No deja de ser curioso que haya sido al ministro de Asuntos Exteriores español, Josep Borrell, a quien se le haya provocado el mayor incendio con la vecina Francia a raíz de la publicación del manifiesto de los 41 senadores
galos pidiendo la intervención del país y de las autoridades de la
Unión Europea en el conflicto catalán.
El hombre que presume de los
mejores contactos en la esfera internacional y que ha puesto en marcha
el lobby gubernamental de España Global para defender los
intereses del Estado y contrarrestar el discurso independentista, ha
recibido un gol por toda la escuadra.
De aquellos que hacen daño y que,
todo hay que decirlo, no recibieron ninguno de los ministros de Asuntos
Exteriores del PP. Ni el siempre polémico José Manuel García-Margallo ni
el inexpresivo y vacilante Alfonso Dastis, aquel ministro al que le
pasó por encima la BBC y Sky News tratando de demostrar que no había
habido violencia policial el 1 de octubre y que todo habían sido unas fake news muy bien preparadas por el independentismo.
Un amigo francés, con el que establecí una buena relación en mi
reciente etapa en París, me recordaba este lunes lo relevante de la
iniciativa de los 41 senadores franceses por lo excepcional del hecho
que parlamentarios de un país de la UE se pronuncien en contra de otro
socio europeo. Si, además, lo suscriben parlamentarios de todos los
grupos políticos en la Cámara y de todas las regiones aún es más
llamativo y también explosivo en un país como Francia.
Un diplomático
extranjero residente en Madrid de un país de la UE me llamaba
recientemente la atención con la siguiente frase: "Es, con el Brexit, el asunto que estamos siguiendo con mayor interés".
Se refería al conflicto catalán, que aunque los gobiernos hacen lo
posible por alejarlo de la agenda mediática no deja de estar
permanentemente presente en los medios internacionales.
La reacción de Emmanuel Macron en auxilio de España y
de su unidad territorial así como la de su ministra de Asuntos
Exteriores, Nathalie Loiseau, en la misma dirección y en defensa de la
Constitución española, no son más que la respuesta de un socio europeo
ante la llamada de auxilio del Estado español. Si la reacción de los 41
senadores franceses ha sido todo un bofetón al Estado español, la
reacción de las autoridades galas ha sido insuficiente para que Borrell
se recupere del golpe recibido.
A unos cientos de kilómetros, el president en el exilio, Carles Puigdemont, visitaba la prisión alemana de Neumünster,
en la que permaneció retenido hace ahora un año mientras las
autoridades judiciales germanas analizaban la orden de extradición
cursada por la justicia española.
Puigdemont ha querido volver a lo que
fue el mayor éxito del exilio catalán y todo un revés de los tribunales
germanos al Supremo y a los jueces Pablo Llarena, Manuel Marchena,
Carmen Lamela... El eje París-Berlín ha tenido su propia dinámica aunque
Macron y Merkel a buen seguro habrían querido otra cosa: salir al
rescate de Pedro Sánchez y de Mariano Rajoy.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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