La celebración casi simultánea de los Congresos de tres de los cuatro
partidos centrales del tablero político español suscita al menos la
pregunta: ¿para qué sirvieron?, ¿qué aportaron?, ¿han mejorado sus
ofertas y su valoración?
Una encuesta de Metroscopia concluye que los tres Congresos han
fortalecido a sus jefes, Rajoy, Rivera e Iglesias, más que a los propios
partidos. Y a la pregunta de si las propuestas de cada partido son
claras la mayoría dice que no, más reticentes frente a Podemos que ante
PP y Ciudadanos, pero en todos los casos son más los encuestados que
dicen que no.
Al margen de las encuestas, el mero análisis de titulares e
informaciones (muy abundantes) publicadas estos días sobre los tres
Congresos induce a pensar que lo que se ha debatido o dilucidado es,
fundamentalmente, el reparto de poder en cada partido, las personas y
tendencias que suben y las que bajan. Todo ello bastante cocinado en las
trastiendas, al margen del proceso de decisión en Podemos más abierto
que en los otros partidos aunque también con agujeros negros, por
ejemplo el de proporcionalidad muy corregida, más que la del sistema
D´Hont, que llega a que el ganador (Pablo Iglesias) consolida en la
dirección porcentajes muy superiores a los de la confianza de los
militantes.
Los tres Congresos han servido para que los tres partidos cierren
files y consoliden sus respectivas direcciones. El debate sobre las
propuestas de gobierno, sobre cómo mejorar la condición de los
ciudadanos, no ha sido los principal, ni siquiera la segunda o tercera
referencia principal, de las sesiones. Lo que han discutido y negociado
sus cuotas de poder, relevos, ascensos, descensos… para consolidar
direcciones más blindadas.
La retórica de cada Congreso se ha ajustado a su papel en el tablero
político, a descalificar a los demás y a reforzar sus tesis y juicios
como verdades absolutas y no discutibles. Que aburren a los ciudadanos y
alientan la desafección es el efecto más lógico de la dinámica de los
tres congresos. Las intervenciones finales, estelares, de los líderes
fueron un buen ejemplo de la importancia de lo formal, del atrezo, de la
apariencia, pero de ideas fuerza, de propuestas para entusiasmar al
ciudadano común… nada de nada. Ninguno sale de la zona de confort en la
que están instalados, ajustada a sus respectivas parroquias. Ni
imaginación, ni riesgo, ni siquiera análisis sociológico que merezca la
pena y haga pensar.
Y del cuarto partido del cuadro, el socialista, que celebrará su
Congreso en junio y antes unas primarias, sólo cabe esperar más de lo
mismo, lucha por el poder, personalismos y retórica vacía. No deben
extrañarse de que están en la cola de la lista de reputación social; es
lo que merecen por sus obras y su voluntad de no enmendarse.
(*) Periodista y politólogo
No hay comentarios:
Publicar un comentario