¡Qué lata dieron los socialistas al
llegar al gobierno! Con ellos llegaba la "normalidad". Ahora tenemos
los mismos presos, exiliados y embargados políticos que antes y, además,
cuatro en huelga de hambre que dura ya diez días. La calle en
efervescencia. La policía otra vez de camino en nuevo "¡a por ellos!".
Con la primera vez no tuvieron bastante. Vienen más piolines. Entre
tanto el gobierno amenaza al presidente del otro gobierno con "medidas
legales" por lo que ha dicho o dejado de decir en otro país. Y no iban a
judicializar un problema político.
Será normal, pero con la normalidad que reinaba en el barco de los locos.
Una
parte del país acaba de elegir al partido de un señor Abascal que exige
abolir las autonomías, ilegalizar las asociaciones independentistas y
actualmente se propone encarcelar al presidente de la Generalitat. No
vamos a decir que la situación sea nueva. Los presidentes de la
Generalitat suelen ir a la cárcel, en donde los meten gobernantes
españoles de todo credo e ideología para los cuales el independentismo
es un delito, un crimen.
Una
consideración desapasionada, con racionalidad de teoría de juegos,
aconseja al Estado cambiar radicalmente de actitud porque con esta solo
puede perder. Considérese: cada uno de los dos oponentes,
Generalitat/Estado, tiene dos posibilidades/resultados: perder o ganar.
Pero no del mismo modo. Si el independentismo gana, gana todo y esa
perspectiva lo impulsa a correr más riesgo de perder porque tampoco
pierde mucho pues no tiene nada.
Si
el unionismo pierde, teme una espiral de fragmentación posterior que
acabe con la misma España y ello le lleva a emplear más fuerza en ganar,
pero una victoria obtenida por la fuerza no es necesariamente justa ni
segura.
El
Estado prepara un overkilling para el día 21. Mucho mejor fuera que nos
lo ahorrara, reuniera su consejo de ministros en La Moncloa y
tuviéramos la fiesta en paz. Como eso es mucho pedir, solo un modesto
ruego: hagan todo el ridículo que quieran, pero, por favor, no ataquen a
la gente.
Solo queremos vivir en paz, sin que nos obliguen a ser lo que no queremos ser.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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