Esta crisis sanitaria y
sus consecuencias serán el mayor desafío social y económico de los
últimos 80 años. Con realismo, tenemos que aceptar que va a llevar meses
superar los impactos, sólo si existe una honrada y eficaz colaboración
público-privada. Necesitamos ser capaces de poner todos los recursos
técnicos, financieros y humanos allí donde más se necesiten, haciendo
prevalecer el interés general sobre cualquier otro.
Para nuestro
sector, las huellas de esta crisis serán muy profundas. Por el lado del
gran consumo, está siendo ejemplar el esfuerzo de las empresas,
empleados y proveedores de la cadena para garantizar el abastecimiento
de alimentos y productos básicos en toda España, de forma segura y
siguiendo las recomendaciones de higiene y prevención en todo momento.
En
esta situación excepcional, muy compleja desde el punto de vista humano
y operativo, nuestras empresas están demostrando una enorme eficacia y
un altruismo que no tiene precio. Como no lo tiene el heroico trabajo de
nuestros sanitarios, fuerzas del orden público, fuerzas armadas,
farmacéuticos y tantos otros.
Muy grave es, en cambio, el parón total de actividad que vive el
resto del sector, con las tiendas cerradas y un escenario de
contingencia muy severo. El escenario actual es una incógnita y el mayor
temor de las empresas: sin ventas, no hay ingresos y es realmente
complejo hacer frente a compromisos de pago (nóminas, impuestos,
cotizaciones sociales, proveedores, etc.).
Pese a todo, todas
nuestras empresas y sus trabajadores se están volcando en aportar su
granito de arena: el hotel "medicalizado" de El Corte Inglés, las
donaciones de prendas básicas de Tendam o C&A, las camas de IKEA
para hospitales y residencias, la aportación de dispositivos
tecnológicos de MediaMarkt o los materiales básicos para la producción
de EPIs de Leroy Merlin son sólo unas pocas de las decenas de acciones y
donaciones de las empresas, grandes o pequeñas, porque todo el sector
comercial se está volcando en ayudar a salir de la crisis.
Tenemos
que atajar la crisis sanitaria y, en ese sentido, la capacidad de
empresas y ciudadanos para apoyar las medidas excepcionales de
confinamiento son ejemplares. Pero también tenemos que evitar la quiebra
de miles de empresas y la destrucción de millones de empleos. Para
ello, el diálogo social y el apoyo del Gobierno a la labor de los
empresarios es absolutamente determinante.
Todas las medidas que aseguren la liquidez del tejido empresarial, la
flexibilidad para ajustar su capacidad productiva y sus plantillas, así
como el alivio de las cargas fiscales y sociales serán positivas.
Tenemos dar flexibilidad a las empresas, para asegurar la actividad del
mayor número de ellas en esta fase crítica.
En otros términos:
miles de empresas, ahora paradas y sin ingresos, tendrán que cerrar en
los próximos meses si se encuentran nuevas barreras para ajustar sus
plantillas al nivel real de actividad, si no tienen acceso efectivo y
rápido a la liquidez y si no reciben ningún tipo de rebaja en sus cargas
tributarias. En consecuencia, el resultado en términos sociales y
económicos puede ser nefasto.
Yo alerto a los responsables
públicos de su obligación de escuchar al sector empresarial. De lo
contrario, podemos incurrir en daños sociales todavía mayores y alargar
la recuperación.
Yo ruego a los responsables públicos que
materialicen su obligación de ser generosos y comprensivos también con
el sector empresarial privado, grande o pequeño, porque los problemas
para mantener empleo y crearlos en el futuro son comunes. El sector
público-privado se necesitan más que nunca, su colaboración es
indispensable.
Yo manifiesto que los empresarios podemos y
queremos jugar un papel clave en la recuperación del crecimiento y del
empleo en España. No hay otro proyecto común más poderoso en estos
momentos. Solo eso manifestamos, máximo diálogo y coordinación sin
idealismos políticos ni demagogia.
(*) Presidente de Anged, Asociación Nacional de Grandes Empresas de Distribución
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