En el Mobile World Congress en
Barcelona se ha celebrado un vals de descortesías y desplantes,
explotados por los medios según les conviene, para tirar contra Torra y
los independentistas o contra el rey y los dependentistas.
Tras
el ridículo de ayer con el rey predicando la buena nueva de la
democracia española, tomaba el relevo con la matraca el incansable
ministro de Asuntos Catalanes, Borrell. Siguen sin entender su patética
situación; lo que ve todo el mundo. Cuanto más presumes de democracia,
más se ve que careces de ella.
Por muchos correveidiles ideológicos que
repartas por el ruedo a defender lo indefendible, no evitarás el
ridículo. Y por muchos chiringuitos exteriores de propaganda que montes,
la imagen de España seguirá coincidiendo con la realidad de un país con
presos y exiliados políticos, como siempre.
Ya señalamos ayer que en un congreso de nn.tt.
el monarca podría haber hablado del tema en lugar de seguir arreando la
burra de la democracia que, como la de Balaam, se niega a caminar por
más palos que le propine su amo. Por no decir ya la lamentable
obstinación de un reyezuelo empeñado en imponer a la fuerza su presencia
en donde no es bienvenido.
Podría haber hablado, por ejemplo, de la
inteligencia artificial, de la que hay abundante exposición en el
congreso. Incluso haber preguntado si se puede comprar alguna porción,
ya que él, de la natural, anda escaso.
Aunque,
para necesidad de inteligencia, la del joven Casado, que lleva una
temporada diciendo disparates de todo orden y desorden mental por las
Españas. No hay tema en el que no desbarre por una pendiente de
ignorancia, odio y amenaza. Ahí tienen ustedes a este pisaverde soltando
verdaderos desatinos sobre la inmigración, el separatismo, el aborto,
Latinoamérica, el salario mínimo, la corrupción. No hay tema en el que
no demuestre que no sabe lo que dice pero lo dice con muy mala
intención.
Ese
discurso ultrarrepresivo que amenaza con un 155 ilimitado (en el tiempo
y en el espacio, es de suponer), en realidad es un estado de excepción
permanente. Justo al dedillo lo que profetizaba Agamben en Estado de excepción, allá por 2003: el estado de excepción como forma normal de
gobierno hoy.
Y justo, por la razón que el filósofo explicaba: la
incapacidad del Estado de mediar entre el derecho y la violencia a
través de la política. Lo que ha quedado patente en el proceso del 1-O:
el "derecho", apoyado en la violencia, pretende condenar la política,
cerrar la vía al diálogo.
Lo
reitera el mismo Casado: Sánchez se ha vendido a los independentistas
porque dialogaa con ellos y bien claro está que con los separatistas no
puede haber, ni habrá, diálogo alguno.
Este españolísimo cierre tajante
tiene una vertiente más liviana y como de comedia del absurdo, cuando la
señora Arrimadas va a Waterloo a decir a Puigdemont que no tiene nada
que decirle porque ella no habla con prófugos. Hubiera sido quizá mejor
que se quedara en su casa y aprovechara algún descuento de inteligencia
artificial.
Sí,
mucha inteligencia artificial necesita el barbián Casado ya que de la
natural aun tiene menos que el rey. Parte del Estado de excepción es "ilegalizar los partidos independentistas".
Añádase controlar los medios públicos de comunicación y desguazar el
sistema educativo catalán.
Si esta hechura de Aznar (padre de la Ley de
partidos políticos que Casado quiere activar) gobernara, lo que propone
no es, en realidad, el 155, ni siquiera el stato d'eccezione
agambegiano. Propone la dictadura sin más. Material e ideológica.
Porque, además de los partidos independentistas, querrá prohibir todo lo
independentista: asociaciones, clubes, casals, editoriales, periódicos,
revistas, manifestaciones, etc. Adiós a la libertad de expresión.
Y
tendrá que arbitrar castigos para quienes no respeten las prohibiones:
exilios, cárceles, multas. Tendrá que llenar Catalunya de presidios.
Esa
es la perspectiva. Y, frente a ella, el independentismo puede hacer lo
que quiera y debatir como le parezca, pero sin merma de la unidad de
acción. El bloque independentista tiene una línea, un objetivo y una
responsabilidad acordada desde el principio. Todo lo que sea sumar
voluntades de fuera adentro será bienvenido; no así la suma de dentro
afuera, pues no es suma, sino resta.
No
bastará al señorito con la inteligencia artificial. Necesitará la
divina, incluida su omnipotencia. Y, aun así, no podrá hacerlo porque ni
Europa va a permitirlo, ni Catalunya consentirlo.
Lo de Europa se irá viendo. Lo de Catalunya está visto.
Ni un pas enrere. Donec Perficiam.
Lo de Europa se irá viendo. Lo de Catalunya está visto.
Ni un pas enrere. Donec Perficiam.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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