Droga dura. En la circunscripción
electoral donde las encuestas prevén la más elevada emergencia de Vox,
el PP ha decidido inyectarse con su mejor antídoto: José María Aznar.
También las encuestas lo señalan como el preferido de los murcianos de
entre todos los presidentes de España, por encima incluso de Suárez y de
Felipe González. Nada de maricomplejines. El auténtico. A ver quién en
Vox le dice a la cara que representa a la derechita cobarde. Ni el
Comando Gestoso se atrevería a tanto.
La
alegre muchachada sesentera que ayer aplaudía a Aznar en el Cagigal
olvidó por completo que el héroe sobre el escenario era el que los
convenció de que Sadam Hussein disponía de armas de destrucción masiva,
de que había sido ETA la que puso las bombas en los trenes de Atocha, de
que fue quien invitó a la boda de su hija a la plana mayor de la
Gürtel, de que era el marido de la alcaldesa de Madrid que vendió las
viviendas sociales a fondos buitre para que desahuciaran a los
inquilinos sin recursos, de que era quien se empotró con supersueldos en
los consejos de administración de empresas estratégicas que su Gobierno
había privatizado, de que es quien protagonizó el 'milagro económico'
de España bajo la dirección del presidiario Rodrigo Rato, de que fue el
presidente del Gobierno con más imputados de la Historia de España,
desde los Reyes Católicos a nuestros días.
Y tantos etcéteras que no
cabrían en esta doble página, sin olvidar que el protegido Bárcenas
señaló en su día a 'todos los presidentes del PP' como conocedores de la
caja B del partido que manejaban primero Lapuerta y él mismo después.
Este
es el espejo en que, según el PP murciano, debemos mirarnos. Y todo
porque a Aznar se le hace la boca agua cuando pronuncia la palabra
mágica: España. Esto hace el efecto hipnotizador: OM, OM, OM, es decir,
España, España, España. Tal fue la cosa que Aznar hasta se permitió
citar la tesis de Pedro Sánchez, evidentemente plagiada, pero sin
reparar en los másteres malabares de Pablo Casado, como si en asuntos
académicos los de su partido tuvieran una impunidad de clase que no les
estuviera permitida a los advenedizos de la izquierda, y si él no
hubiera sido responsable del sistema educativo que permitía hacer
méritos mediante cortaypegas.
Aznar
mencionó, porque no quedara al margen ningún estigma, las negociaciones
del PSOE con 'la ETA', con artículo precedente, cuando en sus buenos
tiempos la denominaba Movimiento de Liberación del Pueblo Vasco, en el
supuesto de que tal familiaridad con los terroristas los llevaría a
deponer las armas para que él pudiera apuntarse el tanto, y esto también
sin reparar en que Casado ha fichado para el Congreso a Javier
Zarzalejos, que algo sabe de negociaciones secretas del PP, en su día,
con ETA, o 'la ETA'.
Que un
político con los antecedentes de Aznar, con todo lo que se sabe de él,
aparezca de nuevo en púlpitos políticos para aleccionar sobre el futuro
del país o de la Región de Murcia obliga a pensar en que el despotismo y
la corrupción siguen sin constituir rémora ante los electorados
cautivos, en los que prima más la ideología a ultranza que la ética
democrática en los comportamientos públicos. Apelan implícitamente a lo
de siempre: «Los nuestros son unos golfos, pero son los nuestros». Y de
ahí no salimos.
Que la nueva
muchachada del PP, la que se muestra con aires renovadores y dispuesta a
dejar atrás a la 'vieja guardia' del partido, deba recurrir a la
ranciedad aznarista a fin de que la socorra ante el avance de Vox, el
movimiento que pretende retrotaer a España a los tiempos del blanco y
negro, habla por sí solo de la impotencia generacional para establecer
un discurso actualizado con el que combatir sin nostalgia a quienes
promueven una vuelta al pasado como valor político, es decir, como
'valor seguro', según reza el lema electoral popular. ¿Qué valor más
seguro que refugiarse en las retóricas de antaño, aquella estupenda zona
de confort, mientras el mundo avanza ajeno a cualquier intento de
reposición?
Sacar a pasear la momia de Aznar, por mucho que su
tableta pectoral incite a los que eran párvulos bajo su mandato o
compense a la tercera edad nostálgica de un tiempo en que todo parecía
controlable constituye la confesión de un fracaso. No es creíble que en
Murcia se haga tabla rasa del valcarcelismo como ejemplo de distancia
sobre las prácticas que hoy son innombrables y a la vez se recurra al
aznarismo como vitamina para estimular al electorado clásico en el
supuesto de que la nueva generación no es capaz de incorporar la suya
propia.
Si se fuerza el retiro de Valcárcel, Cámara, Bascuñana y toda la
banda ¿cómo es que nos traen a Aznar como estimulante de la nueva
etapa?
En el mitin de ayer, a
propósito de Valcárcel, por cierto, hubo un detalle muy sutil. El
alcalde de Murcia, José Ballesta, citó al expresidente, a sabiendas de
que le debe el cargo (tal vez no por deferencia a Ballesta, sino porque
instituir a éste era lo que más irritaba a Cámara, a quien Valcárcel
debía doblegar), y señaló su presencia en el mitin como cosa meritoria
tras haber sido desplazado de la candidatura al Parlamento Europeo.
Poco
después, el candidato por Murcia al Congreso, Teodoro García, insistió
en el detalle, pero añadió que Valcárcel «ha hecho un gran trabajo en
Europa y lo va a seguir haciendo».
Con ese 'lo va a seguir haciendo',
García desveló queriendo o sin querer la clave por la que Valcárcel
aparece tan sedado a pesar de que desde Murcia no ha recibido apoyos
para repetir en la candidatura europea: tendrá en compensación un
'puerta giratoria', que pronto se desvelará, de modo que la lealtad de
Valcárcel al PP está bien motivada, pues se trata de la empresa que lo
ha empleado toda la vida y que lo hará más allá de su jubilación.
Es
curioso que, en su día, allá por mediados de los 90, Valcárcel
utilizara el subterfugio del 'centro político' para distanciarse de la
derecha calerista (del líder histórico regional del partido, Juan Ramón
Calero) que no producía réditos electorales, y durante sus primeros ocho
años de Gobierno dio el pego.
Ahora, que es cuando el PP debería
aparecer más 'centrado' ante el avance de la ultraderecha, que hasta
ahora tenía amansada en su interior, se exhibe en los primeros actos
electorales con Aznar, el líder de la carcundia, en una contradicción en
términos.
Tratar de deshacerse de la imagen que Voz ha fabricado del PP
(la derechita cobarde) sacando de El Escorial al padre de la novia para
que quede claro que 'la derecha somos nosotros' es poco estimulante,
pues este tipo de líderes están muy averiados y, por lo demás, el
personal prefiere el original a la copia gastada.
Siempre
sería democráticamente preferible un Gobierno del PP a otro de Vox,
pero ¿cómo se compensa que el PP se convierta en Vox? Al final, parece
que todo consiste en que vuelve Aznar. Vaya plan.
(*) Columnista
https://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2019/04/07/derechita-cobarde-saca-pecho/1011650.html
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