Existe una diferencia fundamental entre los casos de corrupción que afectan al PP y los que conocemos de otros partidos, una diferencia que los hace ser más graves y más dolorosos
y, sobre todo, más indignantes que el resto: robaban para engordar sus
bolsillos, para hacerse más ricos. Y quienes lo hacían eran gente que,
además, ya venían de eso que se llaman ‘buenas familias’, con recursos, en algunos casos recursos millonarios. Y aún así no parecían tener bastante y necesitaban robar más, y más…
Porque se trata de eso; de un robo, de un saqueo en toda regla del dinero de los impuestos de todos los españoles. Da igual que se trate del caso Gürtel, de Bárcenas, de Púnica, de Taula, de las tarjetas black, de Bankia y ahora de Lezo,
porque en todos ellos hay un denominador común en forma de millones de
euros cuyo destino no era otro que las cuentas personales –en paraísos
fiscales o no– de los integrantes de las tramas en las que siempre se
daban cita políticos con puestos de responsabilidad y empresarios de
dudosa moralidad. No era dinero para financiar al partido,
aunque en algunos casos se utilizó para campañas electorales porque era
una forma de blanquear el delito, sino que el fin último ha sido
siempre el enriquecimiento personal de los integrantes de las distintas bandas organizadas de delincuentes.
Es duro decirlo así, pero es que es así; se trataba de auténticas mafias
que actuaban como actúan todas las mafias, es decir, robando para su
propio interés. Y cuanto más dinero llegaba a sus bolsillos, más dinero
querían. Y eso en un país donde en estos últimos años se desahuciaba a
la gente de sus casas mientras todos estos delincuentes robaban a
espuertas. No puede ser. Es posible que el PP tenga la tentación de
creer que todas las circunstancias se han unido misteriosamente para que
todo esto aflore ahora producto de alguna clase de conjura. Pero,
incluso aunque fuera así, que no lo es, tenemos derecho a saber cuánto se nos ha robado,
cómo se nos ha robado, quién lo ha robado y para qué. Y que quienes
hayan robado lo paguen y acaben en la cárcel por delincuentes.
El PP no puede seguir sintiéndose víctima de nada, ni
de nadie, porque dentro de su propia estructura tiene un cáncer de
corrupción que tiene que extirpar, y tiene que hacerlo ya, sin
anestesia, aunque eso implique apartar de sus filas y de sus puestos de
responsabilidad a todos aquellos que hayan podido tener algo que ver con
cualquiera de los corruptos que ahora duermen entre rejas o lo han
hecho en los últimos meses. Hay una responsabilidad in vigilando
que afecta a los principales dirigentes del partido, que lo eran
mientras todos estos ladrones hacían su agosto creyéndose impunes ante
la ley, y esa responsabilidad debe de asumirse ya, porque lo que estamos
conociendo, y lo que vamos a conocer según parece en los próximos días es lo suficientemente grave como para poner en cuestión la existencia misma del Partido Popular.
Y ni la mayoría de sus militantes, de sus votantes y de sus cargos
dirigentes que actúan desde la honestidad se merecen que se les
cuestione por la conducta de unos cuantos –que ya empiezan a ser muchos–
delincuentes. Pero, al final, parece inevitable que la parte acabe ensuciando al todo,
extendiendo un manto de sospecha por todo el partido, como si el
partido mismo fuera una organización mafiosa. Eso no es así, pero desde
luego casos como el conocido esta semana no ayudan a contrarrestar el discurso de quienes identifican al PP con una trama organizada de corrupción.
Eso
solo puede hacerse con una respuesta inequívoca. Y esa respuesta, hoy
por hoy, no se ha dado. Ni siquiera se ha pedido humildemente perdón por
todo ello. Ha habido lugar para lágrimas que no son de contrición, sino de miedo,
pero no para gestos de reconocimiento de lo mucho que tiene que
purgarse por tanto delito cometido. El PP necesita pararse a analizar lo
que le está pasando, y dar una respuesta contundente y que de verdad
traslade un compromiso de acabar de una vez por todas con los
comportamientos corruptos, de asumir la responsabilidad por lo ocurrido y de actuar en consecuencia. De lo contrario se hará cada vez más difícil confiar en ellos.´
(*) Periodista
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