Hay que prestar atención a Ciudadanos. Hay que prestar
atención a la nueva relación dialéctica entre el partido naranja y el
partido azul. Albert Rivera ha aprovechado el acontecimiento catalán
para adelantar por la derecha a Mariano Rajoy, envuelto en la bandera
española. Los sondeos dicen que Ciudadanos le está pegando un buen
mordisco al veterano Partido Alfa.
Aunque los soberanistas catalanes no se lo crean, el
Partido Popular no está capitalizando en en términos electorales la
aplicación del 155. La derecha dura quería más firmeza. Quería un 155 de
largo recorrido, con intervención de los medios públicos catalanes y
medidas efectivas de control ideológico en escuelas e institutos. La
convocatoria de elecciones inmediatas en Catalunya les parece un error.
En su opinión, Rajoy está perdiendo la ocasión histórica de aplastar de
manera definitiva al soberanismo catalán y rebajar los poderes de la
Generalitat.
Todas las encuestas publicadas recientemente coinciden en
señalar que el PP se situaría hoy por debajo de las últimas elecciones
generales (26 de junio del 2016). Ciudadanos se le ha subido al lomo y
le podría estar arrebatando en estos momentos cerca de un millón de
votos, con especial intensidad en la España meridional, las dos Castillas
y Madrid.
El PP sigue siendo un partido oxidado por los casos de
corrupción, y a la fuga de jóvenes votantes (ciclo 2015-16) se le suma
ahora la de votantes derechistas de toda la vida que quisieran más mano
dura en Catalunya. ¿Quién enarbola la bandera de España más grande en un
país de balcones engalanados? Albert Rivera, sin duda alguna.
Algunos sondeos ya sitúan al partido naranja en tercera
posición, por encima del 20%, a cuatro puntos del PSOE y a ocho del PP.
Ciudadanos se ha puesto claramente por delante de Podemos en muchas
provincias de la España meridional e interior. Eso significa un buen
puñado de escaños. Si hoy se celebrasen elecciones generales, PP y
Ciudadanos sumarían mayoría absoluta gracias al efecto Catalunya.
Ya no
harían falta ni vascos, ni canarios, ni catalanes penitentes. Rajoy
seguiría al frente del Ejecutivo, prisionero de un Rivera robustecido,
que en estos momentos cuenta con la más afectuosa simpatía de José María
Aznar.
“No se fíe usted de Rivera, es el operador político de
Aznar y Aznar a usted no le quiere mucho”. Esta provocadora frase de
Pablo Iglesias durante la comparecencia de Rajoy en el Congreso el
pasado 11 de octubre, para informar sobre la situación en Catalunya,
provocó muchos murmullos en el hemiciclo. El presidente se mantuvo
impasible y enarcó ligeramente una ceja.
Rivera se refugió en sus
papeles, y algunos diputados del PP asintieron con la cabeza. Aznar no
escatima elogios públicos al joven líder del partido naranja, el último
de ellos en una reciente entrevista en la Cadena Ser. Hay motivo.
Ciudadanos es el partido que en estos momentos mejor expresa las ideas
de la fundación FAES sobre la cuestión territorial.
Rivera es hoy el más
genuino intérprete del pensamiento aznarista sobre el rearme nacional
español. Alrededor de Ciudadanos se está creando un joven círculo
intelectual con capacidad de perforación. No pocos damnificados de Rajoy
(Congreso de València del 2008) empiezan a ver en Ciudadanos el
instrumento de la venganza.
Envalentonado por las encuestas, Ciudadanos acaba de
levantar esta semana otra significativa bandera: votará no a la
renovación del cupo vasco, atrayendo la atención de otros partidos, como
el valenciano Compromís. Los temores del PNV se ven confirmados: el
seísmo catalán le puede acabar perjudicando.
Los nacionalistas vascos, sin embargo, cuentan con
una preciosa botella de oxígeno para que Rajoy puede alargar la
legislatura hasta la primavera del 2019 y haga coincidir las generales
con municipales y autonómicas. Todo de una tacada, a ver qué sale.
(*) Periodista y director adjunto de La Vanguardia
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