El discurso de la gestora es netamente
conservador. Su presidente, Fernández, habla de "moderación" y arremete
contra las tendencias "asamblearias". Trata de hacer una amalgama con
toda la izquierda, asimilando la candidatura de Sánchez a Podemos. Eso,
para meter miedo. Lo mismo le pueden decir en su auditorio: que la
candidatura de la caudilla Díaz es asimilabla al PP. De hecho, ese
mensaje de "moderación" en las circunstancias actuales es lo que quiere
decir.
El
PSOE del aparato, el de los barones, las viejas glorias y muchos cargos
electos padece un síndrome de Estocolmo con la derecha de raíz
histórica, intensificado con lo que vive como el reto independentista.
Es patente. Hace meses que Felipe González admitía la posibilidad e,
incluso, recomendaba la conveniencia, de llegar a una gran coalición
PSOE/PP. Como no es previsible que haya cambiado de parecer pues en nada
se persevera más que en el error, si ahora apoya a Díaz es porque la
supone capaz de llegar a un acuerdo de gran coalición con el PP.
La
justificación de esa entrega es la cuestión catalana. Con el pretexto
de que a la tal hay que oponer una unidad española, el PSOE se presta a
secundar las políticas del PP que indefectiblemente llevarán a una
escalada del conflicto por su carácter represivo. Ello significa que
esta gestora, la caudilla y, en general quienes se hicieron con el poder
en el golpe del 1º de octubre, renuncian a formular una alternativa de
izquierda a esa cuestión catalana.
Para
eso está, precisamente, la izquierda. Así que estas primarias se
dirimen a la luz de la divisoria: izquierda/derecha que todo el mundo da
por superada. Si triunfa la candidatura de Sánchez, a pesar del
boicoteo que se le haga desde el aparato, se abrirá una oportunidad
grande de que acabe fraguando una unión de la izquierda capaz de llegar
al poder, como sucede en Portugal, caso del que el PSOE oficial no
quiere hablar. Y por eso ataca a la izquierda de su propio partido y a
Podemos.
Ver a los históricos del PSOE apoyando una candidatura populista, caudillista y patriótica da pena.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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