Ha sido una semana como una traca de
feria. Estalló el primer cohete el lunes con la dimisión de la lideresa,
a quien la historia se ha tragado por el escotillón más sucio, y
siguieron los demás en cadena. La desaparición de la grande de España
dejó expuesto al grandísimo de la misma tierra, Rajoy, y a él apuntó el
segundo cohete Pedro Sánchez al pedir su dimisión como responsable
último de este tragicómico desbarajuste.
Un par de días después, los de
Podemos, que no quieren quedarse atrás, añadían dos huevos duros y el
tercer cohete al anunciar una moción de censura.
La propuesta ha provocado reacciones que, a fuer de precipitadas,
delatan lo que sus autores hubieran querido celar.
Así, la candidata
Díaz, que va muy mal en las primarias y no sabe cómo remontar, dictamina
que la moción de censura es un nuevo numerito de Pablo Iglesias; como
siempre confundiendo realidad con deseos porque, en efecto, la moción
es un número, pero no un "numerito" sino un "numerazo", sobre todo para
el PSOE de la gestora, el de Díaz y su lamentable grupo parlamentario.
Pues, al votar que no a la moción de censura,
quedan con todo el plumero al aire al probarse que la abstención,
definitivamente, era un voto "sí" a Rajoy. Y al PP. Y a la corrupción.
Pedro
Sánchez ha reaccionado con más cintura y, en su línea de exigir la
dimisión del responsable del desastre, con la que puso en marcha esta
dinámica, pide la comparecencia de Rajoy antes de la moción de censura.
Ya lo había hecho antes por carta a la junta gestora obteniendo también
por carta la sintomática respuesta de que no había lugar a la
comparecencia urgente del suprascrito porque ya estaba registrada una
petición de comisión en la que bla, bla, bla.
Ahora,
la petición de comparecencia urgente se hace como preludio a la moción
de censura, esa que Díaz (los dioses le conserven la vista) considera un
"numerito" y, con ello, Sánchez prueba que es posible una colaboración
de la izquierda al tiempo que muestra mayor conocimiento del asunto que
su competidora.
Porque
la moción es inevitable. UP reúne los requisitos. Otra cosa es que se
gane. Si el PSOE vota "no" o se abstiene, desde luego, no se ganará.
Pero las mociones de censura en España, aunque se llamen constructivas o
quizá precisamente por ello, no se hacen para ganarlas, sino para
presentar una alternativa y hacerla triunfar luego en elecciones o
destruirla. Dos mociones ha habido hasta la fecha, una políticamente
triunfadora: la opinión descubrió en Felipe González un presidente y lo
eligió después. Cinco años más tarde, en Hernández Mancha un no
presidente y el PP siguió perdiendo elecciones.
Siendo inevitable, la moción es, además, absolutamente favorable a quienes la presentan porque disponen de tiempo ilimitado para
defenderla, primero uno de los diputados firmantes y, luego, el
candidato alternativo a la presidencia del gobierno, en este caso,
presumiblemente, Pablo Iglesias. Los demás grupos parlamentarios,
incluido el del gobierno, tienen cada uno un tiempo tasado de media hora
y un turno de réplica. O sea, nada. Después se vota y está claro que
triunfarán los contrarios a la moción (a un coste especial para cada uno
que, en el caso del PSOE, será inmenso), pero será una victoria
pírrica.
¿Cómo calibrar el efecto de un discurso de UP desde la tribuna del Parlamento sin límite de tiempo?
Y no estoy insinuando que pueda darse un acto de filibusterismo ni nada
parecido. Estoy diciendo que UP ha saltado ágilmente sobre la ocasión
de hacer una enmienda a la totalidad a lo que llaman el "regimen" o el
sistema político de la IIIª restauración en la que llevamos viviendo a
regañadientes los últimos años en su versión neofranquista. El único
enemigo que tiene UP lo lleva dentro, en la tentación a la demasía, la
falta de contención y de ecuanimidad. Todo lo cual puede convertir un
anhelado triunfo, modelo Felipe González, en un desastre político,
modelo Hernández Mancha. On verra.
La
petición de Sánchez de comparecencia de Rajoy previa a la moción de
censura lo sitúa en la proximidad a esta, pero sin eficacia práctica al
no ser Sánchez diputado. Pero con mucha eficacia simbólica al no
despachar la moción con el ridículo término de numerito, sino tomársela en serio.
Existe
la esperanza de que Rajoy vea que, de salir elegido SG Sánchez, la
actitud del grupo parlamentario socialista tendrá que cambiar. Y, en
previsión de tan desagradable circunstancia, decida dimitir y convocar
elecciones anticipadas cuando corresponda. Sé que es harto improbable
por múltiples razones, pero siempre hay alguna sinrazón en algún lugar.
Con el "no" por delante del grupo socialista, el discurso de UP sin límite de tiempo versará
en buena medida sobre el PSOE, algo tan inevitable como la misma
moción. Y será muy crítico pero tendrá que distinguir entre dos PSOE, el
del grupo parlamentario de la gestora y el de la militancia, que apoya
masivamente a Sánchez; o sea, el parlamentario y el de la calle, para
entendernos. Ese discurso, sea cual sea su orientación, contribuirá al
triunfo de la candidatura de Sánchez en las primarias. Si es favorable
al PSOE de la militancia porque avala la posición de Sánchez de la
colaboración de la izquierda. Si es defavorable porque dará un mayor
impulso a la acción recuperadora de la militancia de un PSOE hegemónico
de la izquierda.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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