La investigación policíaca contra Pablo Iglesias es una infamia
nacida en el entorno del ministerio de Interior de Jorge Fernández Díaz y
de su equipo policial, bajo la presidencia de Mariano Rajoy.
Y cuando Dolores Cospedal le encargaba al comisario Villarejo el
espionaje de sus compañeros, Arenas entre otros, a pagar (‘baratito’,
decía su marido López del Hierro) con dinero del PP. Lo que permite
sospechar que la policía política de Fernández Díaz también se pagó con
el dinero público de todos los españoles y en este caso nada baratito.
En esta investigación judicial hay que llegar hasta el final y está
claro que Pablo Casado se teme lo peor y por ello ha dejado fuera de sus
listas a los citados en la operación Kitchen, empezando por Cosidó y en
eso hizo bien.
Pero esa purga la ha extendido Casado, con la asesoría vengativa de
la ‘Villareja’ Cospedal, a otros diputados de valía del PP por el mero
hecho de haber apoyado a Santamaría o por no pertenecer al círculo de
los amigotes y niñatos pijos de Casado.
Y ‘quien con niños (o niñatos) se acuesta…’ ya se sabe lo que pasa.
Lo de Adolfito, que no es más tonto porque no entrena, y lo del aborto
post parto en Nueva York y de los neandertales es de traca. Y todo esto
se veía venir por parte del usurpador del buen nombre de su padre, que
además es gafe.
Y lo de la bronca de Aznar y su pretendida mirada irresistible frente
al que fue su héroe Santiago Abascal (‘es un chico con muchas
cualidades’, dijo José María) también era de esperar. Y debería continuar
en ese duelo al sol de miradas sobre la ‘derechita cobarde’ en el que
el de Vox tiene todas las de ganar.
Porque la mirada torva de Aznar está cegada por el odio y las
mentiras de la II Guerra de Irak y del 11-M, y ni siquiera alcanza a ver
los lejanos desiertos y remotas montañas de las que tanto hablaba
mientras salía del poder por la puerta de atrás.
La guinda de todo esto y de sus candidatos amigotes, tertulianos y
toreros (si al menos hubiera fichado a José Tomas), la ha puesto Pablo
Casado con pase del desprecio y la oferta del ministerio de Exteriores a
Albert Rivera, lo que es otro disparate del líder aprendiz del PP.
Todo ello mientras Pedro Sánchez se pone de perfil y calla como un
muerto ante las machadas de Iceta, Obrador y Torra, demostrando una vez
más que Sánchez no es presidente de España sino de Sanchilandia. Y que
de todo lo demás se ocupe el ministro Josep Borrell ahora convertido en
el bombero de los incendios del PSOE.
El Borrell al que Sánchez manda al destierro de la lista europea a
petición de Torra y después del veto de Iceta para que no encabece la
candidatura de Barcelona como sería lo más lógico y natural. Temeroso
Sánchez, también y con razón, de que tras el 28-A Albert Rivera proponga
como condición para un pacto con el PSOE la presidencia de Borrell, lo
que no estaría nada mal.
(*) Pseudónimo de un veterano y prestigioso periodista cordobés
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