No hay discusión. La novedad de esta campaña es la ausencia
radical de discusión. No hay debate. Hay monólogos, insultos y escenas.
Escenas en busca del conflicto de baja intensidad con los
intransigentes, para ser exhibidas en internet. Escenas que escapan al
control de los estados mayores, como la quema y ejecución de un muñeco
de Carles Puigdemont ayer, domingo de Resurrección, en la localidad
sevillana de Coripe, con alcalde socialista. La Quema de Judas, fiesta
declarada de Interés Turístico Nacional.
En ediciones anteriores fueron
ejectutados en Coripe personajes tan dispares como Rodrigo Rato, Eva
Sannum, Iñaki Urdangarín y el asesino de Marta del Castillo. Insultar a
un político en la plaza de un pueblo puede ser calificado de
terrorismo, si conviene. Ejecutar a tiros la imagen de otro político es
folklore de interés nacional, si conviene. Vuelve Celtiberia Show,
aquella memorable sección de Luis Carandell en la revista Triunfo.
No hay discusión y este puede ser el agujero negro de las
encuestas, señala Manuel Campo Vidal, periodista de larga trayectoria
que ha seguido todas las campañas electorales desde 1977. “El voto
oculto puede existir para todos los partidos, aunque parece detectarse
más en favor del PSOE, del Partido Popular y muy especialmente de Vox.
Voto oculto del PP porque duele la corrupción. Del PSOE porque la
campaña de acoso ha sido tan cruda para Pedro Sánchez, con más insultos
que argumentos, que hay personas que se inclinan por esa opción sin
ganas de discutir con su entorno. La crispación mata las conversaciones.
Pero la sorpresa puede ser Vox: el gran incendio en la derecha”.
Tiene razón Campo Vidal: la discusión política está
muriendo en España, y también en otros países europeos. En Italia, el
ministro del Interior, Matteo Salvini, se fotografiaba ayer con un
fusil ametrallador en la mano para difundir por internet un mensaje de
seguridad ante el evidente agotamiento del Gobierno de cohabitación con
el Movimiento 5 Estrellas. Los dos populismos italianos se detestan y no
tardarán en romper.
“Se avecinan las europeas y se lo inventaran todo
para frenar a il Capitano [Matteo Salvini], pero estamos armados y
llevamos casco”, ha escrito en un tuit el jefe de propaganda de la Liga,
Luca Morisi. Una provocación perfectamente estudiada. Al cabo de unas
horas, miles de usuarios de las redes sociales calificaban de “fascista”
al Capitano.
Este es el juego que ha instaurado la victoria de Donald
Trump. Si Calígula es elegido emperador, diez mil calígulas florecen en
las provincias del imperio. Tengámoslo claro: las elecciones del 28 de
abril versan sobre la implantación del modelo Calígula en España. Ahora,
o dentro de tres o cuatro años.
No hay conversación. Hay monólogos, insultos y
escenas. Ese es el futuro que nos aguarda, pero aún hay resistencias en
la sociedad. La destrucción de una cultura política no se produce en dos
días. Ganará el debate de esta noche el candidato que sepa dirigirse a
todo el país, ni que sea por ultima vez.
(*) Periodista y director adjunto de La Vanguardia
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