Si de verdad los partidos no quisieran
elecciones irían Rajoy y Sánchez cogidos de la mano a decir al Rey que
formaban coalición, la gran coalición. Una imposibilidad según el sentir
universal, pero no una imposibilidad fáctica, real, lógica o política.
En todo caso aquí no se va a elecciones sin más. La derecha muestra esta
seguridad casi granítica en su suelo de siete millones de votos. Aspira
incluso a superarlos. Pero siete los da por seguros. Siete que la
votarían incluso aunque no se presentara. Sus esperanzas están puestas
en que los otros metan la pata o hagan el ridículo o se les pueda poner
en él. Sobrellevará los casos de corrupción como los dioses se lo
aconsejen. Y a esperar el sabio pronunciamiento del pueblo.
Ciudadanos
afronta sus segundas elecciones generales y confía en que el lugar
conseguido en las de 2015 se ensanche. Lo que no sabe es cómo. La
insistencia en la indisoluble unidad del artículo 2 es escamente visible
entre el ¡más España! de Sánchez y el España es una gran nación
de Rajoy. Y en los demás asuntos C's no acaba de presentar marca de
fábrica que arraigue. Van bien vestidos, pero no está claro lo que dicen
porque además dicen poco y siempre en relación con asuntos concretos,
casos de corrupción y similares. Su intento de trasvasar parte
importante del voto del PP se ha visto frustrado y si el viejo armatoste
descangallado aguanta, quedará en nada. Pero también merece la pena
esperar. El descubrimiento de Manos limpias apunta en esa dirección. Puede haber más Manos limpias.
El
PSOE sale en la peor posición y con todos los datos y elementos en
contra. Lleva dos resultados electorales muy malos de seguido y no
parece que la tendencia vaya a invertirse. Entra en campaña electoral
prácticamente sin programa, sin alternativas claras y en mitad de una
bronca interna con la peor pinta. Y eso con un liderazgo muy
problemático. A las primarias que van a convocarse solo se presenta
Sánchez. Está claro, no hay abundancia de corrientes internas, de
opiniones, de tendencias. No hay ni siquiera intereses, y eso ya es
mucho.
Más a la izquierda, el programa del sorpasso. El viejo sueño de IU y, más atrás, del PCE. El sorpasso
(algo que intentaron hacer los comunistas italianos y no pudieron)
viene a ser como el ajuste de cuentas definitivo de una división de la
izquierda de hace cien años, de cuando los socialdemócratas traicionaron
el espíritu internacionalista del movimiento obrero. El Sorpasso
es el cumplimiento del mandato de la conferencia de Kienthal. El
problema, sobre todo con los de Podemos, es que hablen. Como sigan
inundando las ondas con su cháchara pueden encontrarse con un disgusto.
Las
opciones dibujadas hasta aqui son meras lucubraciones sobre lo que
deben estar pensando los personajes que han puesto en marcha la segunda
parte de un acto. Nada más. Lo que sea, sonará.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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