La repugnante imagen de la Policía Local del municipio sevillano de Coripe cargando las armas para tirotear a un muñeco de tamaño real del president en el exilio, Carles Puigdemont,
que este domingo se ha hecho viral no es una anécdota, ni una
diversión, ni tampoco un hecho menor.
Es el odio en estado puro de
quienes a lomos del 155 de la Constitución emprendieron una batalla
contra el independentismo y sin rubor alguno iniciaron una represión sin
precedentes en un país democrático para aniquilar la voluntad de
soberanía del pueblo de Catalunya.
Puigdemont encarna, en su condición de president de la Generalitat
del momento, aquella rebelión pacífica del pueblo de Catalunya y es
obvio que su exilio y las derrotas judiciales a las que ha sometido al
estado español han puesto de los nervios al deep state y
continúa siendo la principal pieza de caza mayor a batir.
El muñeco que
imita a Puigdemont aparece con una estelada desde los hombros hasta los
pies y lleva también un enorme lazo amarillo. Todo ello se quema y se
fusila en medio de la juerga y el bullicio de los habitantes de Coripe,
un municipio que gobierna el PSOE con mayoría absoluta. Sí, el PSOE de Pedro Sánchez, que hasta la fecha no tiene nada a decir de la simulación del fusilamiento, igual que el PSC, que tampoco ha dicho nada del alcalde de su familia política.
Tanto odio no es ni normal, ni natural. No hay que atribuirlo
únicamente a PP, C's o Vox. Coripe es un ejemplo con su
mayoría socialista. Hay que esperar que la fiscalía, que con tanta
celeridad actúa contra los políticos independentistas, tenga algo que
decir.
Miguel Ángel Rodríguez, el famoso portavoz del Gobierno con
José María Aznar, ya declaró en 2014, refiriéndose a otro president de
la Generalitat, en aquel momento Artur Mas, en tono despectivo, lo
siguiente: "Quiere ser víctima de alguien. Lo que le falta es un
fusilamiento. Quiere que le detengan".
Le salió gratis.
Nada sale tan barato en España como insultar a los independentistas.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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