Rajoy parece haberse convencido ya de que en España no lo quiere nadie.
Ni los suyos. Escasamente su familia y la fiel vicepresidenta. Pero esta
ya no le sirve de nada, pues le han aconsejado que no recurra ante el
Tribunal Constitucional los sondeos del CIS ni las encuestas de
intención de voto, ni las valoraciones de los líderes.
Mire hacia donde
mire, todo el mundo le da la espalda. ¡Ingratitud humana! Con lo que él
ha hecho por los ricos, los financieros, empresarios, delincuentes,
curas y organizaciones fascistas, al tiempo que ha castigado, anulado o
reprimido a "los del otro bando". ¡Y ahora quieren prescindir de él,
como si fuera una zapatilla vieja!
Pues parece haber decidido dar también aquí la batalla. Si hay que
luchar por la supervivencia se pasa al ataque sin contemplaciones y,
después de robar el fondo de las pensiones, se le dice a la gente que
ahorre si quiere tener alguna y también, de paso, para la educación de
sus hijos, para la que tampoco hay dinero porque se lo han fundido en
robarlo directamente, regalárselo a los bancos, invertirlo en obras
faraónicas inútiles o comprar armas a los yankies y voluntades políticas
en las cancillerías europeas en contra de Cataluña.
Antes o después del
presidente M punto Rajoy, los de su partido preparan el terreno.
Villalobos quiere sisar dos eurillos al mes a los suculentos salarios de
los trabajadores y no sé qué dama de las aseguradoras ya sugiere a los
jubilados que les regalen sus casas a cambio de la pensión de la que el
gobierno los ha despojado y sigue despojandolos.
No hay duda: esta unanimidad social en torno a la marcha de Rajoy apunta
a una situación de emergencia. Unanimidad que se refleja en la ínfima
valoración a lo largo de todo su mandato, siempre como el político peor
valorado, aunque a veces décimas por encima de Iglesias. Un presidente
del que todos quieren librarse, no solo por incompentente, sino por
desvergonzado y aburrido. Y una situación de emergencia porque a la
vista está que este hombre ha perdido todo control y corre en amok de un
lugar a otro destrozando lo que encuentra. Vamos a ver cuánto tardamos
en tener un conflicto diplomático con Bélgica a cuenta de Cataluña.
Catalunya es el nombre del episodio más catástrofico de la catastrófica
gestión de Rajoy. Un desastre sin paliativos originado en el
autoritarismo y la incapacidad política de un partido y un gobierno más
dedicados a esquilmar el país por todas las vías, legales o ilegales, en
provecho propio que a gobernar con algo de lo que Rajoy siempre presume
porque no sabe lo que es, el "sentido común". Cuando por "sentido
común" entiendes solo lo que te beneficia a ti, tu partido y tus amigos,
sucede esto, que te quedas sin país.
Junqueras dice que el mejor regalo que puede hacérsele (por los 100 días
encarcelados) es que haya un gobierno. Y en ello está el bloque
independentista. Habrá govern y sus circunstancias dependerán de
lo que decida el bloque indepe y de lo que las circunstancias más tarde
vayan aconsejando. Lo primero será pedir la retirada del 155 y lo
segundo, la cesación de todas las hostilidades represivas, con la
consiguiente liberación de los presos políticos y el retorno de los
exiliados. Son las condiciones ideales para iniciar una negociación
entre el Estado español y la Generalitat de Catalunya.
Sí, ya sé que decir esto suena a música celestial y que es seguro que no
se conseguirá o no se conseguirá todo. Pero eso no es una razón para no
plantear la exigencia, pues es justa y debe quedar constancia de ella.
Porque, en definitiva, mientras las cosas no cambien, la cuestión es
hasta dónde desarrolla su mandato republicano la Generalitat sin entrar
en nuevo conflicto constitucional con la Monarquía española, lo que
queda de la Monarchia Hispanica.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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