CIUDAD DEL VATICANO.- El Informe Viganò podría haber levantado la veda del secreto de
oficio vaticano, y Roma se llena de rumores esperando la siguiente
‘bomba’, quizá surgida del dossier encargado por Benedicto XVI sobre la
corrupción en la Curia y nunca hecho público, especula hoy https://infovaticana.com.
Quizá lo más
sorprendente del Informe Viganò sea que no es sorprendente en absoluto,
salvo en una cosa: que un arzobispo curial tan alto en el escalafón haya
violado su juramento de secreto de oficio para acusar al Papa y a la
Curia y pedir la dimisión del primero.
Por lo demás, el contenido
de las acusaciones, verdaderas o no, es poco o nada sorprendente. Que la
Curia conociera lo que conocían tantos, lo que, al final, tenían la
obligación de conocer, no debería resultar tan llamativo. Lo hemos
vivido ya, con Juan Pablo II, sin contar con que la jerarquía
eclesiástica tiene fama de poseer un excelente servicio de información
interna.
Lo que cuenta Viganò (en la imagen) podrá, naturalmente, ser mentira, pero una
mentira eminentemente verosímil que se compadece extraordinariamente con
situaciones que ya vivimos en 2002 y hechos con los que se especulaba
desde hace tiempo, porque son lógicos y tienen sentido: si ha habido
obispos que han pagado extrajudicialmente para solventar denuncias
judiciales contra McCarrick, es de razón que no lo hicieran a título
individual y que informaran a sus superiores, como han aclarado que
hicieron, por otra parte.
Viganò ha ‘pecado’, de eso no hay duda,
al violar el secreto de oficio. O, quizá, podría alegarse que ha
‘discernido’, que ha optado por no ser un semipelagiano rígido de rostro
amargado obsesionado por el cumplimiento de las normas.
Y es que la
‘nueva dispensación’ que parece ofrecer Su Santidad puede mostrarse como
una espada de doble filo, en el sentido de que no todos van a discernir
los asuntos de conciencia de la misma forma.
Y ese es el peligro
ahora, que haya más altos funcionarios vaticanos que disciernan en el
mismo sentido, y que se tomen más en serio las palabras del Pontífice
cuando exalta la apertura y la transparencia que el viejo y hasta ahora
escrupulosamente mantenido secreto de oficio. Que se rompa el dique, en
fin, y se filtren muchos otros confidenciales con consecuencias aún más
explosivas.
Hoy en Roma, caldera de rumores, se habla sobre todo
de tres, que probablemente sean o procedan del mismo. El primero sería
un dossier sobre el cardenal americano Kevin Farrell, que vivió seis
años en el mismo domicilio que el ex cardenal McCarrick cuando era
entonces su auxiliar en Washington, que escribió un elogioso prefacio
para el libro ‘Building a bridge’ del jesuita homosexualista Padre James
Martin, a quien invitó como ponente estrella al desastroso Encuentro
Mundial de las Familias de Dublín.
Farrell, cuando estalló el escándalo
McCarrick, dijo no sospechar nada de las andanzas de su buen amigo y
protector y mostró una sorpresa que ha convencido a pocos.
El
segundo sería meramente una lista: nombres y cargos de los clérigos y
prelados gays en el Vaticano que presuntamente formarían la red
homosexual que estaría presionando para que la Iglesia cambie su
concepción de la sexualidad humana.
Pero este segundo -al igual
que, probablemente, el primero- solo podría salir del Santo Grial de los
informes confidenciales: el encuadernado en rojo, 300 páginas, que el
Papa Benedicto entregó a su sucesor para que hiciera con él lo que
creyera oportuno.
Sí, suena novelesco y hasta conspiracionista,
pero no hay nada de ello: todo está debidamente publicado, incluso en
publicaciones oficiales de la Iglesia, y cualquiera puede consultar la
historia del famoso dossier de misterioso contenido. Solo las
interpretaciones difieren sobre esta curiosa saga.
Que comienza,
entre otros, con Viganò, entonces a cargo de la Gobernación o
Gobernorato, el organismo que administra el Estado Vaticano. El
Arzobispo se encontró con un verdadero patio de Monipodio en las
finanzas, corrupción económica que se traducía en un déficit de ocho
millones de euros cuando él mismo habría de convertir ese saldo en más
de treinta millones de superavit.
Viganó escribió a Benedicto para
denunciar esta corrupción, al tiempo que tomaba medidas para atajarla,
estropeando muchos negocios a gente importante de la Curia. Hasta que
algunos de esos mensajes, junto con otros que exponían igualmente la
corrupción de las altas esferas vaticanas, se filtraron a la prensa en
el escándalo conocido como VatiLeaks.
Se halló al culpable o, al menos, se encontró culpable y se condenó
al mayordomo personal de Su Santidad, que fue casi inmediatamente
indultado, lo que llevó a muchos a pensar que las filtraciones habían
sido aprobadas por el propio pontífice para iniciar una ‘operación
limpieza’.
El caso es que el asunto VatiLeaks dio a Benedicto una
razón -o un pretexto, si se quiere- para iniciar una investigación sobre
la corrupción en la Curia en particular y en la jerarquía en general,
investigación que encargó a tres cardenales: Julián Herranz, Jozef Tomko
y Salvatore De Giorgi.
El resultado fue el informe del que
hablamos y que, al parecer, junto a la corrupción económica había
encontrado muy extendida la corrupción moral entre representantes del
alto clero, especialmente en su vertiente homosexual.
El Vaticano
informó en su momento que el Papa había leído el informe y que había
decidido no hacerlo público, sino traspasarlo a su sucesor para que
hiciera lo que estimara conveniente. Unas semanas más tarde, de forma
sorprendente, Benedicto anunciaba su renuncia alegando que no se veía
con fuerzas para afrontar las reformas que la Iglesia necesitaba.
Y entregó el famoso informe a Francisco, que no solo no lo ha hecho público sino que, que sepamos, no ha vuelto a mencionarlo.
Pero
si el informe está a buen recaudo en poder de Francisco, o incluso si
ha pasado ya por la trituradora de papel, hay, como poco, tres personas
que lo conocen bien y que con toda probabilidad guardarán copia del
mismo: Julian Herranz, Jozef Tomko y Salvatori De Giorgi.
Y esta
es la ‘bomba’ de la que hablan ya publicaciones como Il Giornale, entre
otros muchos, que recogen el rumor que corre como la pólvora en la Roma
que se despide del verano y en la que, de creer a los alarmista, abundan
los prelados a los que no les llega la camisa al cuello.
De este
informe saldría casi con toda seguridad la ‘lista negra’ que amenaza con
hacerse pública y, probablemente, el informe que algunos esperan sobre
el cardenal Farrell.
El secreto de oficio -cubierto por sanciones
morales y canónicas- ha sido hasta ahora la salvaguarda de estos
secretos. Pero Viganò podría haber abierto la veda y muchos funcionarios
obligados por él quizá estén en este momento discerniendo, según la
doctrina de moda de la primacía de la conciencia, si no harán un mayor
bien a la Iglesia rompiéndolo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario