Un 80% de los españoles empieza el curso con una impresión
muy pesimista sobre el futuro del país, once puntos más acusada que en
septiembre del año pasado. El 85% cree probable que la economía mundial,
y con ella la española, sufran una recaída en los próximos meses. El
mismo porcentaje, un 85%, cree que España no está preparada para
afrontar esa recaída.
Son datos de un sondeo efectuado por la empresa
Metroscopia entre los días 4, 5 y 6 de septiembre, exclusivamente
referidos a la percepción de la sociedad sobre el estado general del
país y el futuro inmediato de la economía. Dejémonos de encuestas
electorales en medio de la bruma: esa es la foto más importante de los
primeros días de septiembre. España sale de la piscina de agosto bañada
de pesimismo.
La empresa que dirige el sociólogo José Juan Toharia no
ha preguntado sobre la intención de voto en caso de que se repitan las
elecciones generales. Se ha limitado a efectuar una cata del estado de
ánimo de la sociedad al concluir al periodo estival. En ese primer
retrato de septiembre confluyen el hartazgo respecto a la política y los
partidos, que el Centro de Investigaciones Sociológicas viene
detectando de manera creciente en sus barómetros, las malas noticias
económicas que llegan de Alemania, los datos del paro a finales de
agosto y, sobre todo, las vivencias cotidianas. Los españoles entraron
pesimistas en el limbo vacacional y regresan a la cuesta de septiembre
todavía más pesimistas. Mucho más que el año pasado.
El 63% considera que la economía ya está mal en estos
momentos, independientemente de cuál vaya a ser su evolución en los
próximos meses. Seis puntos más que a finales de julio. Once puntos más
que en junio, cuando el ciclo electoral se cerró –aparentemente–, con
una escueta victoria del PSOE en las elecciones generales, escueta
victoria mejorada en las europeas y ratificada en los comicios locales,
con una importante excepción: el grave tropiezo en Madrid.
La derrota de la izquierda en la capital de España ante el
bloque de poder de Sevilla –ante un Partido Popular aparentemente
noqueado por la corrupción–, es de una importancia trascendental para el
futuro de España. Ahora empieza a verse más claro. Si los resultados en
Madrid hubiesen sido otros, en estos momentos ya habría gobierno. La
izquierda española lamentará durante décadas las frivolidades cometidas
en Madrid.
En junio parecía que la situación política quedaba encarrilada. A finales de junio, Pedro Sánchez cenaba en el palacio del Elíseo con el presidente francés Emmanuel Macron,
con el mapa de Europa desplegado sobre la mesa. En junio, España
parecía proyectar fuerza en la Unión. En junio, Italia era el gran
enfermo de Europa.
En septiembre, España está con fiebres tercianas e Italia se levanta de la cama con vuelo acrobático: echan al payaso de Salvini
y obtienen la cartera de Economía de la Comisión Europea. Economía,
presidencia del Parlamento Europeo y presidencia del Banco Central
Europeo. Paolo Gentiloni, David Sassoli y Mario Draghi esa es hoy la
troika italiana en Europa. Italia vuelve a tener más influencia que
España en Bruselas.
España, el país que en junio daba lecciones de europeísmo se dirige en
estos momentos a la ruleta electoral de noviembre con un 80% de
pesimismo a cuestas. Nada bueno puede salir de esa conjunción, si es que
finalmente se acaba produciendo.
(*) Periodista y director adjunto de La Vanguardia
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