27 de octubre de 2017. 15 horas y 26 minutos. La presidenta del Parlament, Carme Forcadell, proclama que la Cámara catalana ha aprobado "constituir la República catalana como un estado independiente y soberano, de derecho, democrático y social".
El resultado de la votación ha sido de 70 votos a favor, 10 en contra y
dos abstenciones. Un total de 53 diputados habían abandonado el
hemiciclo sin ejercer el derecho a voto.
Con la proclamación de este
resultado y el canto de Els Segadors, Carles Puigdemont i Casamajó,
como 130 president de la Generalitat, cumplía el compromiso que asumió
en enero de 2016 al acceder a la máxima institución de Catalunya: pasar
de la posautonomía a la independencia. Para unos, un salto a la libertad
y a la plena independencia; para otros, un salto al vacío. Los próximos
días serán claves para saber si el Govern consolida posiciones y cual
es la respuesta del país. Cómo se pasa de la ilusión anhelada por mucha
gente a una situación de normalidad.
Sin duda, no será fácil. Entre otras cosas, porque el gobierno
español, amparándose en el artículo 155 de la Constitución que le ha
otorgado competencias excepcionales mediante el Senado, adoptó horas
después dos decisiones de calado: suspender de sus funciones al
president, al vicepresident y al Govern, disolver el Parlament y
convocar elecciones autonómicas para el 21 de diciembre.
Decapitar las instituciones catalanas, implementar la represión y
desbancar al independentismo en las urnas.
Pero las cosas no son tan
sencillas: ¿qué harán Puigdemont, Junqueras y el resto de consellers?
¿Intentarán ocupar sus despachos el lunes? ¿Se constituirán como el
gobierno legítimo aunque no puedan acudir al Palau de la Generalitat y
a las conselleries? Y también, ¿concurrirá el independentismo a esas
elecciones? No hay una decisión prefijada ya que el anuncio ha cogido
por sorpresa a todo el mundo. Sin embargo, muchos sostienen que no
deberían concurrir.
Disuelto el Parlament, habrá también que ver si la Asamblea de
Electos, creada ante una eventualidad como la apropiación de las
instituciones catalanas, cobra protagonismo en esta nueva etapa. Pero el
Govern ha decidido dejar reposar el vértigo de estas últimas jornadas.
Así, este viernes ha sido un día de celebración festiva en muchos
municipios catalanes, muy lejos de las reivindicaciones de estos últimos
tiempos.
Aunque la nueva República catalana no contó con ningún apoyo
internacional, el Govern estaba tranquilo y la consigna
era: calma. Tanta, que el president Puigdemont después de una larga
reunión con los consellers y las entidades soberanistas se desplazó como
cualquier otro día a dormir a Girona. Lo mismo hicieron todos los
consellers: cada uno a su casa.
Será a partir del lunes cuando la Fiscalía cuenta actuar contra el
Govern y la Mesa del Parlament. Sobre la mesa del fiscal general del
Estado, un escrito con varios delitos. Entre otros, el de rebelión, con
penas de hasta 30 años de prisión. El Estado español ya ha dicho que no
va a parar. Falta por ver si la habrá y cual será la respuesta de la
ciudadanía. Las entidades soberanistas tan solo han dado una pista:
"Esta semana será muy importante y hay que coger fuerzas".
El hijo del pastelero de Amer, tozudo, imprevisible y osado ha
cumplido su sueño. Ha dicho en alguna ocasión que hubiera querido ser
astronauta. Quizás hubiera hecho carrera pero para un independentista
convencido como él, seguro que no hay nada como tocar el cielo. Y eso
solo lo podía conseguir como president de la Generalitat.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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