La política es compleja. Lo ha descubierto a los 100 días de llegar a la Moncloa Pedro Sánchez.
Y, en tono casi intimista, se lo explicaba este domingo por la noche a
Ana Pastor en la entrevista de La Sexta. No quedó claro si es compleja
por el asunto de su doctorado y las acusaciones de plagio o por la venta
de armas a Arabia Saudí, con la que ha tenido que tragar un gobierno
socialista con la excusa de que se salvaban puestos de trabajo.
Bombas
por empleos, nos vino a decir el presidente. Eso sí, de precisión son
las 400 bombas vendidas. En cualquier caso, debe de ser la primera vez
que se habla de la universidad en prime time, aunque sea por un asunto tan rematadamente chusco como la falsificación de currículums, los másteres no realizados de Casado, el doctorando de Rivera o el plagio de Sánchez.
El presidente compareció a la defensiva y dudo mucho que ganara o
perdiera votantes en la entrevista. Los votos se le están yendo por la
sensación de inacción del Gobierno y la provisionalidad. Nadie se fía de
un gobierno provisional y solo si Sánchez
es capaz de dar un golpe en la mesa y demuestra que puede mantener la
legislatura estará en condiciones de recuperar el control del timón que
ahora parece que se le ha escapado. Y, le guste o no, esto solo pasa por
un acuerdo con las dos formaciones independentistas en el Congreso de
los Diputados, Esquerra Republicana y el PDeCAT.
Sánchez tiene razón
cuando afirma que en el Congreso no hay una mayoría parlamentaria que
quiera elecciones, pero eso no es suficiente para que saque adelante los
presupuestos. La cuestión es qué está dispuesto a hacer para obtener
estos votos. Obviamente, el PSC votaría los presupuestos de la Generalitat,
con lo cual sería indiferente que los diputados presos pudieran ejercer
el derecho a voto o no, ya que habría una mayoría parlamentaria. Pero
eso no es suficiente: para Sánchez son imprescindibles los presupuestos, ya que se juega la vida, y para el Govern son solo muy importantes, que no es poco pero no es lo mismo.
El hecho de que Sánchez
diga que no puede hacer una afirmación sobre si los presos deberían
estar libres demuestra, al menos, una cierta incomodidad o una cierta
necesidad de moverse en la ambigüedad. Lástima que cuando apoyó el 155
no pensara, ni por un momento, que podría llegar a ser presidente. Pero
los presos ahí están. Ahí siguen. Y los Jordis, Sànchez y Cuixart,
han cumplido este domingo 11 meses de prisión provisional por unos
hechos que está meridianamente claro que no sucedieron como la justicia
trata de presentarlos.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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