenta que mi
inglés debe andar un tanto desorientado. Esto lo digo porque leo con
cierta asiduidad que determinados empleos son los que mayor demanda van a
tener en este país.
Así, el futuro en España es ser «expert customer
service», «events assistant» o «marketing manager»; todos estos empleos,
dicen, son los que mayor demanda van a tener; empleos bien remunerados y
socialmente bien valorados. Curiosamente, a continuación rebusco en las
noticias y encuentro que en realidad los empleos que verdaderamente han
hecho bajar el número de parados, los que de verdad se demandan, son
los de «repartidor de camión», «camarera de planta en hotel» y «cajera
de centro comercial».
¿Pero en qué quedamos?, ¿una cosa no tiene nada
que ver con la otra? o ¿es que cuando se traduce del inglés al
castellano, se desvirtúa el idioma y pierde valor la profesión de la que
se habla? Creo más bien que lo que ocurre es que nos están tomando el
pelo (¿engañando?) hasta con el idioma.
Lo cierto y verdad es que esas profesiones y esos trabajos, los devaluados, son de los que están hablando y que están dando sentido a la llamada «recuperación» de la economía española. No se está hablando de otra cosa. Aquello de los ingenieros españoles trabajando en los centros informáticos o en las mejores instituciones de investigación médica puede ser verdad, pero no en este país.
En este país, digo en España, los trabajadores
medianamente formados en aquellas profesiones que hablaban de futuro
como experto en marketing, diseñadores, informáticos, arquitectos,
dietistas, ambientalistas –sean políglotas o no–, tienen muchas
dificultades para encontrar un mínimo trabajo digno.
Aquí los trabajos
que se dan para hablar de la recuperación son los de ese repartidor
acompañado de su hijo que va con su furgoneta, con contrato de autónomo
hecho por él mismo, que está transportando cosas de un lugar a otro, y
que le pagan, cuando le pagan, con mismos productos que lleva, ya que el
dueño de la mercancía le dice que otra forma para pagarle, pues no
tiene.
La recuperación del empleo es a base del trabajo de esa señora
que ya ha saltado la barrera de los cincuenta y que con su artrosis en
las rodillas, y sus cuatro pastillas de ibuprofeno para poder resistir,
tiene que hacerse 30 habitaciones de hotel en 4 horas durante todos los
días de la semana (menos uno o quizás dos, si bien no sabe exactamente
qué días de la semana van a ser, porque «depende de las circunstancias y
necesidades del hotel»).
La recuperación del empleo se está dando a
base de ese contrato que se le hace a una chica recién cumplidos sus
22-23 años, y que con su título de grado en marketing, y más contenta
que unas pascuas, va a un centro comercial a repartir muestras y a hacer
una exhibición de un producto cosmético durante 4 horas al día, dos
horas por las mañanas entre las 11 y las 13, y después por la tarde
otras dos, entre las 7 y las 9, pagándole por ello menos de lo que vale
un par de botes de los productos que está promocionando, y que una vez
que se acaba el fin de semana, se ha acabado su contrato; total 8 horas a
la semana.
Esta es la recuperación, la del pago con mercancía a un
autónomo, conductor de furgoneta que trabaja con su hijo, que mediante
esa venta pueda llegar a cobrar; ese es el éxito económico, la
inseguridad de poder continuar trabajando porque las circunstancias
físicas de la persona, o del hotel, quizás permitan renovar el contrato
de camarera de planta de hotel durante el próximo puente de Semana Santa
o puede ser que para este verano que viene la vuelvan a contratar, si
hay alguna amenaza de bomba en cualquier país árabe del Mediterráneo, y
ello haga llenarse de extranjeros a los hoteles de la costa española; o
puede que la recuperación sea la de aquel contrato de la chavala que con
dos botes de cosmético se queda desconcertada con su exclusivo trabajo
de 8 horas para el cual la seleccionaron porque estudió marketing y
relaciones públicas.
Venga hombre, dudo de la recuperación, pero de lo
que no dudo es de la clase de trabajo que se está ofreciendo, o ¿de qué
empleos se nos está hablando?
(*) Catedrático de la Universidad de Alicante
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