Toda noticia de Catalunya que sugiera
algún tipo de disensión en el independentismo tiene garantizada
cobertura mediática española. Me extraña no ver alguna crónica de El País anunciando que Junqueras ha enviado los padrinos a Torra.
El
bloque independentista es una alianza de partidos con un objetivo
estratégico común pero que mantienen su plena libertad como partidos. Es
un bloque, no una fusión. Y en uso de su libertad, expresan sus
opiniones porque se trata de libertad de expresión.
La prensa quiere ver
en las observaciones de Junqueras advertencias más o menos ceñudas a
Torra, quién sabe si a Puigdemont y, en general, podría decirse, al
"exterior" desde dentro de los muros de la patria mía. Y Torra y
Puigdemont son muy libres de darse o no por aludidos.
Pero tampoco tiene mayor importancia. Al fin y al cabo habrá de reconocerse que lo que dice es estrictamente cierto en su visión histórica y la claridad y contundencia del independentismo republicano.
Otra cosa es que sea necesario recordarlo frente a "recién llegados" y
conversos. De nuevo observaciones que pueden escocer más o menos pero
también son ciertas en términos generales.
Otra cosa es asimismo hasta qué punto son justas en este caso concreto. Por si acaso, ya los del PDeCat recuerdan que el 1-O fue obra de todos
en respuesta a la afirmación de Junqueras dando preeminencia a ERC y
así fue en efecto, obra de todos; en especial de los millones de
personas que fueron a votar.
Pero
tampoco esto es muy grave. La carta de Junqueras advierte paladinamente
que se trata de dar prioridad a la efectiva realización de la República
Catalana. Algo con lo que los demás partidos del bloque independentista
están de acuerdo. La unidad de objetivo no está reñida con la libertad
de expresión; al contrario.
La
medida de la realidad de la República Catalana nos la dará la cantidad
que se recaude para depositar la desorbitada fianza impuesta por el juez
con amenaza de embargo de los patrimonios de los presos y exiliados
políticos en caso de impago.
El apoyo cerrado que da el pueblo catalán a
sus dirigentes encarcelados o exiliadas sin distinción alguna y
mantenido en el tiempo es la demostración palpable de su condición
nacional y su derecho a contar con un Estado que la proteja.
Algo que los carceleros no entienden ni entenderán.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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