Después de varios días en estado crítico por un ictus (infarto
cerebral) ha fallecido en el Hospital de Puerta Hierro de Majadahonda,
Madrid, Alfredo Pérez Rubalcaba (Solares, Cantabria, 1951) ex secretario
general del PSOE, vicepresidente del Gobierno, Ministro de Educación,
de la Presidencia, Portavoz del Gobierno y del grupo parlamentario
socialista, y, Ministro del Interior durante cinco años, unos años muy
duros, de plomo y fuego, en los que consiguió poner las bases para el
final de ETA y la entrega de las armas.
Pero con ser importante todos estos cargos que desempeñó con sentido
común y habilidad política, alguien que no venía del mundo del derecho,
de la sociología, de la economía, o de los grandes cuerpos de
Administracccion del Estado, sino de la Química, de la Química Orgánica,
de la que era profesor titular de la Universidad Complutense de Madrid,
lo más importante es que fue un auténtico servidor del Estado, al que
prestó todos sus conocimientos desde el Parlamento, desde el partido, y
desde todos los cargos que desempeñó a lo largo de más de treinta años
dedicados a la política.
Solía decir que aparte de conocer la Química
Orgánica, de la que se tuvo que poner al día cuando dejó la política y
se reincorporó a su puesto de simple profesor, (rechazando muchas
ofertas de Consejos de Administración) era especialista en “mecanismos
de reacción” a los que dedicó varios trabajos de investigación.
Quizás fuese por esa extraña especialidad que intenta explicar de
manera lógica cuales son las reacciones que se producen en una reacción
química y que permiten explicar las reacciones cualitativas (desarrollo
de color, aparición de precipitados) y cuantitativas y velocidad de
reacción (el dato más importante) observadas en su desarrollo
investigador, por lo que fue capaz de hacerlo bien en todos Ministerios
por los que pasó.
Porque, es verdad, que Rubalcaba analizaba los
problemas políticos y sobre todo la estrategia como si estuviese
estudiando esos “mecanismos de reacción” a los que dedicó una parte
importante de su vida académica en Madrid y en las Universidades de
Montpellier (Francia) y Constanza (Alemania).
Poseedor de un gran sentido del humor y de la ironía, de una oratoria
que no suele abundar en nuestro Parlamento, de un conocimiento de lo
que debe ser un debate político, en el que nunca perdía el hilo, ni
tenía que ayudarse de la lectura de un texto, preparado de antemano,
Alfredo Rubalcaba ocupará un lugar de honor entre los políticos que han
pasado por la Carrera de San Jerónimo. Sus intervenciones, siempre
brillantes, especialmente en la etapa que fue portavoz parlamentario del
PSOE, constan en el Libro de Sesiones, un Libro que sirve para
reconstruir la historia de nuestro país .
Pero, desgraciadamente, en ese Libro no consta ningún dato, ninguna
pista, de su actuación decisiva en la abdicación del Rey Juan Carlos a
favor de su hijo Felipe VI. Infamado por el propio Rey Juan Carlos de su
decisión de abdicar, casi al mismo tiempo que el Presidente del
Gobierno Mariano Rajoy, en el mes de Marzo de 2014, de algo insólito en
la Monarquía , dónde el Monarca muere con las botas puestas, no solo
guardó el secreto, sino que decidió aplazar su dimisión como secretario
general del partido tras el fracaso electoral que se produjo en las
elecciones europeas del mes de mayo.
Rubalcaba sabía que si dimitía en mayo, un mes antes de la fecha
prevista para la abdicación y para la ceremonia oficial de coronación
del nuevo Rey, podía causar unos efectos inesperados. Preveía que, con
una Gestora al frente del PSOE, era muy posible que un sector del
partido, el situado más a la izquierda, plantease abiertamente el debate
sobre el futuro de la Monarquía. No hacía falta que el Rey se lo
pidiese pero, pese a las presiones, no dimite inmediatamente después de
las elecciones, sino mas tarde, tras la abdicación.
Era el único que
podía evitar ese debate inoportuno. Fue el último servicio al Estado
que Rubalcaba presto sin que nadie se lo pidiese, a pesar de que, en
algún momento, en conversación con don Juan Carlos en pleno escándalo
Corinna, no tuvo reparos en plantearle lo que suponía el escándalo de la
influencia de la supuesta Princesa en temas delicados de Estado.
El pasado miércoles cuando a las dos de la tarde me llegó, como un
mazazo, la noticia de que había sufrido un ictus (se cuidaba, pero
siempre tuvo problemas con el corazón) pensé que con él se iba una parte
importante de la vida profesional de un grupo de periodistas que
compartimos con él confidencias, noticias, y amistad.
Ese grupo
profesional, que viene reuniéndose, semanalmente, desde hace cuarenta
años, con políticos y personalidades de todos los colores, tenía
previsto reunirse con él, en un hotel madrileño, para, en un almuerzo,
pasar revista a la actualidad política nacional…
(*) Periodista y economista
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