El
movimiento independentista catalán se ha lanzado de cabeza a la
convocatoria y celebra ción de un referéndum de
autodeterminación en unos momentos en que los resultados de
otras consultas del mismo tipo, celebradas no hace mucho en el
ámbito soberano del Reino Unido, muestran la capacidad de
desestabilización que las llamadas al decisionismo
voluntarista tienen sobre el curso normal de la vida política
interna de un país, lo que casi siempre conlleva el riesgo de minar la
confianza depositada por los otros gobiernos sobre el ejecutivo
que las invoca.
Primero
fue el referéndum sobre la independencia de Escocia, de 2014, a
continuación (2015) elecciones generales en el Reino Unido, luego el
referéndum sobre la salida o permanencia del país en la Unión Europea en
marzo de este año, y por fin las elecciones generales del pasado 8 de
junio, para reforzar a la primera ministra Theressa May ante sus
negociaciones con Europa. Desde esos cuatro acontecimientos el Reino
Unido ha visto disminuida su capacidad de influir y crear confianza en
los socios europeos.
Faltan apenas unos días para que RU y la UE deban dar comienzo a las
negociaciones a que les obliga el resultado del referéndum del Brexit,
pero la primera ministra tiene como inesperada materia de urgencia - por
no haber obtenido su partido la mayoría en la House of Commons - formar
gobierno con los diez diputados del protestante Partido Unionista
Democrático (PUD), de Irlanda del Norte.
May había concebido la convocatoria de elecciones como un refrendo de
su figura política y como respaldo a su propósito de plantear a la
Unión un Brexit ‘duro’. Su acuerdo con el PUD tendrá el efecto indeseado
de poner en alerta a un gobierno de la República de Irlanda, celoso de
sus prerrogativas como miembro de la Unión y renuente a perder los
efectos pacificadores que la pertenencia de los dos países a la Unión
iba a tener sobre el conflicto histórico entre Dublin y Londres por
causa de Irlanda del Norte. Gerry Adams, uno de los líderes históricos
del partido Sinn Féin, ha previsto que como reacción al reforzamiento
del partido protestante, el Ulster deberá celebrar pronto un referéndum
sobre su unión con Dublin.
Las relaciones entre las dos Irlandas pueden verse complicadas en el
curso de las negociaciones de Londres con Bruselas. El 60% de los
ingresos de los agricultores norirlandeses proceden de subsidios de la
Política Agrícola Común; o se renegocia su continuidad, o la agricultura
de Irlanda del Norte se arruinará. El 57% de las exportaciones
norirlandesas van a la Unión. Si Belfast pierde o ve mermado ese
mercado, el unionismo con Irlanda se reforzará previsiblemente. Otro
capítulo que sufrirá son los fondos destinados por Bruselas a proyectos
que promueven la integración económica de las dos Irlandas.
Cualquier alteración de la situación actual lastimará más a Irlanda
del Norte que a la República: la economía de ésta última es una de las
más competitivas de la Unión.
El único consuelo para los partidarios de un Reino Unido ‘unido’ es
el debilitamiento sufrido por el Partido Nacionalista Escocés (PNE) en
las últimas elecciones: el PNE sufrió el pasado día 8 la pérdida de 21
de sus 56 escaños en la House of Commons, y se estima que eso se ha
debido a la insistencia del anterior líder nacionalista, Alex Salmond,
en que el Brexit debía dar lugar a otro referéndum de autodeterminación.
Volviendo a Cataluña, la fiebre independentista subió un grado más
este domingo bajo la resolución de celebrar a toda costa un referéndum
de autodeterminación, prometido por el gobierno de Carles Puigdemont
para el 1 de octubre próximo. El anuncio llega pocos días después de que
la última esperanza de que el ‘procés’ encontrase apoyo exterior se
desvaneció al remitir la Comisión de Venecia la pretensión de
independencia a su resolución por medio de las leyes españolas, como
prevé la Constitución vigente todavía en Cataluña.
La apelación del entrenador de fútbol Pep Guardiola a la comunidad
internacional para que apoye un referéndum de autodeterminación, al
dirigirse a 30.000 nacionalistas reunidos en Barcelona, para levantarles
los ánimos de cara al próximo octubre, es poco probable que sea
atendida por una Europa sumida en las consecuencias de tantos
‘referenda’ y elecciones plebiscitarias que tienen al proyecto europeo
estancado.
Y como Europa no parece por ahora prestar mucha atención a esas
aspiraciones, sumida como está en dar soluciones a problemas urgentes
creados por un exceso de carga emocional como son los referéndums, Jordi
Sánchez, el presidente de una de las entidades convocantes, la Asamblea
Nacional Catalana, quiso poner una nota de heroísmo al acontecimiento:
“No hay suficientes cárceles para meter dentro a todo un pueblo”.
(*) Periodista
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