Lo dijo Camilo José Cela en presencia del Rey cuando recibió hace
treinta años el premio Príncipe de Asturias: «En España, quien resiste
gana». Otro gallego, Mariano Rajoy, ha hecho de la máxima del Nobel de
Literatura toda una filosofía política que le ha reportado indudables
réditos porque ha sabido completarla con una estrategia de supervivencia
frecuente en el reino animal: en los momentos de peligro, mejor es
permanecer quieto que moverse. Un banderillero llamado Tancredo López la
convirtió en una suerte taurina que consiste en esperar, impertérrito
aún a riesgo de una embestida letal, la salida del morlaco.
Pocos como
Rajoy dominan ese arte de la petrificación y de la capacidad para
ponerse de perfil a la espera de que el adversario yerre una y otra vez
en sus acometidas, terminando por perder el resuello de tanto baldío
esfuerzo. De hecho, hace tiempo que en España las elecciones no se ganan
por adhesión entusiasta de los votantes sino por los errores
estrepitosos de los adversarios. La búsqueda del éxito político ha
derivado en España en un ejercicio de pura resistencia y de capacidad
para atemorizar a los votantes con las funestas alternativas que
representan los otros, sean quienes sean. En el centro de la arena
política, el presidente murciano Pedro Antonio Sánchez está ahora en la
encrucijada de apostar por el quietismo o por hacer un requiebro en el
último instante ante la inminente llegada de un bicharraco negro en
forma de moción de censura que salió de chiqueros con torva mirada.
Por
mucho que advierta al tendido de las consecuencias que tendría el
pitonazo, su suerte está en manos de terceros que no están en eso o no
les afecta lo más mínimo lo que diga porque precisamente piensan lo
contrario que él. Su supervivencia depende, por un lado, de la decisión
que tome un magistrado del TSJ de Murcia y, de otro, de las estrategias
que, a una eternidad en tren de la Región, enhebran Fernando
Martínez-Maillo (PP), José Manuel Villegas (Ciudadanos) y Antonio
Hernando (PSOE) en clave regional y nacional.
Entretanto, a PAS le
quedan pocas opciones y todas entrañan riesgos. Moverse, activando un
plan B, o permanecer inmóvil, confiando en el archivo del caso o en que
fracase la moción por falta de entendimiento de la oposición. El toro
tiene intenciones maliciosas, pero a primera vista parece cojitranco.
Moverse para evitar la cornada consistiría en anticiparse a la admisión
de la moción de censura del PSOE por la Mesa de la Asamblea y presentar,
antes de las 9 de la mañana del lunes, una convocatoria anticipada de
elecciones.
Esa posibilidad fue descartada hace unos días por el
presidente, aunque entonces la moción de censura era solo una hipótesis.
Esta salida podría ser tentadora para PAS porque se iría a votar a las
urnas cuando ya habría decidido el juez Pérez-Templado si le procesa o
archiva su caso. Sin embargo, entraña demasiados riesgos para el PP
regional, cuya línea roja fijada desde Madrid es evitar a toda costa la
pérdida del Gobierno regional.
Solo en el supuesto de que la querella
quedara archivada, los populares podrían tener ‘a priori’ una
representación parlamentaria superior a la actual, aunque, con la
circunscripción única de la nueva ley electoral, lo más probable sería
que hubiera una mayor atomización de la Asamblea, de la que no se
beneficiaría precisamente el PP. Más aún con la posible entrada en liza
de Alberto Garre al frente de una agrupación electoral. Por eso, ayer se
daba por descartada esta vía de escape desde las filas populares.
La otra opción es no precipitarse y esperar a que fracase la moción
de censura del PSOE por la falta de apoyo de Ciudadanos, dispuesto a
echar a PAS del Gobierno solo si es para ir a nuevas elecciones. La
reunión de la ejecutiva naranja de mañana será clave porque Rivera
tendrá que decidir entre la continuidad del presidente o aliarse con el
PSOE y Podemos para facilitar un gobierno alternativo, una decisión que
tendría difícil explicación ante sus votantes y más después de que el
presidente de Ciudadanos manifestara hace solo unos días que el
socialista González Tovar debe quitarse de la cabeza el sueño de ser
presidente regional. Aún así, nada hay seguro.
A nadie se le escapa que
la gobernabilidad de Murcia no está en juego solo porque se ha
incumplido un pacto de investidura regional sino también porque es una
pieza más de las estrategias nacionales de PP y Ciudadanos, muy marcadas
por sus solapamientos ideológicos y electorales, y por la falta de
sintonía personal entre Rajoy y Rivera. El primero preferiría pactar los
grandes asuntos con un PSOE liderado por Susana Díaz que con quien le
araña su granero de votos y le afea sin parar su inacción contra la
corrupción.
Y como el segundo lo sabe, no está dispuesto a convertirse
en una muleta instrumental de usar y tirar. Rivera apoyará la aprobación
de los Presupuestos, pero el voto contrario al decreto de la estiba y
la alianza con PSOE y Podemos en las iniciativas para investigar la
financiación del PP hacen intuir que C’S no dejará de buscar una fórmula
para no quedar en entredicho en el caso de Murcia, ganando todo el
tiempo que sea necesario hasta dar con ella.
De ahí que para el PP de
Murcia esperar a que fracase la moción entrañe también sus riesgos, más
aún cuando el ‘caso Auditorio’ no tiene garantizado el fin de su
instrucción a lo largo de la próxima semana. A día de hoy, los populares
siguen sin plan B porque están convencidos de que, por coherencia, C’s
no apoyará la moción de censura del PSOE, aunque no es descartable que,
llegado el caso, Pedro Antonio Sánchez termine por sopesar en solitario,
por muy duro que sea, una vía para asegurar la gobernabilidad del PP,
como la posibilidad de presentar sobre la marcha un candidato
alternativo durante el debate de la moción de censura.
El PP termina una semana de infarto convencido de que quien resiste
gana. El tancredismo galaico del líder ha imbuido a todo su partido,
pese a que practicado con asiduidad y sin destreza deja lesiones de
pronóstico reservado. Cualquier cosa puede pasar. «Es evidente que yo no
lo sé», dijo ayer Rajoy, antes de adentrarse en las brumas de su
particular bosque animado de donde a veces sale una frase que tiembla el
misterio: «Si lo supiera estaría en una situación diferente a la que
estoy hoy». Fiel al estilo del jefe, el PP está por el quietismo y a
verlas venir. En modo ‘mannequin challenge’ y rezando para que el toro
pase de largo.
(*) Periodista y director de La Verdad
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