Aunque ningún comentario que denote preocupación o inquietud se
escapa fuera de los muros de la residencia oficial de los Reyes en el
recinto del Palacio de la Zarzuela, eso no hace que desaparezca la
sombra de la incertidumbre en la Casa del Rey acerca de los resultados
que arrojarán los próximos comicios del día 28 de Abril.
A ninguno de
los integrantes del equipo de alta dirección de la Jefatura del Estado,
incluido el propio monarca, se les ha olvidado el largo periodo plagado
de dificultades que hubo que afrontar tras las elecciones generales de
2015, en el que el Rey recibió el no como respuesta del líder del
Partido Popular, Mariano Rajoy, al encargarle que intentara formar Gobierno por ser el partido más votado.
El rechazo del rey Felipe a convocar nuevas elecciones de forma inmediata y el encargo que hizo al dirigente socialista Pedro Sánchez
de que se ocupara él de conseguir la formación de un nuevo Gobierno
abrió un serio paréntesis temporal de provisionalidad institucional, que
derivó en la convocatoria de nuevos comicios seis meses más tarde, en
junio de 2016.
En ese semestre de pausa estéril, en el que el Rey se constituyó en
el árbitro y moderador que la Constitución le otorga como papel
político, el monarca tuvo que hacer acopio de prudencia, sentido común y
sensatez para capear el mayor temporal de crisis política por la que
había atravesado España desde la transición de la dictadura a la
democracia.
Fueron muchas las consultas que don Felipe hubo de hacer con
los representantes de las fuerzas políticas que habían obtenido escaños
en el Congreso. Y no todos esos líderes de partidos eran muy
partidarios de la monarquía sino más bien todo lo contrario. Algunos de
ellos, a la salida del despacho del Jefe del Estado, se permitieron
hacer fuertes críticas a la institución a la que en sus programas
electorales declaraban estar dispuestos a derrocar.
Tampoco faltaron los daños colaterales para la propia institución de
la Corona, en un momento en el que el equipo de la nueva pareja real
buscaba la proyección internacional de los recién proclamados reyes, y
que tuvo que cancelar dos importantes visitas de Estado a las dos
grandes monarquías mundiales: la británica, con la monarca más longeva
de la Historia del Reino Unido, y la japonesa, con los emperadores del
milenario trono del crisantemo.
Los pronósticos que ahora se manejan acerca de los resultados del 28
de Abril no son muy halagüeños, ya que no se ve de forma clara quien
podrá formar gobierno después de las elecciones, y ninguna de las
fuerzas políticas mayoritarias parece que pueda obtener suficientes
escaños como para gobernar sin más.
Este tiempo de Cuaresma, por tanto,
puede estar siendo de preparación para Felipe VI para
afrontar de nuevo un periodo complicado en el que tendrá que echar mano
de nuevo a su capacidad de arbitraje que la Carta Magna le atribuye
junto con la de moderación. No lo tiene fácil el Jefe del Estado.
(*) Periodista
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