Seguimos pensando que Albert Rivera es buena gente, está limpio y
tiene mucho mérito. Lo que ha hecho en Cataluña es muy importante para
su partido y para España y de agradecer. Pero en política nacional ha
entrado con el pie izquierdo y una cierta bisoñez, porque siempre se ha
dicho que torear en Las Ventas no es igual que torear en provincias y
por eso pasa lo que pasa. O lo que le ha pasado a Rivera con su pacto
con Pedro Sánchez hacia ninguna parte adornado con guirnaldas y con
toque de clarines en tan histórico acontecimiento que se anunció como
¡la segunda transición!
Vamos a ver, Albert, no se puede poner la firma ni comprometer a un
partido entero en una investidura como la pretendida por Sánchez, que
carecía de los apoyos necesarios para salir airosa. Pero Rivera cayó en
la trampa y utilizando como telón de fondo el cuadro de ‘El abrazo’ de
Genovés que está en el Congreso, estampó su firma con la de Sánchez y se
equivocó porque no tenía necesidad de hacerlo y porque antes debió
exigir a Sánchez que le enseñara los 136 escaños que necesitaba antes de
que Ciudadanos aportara sus 40 diputados.
Pero este Albert, que es muy inquieto, se lanzó a la piscina sin
antes mirar si había agua y pasó lo que pasó. Debió incluso, a la vista
de la falta de apoyos, decirle a Sánchez que no se presentara a la
sesión de investidura del Congreso de los Diputados y que regresara al
palacio de la Zarzuela a decirle al Rey Felipe VI que renunciaba al
encargo de formador de Gobierno.
Pero Rivera continuó con la farsa y
puede que tras haber sido engañado por Sánchez que creyó -mal informado-
que Podemos en el último minuto se iba a abstener en la votación.
Un rumor este último que hicieron correr Errejón y Pascual y acabó
bastante mal y enterrado en ‘cal viva’ por el duro discurso de Iglesias
que acabó con la investidura. Lo no que fue óbice para que el genio de
Sánchez, el oso abrazador de Rivera, se sacara de la chistera aquello de
la negociación tripartita entre PSOE, Podemos y C’s. La que Rivera no
debió haber aceptado porque ya se sabía lo que iba a ocurrir, como se
sabía lo que pasó en el Congreso, como se sabía que Sánchez nunca iba a
ser presidente del Gobierno, y lo que le ha costado mucho reconocer al
líder de Ciudadanos y a su equipo directivo.
Y ahora resulta que Ciudadanos se acerca a las elecciones del 26-J
con un programa de gobierno pactado con el PSOE y con el compromiso de
Rivera de nombrar a Sánchez presidente del Gobierno, lo que coloca a
Albert en una delicada posición. Entre otras cosas porque el PP no va a
parar de decir que C’s y PSOE son la misma cosa y ello les obligará a
los de Ciudadanos a dar más explicaciones que órdenes y eso, en
política, no es buena señal.
A Albert Rivera le gustan los discursos solemnes y presentarse como
un hombre de Estado y dirá en la campaña que la culpa del fracaso de la
investidura es de Rajoy e Iglesias, lo que no es verdad. El fracaso se
fraguó cuando Sánchez anunció que nunca negociaría ni pactaría con el PP
porque consideraba que la Moncloa debería ser su hogar. Ésa es la
verdad, como cierto es que Rajoy no es el presidente apropiado y que
Rivera sí acertó cuando propuso la ‘operación Monti’, pero ya era tarde y
además su pacto previo con Sánchez le restaba credibilidad.
Que Ciudadanos ha intentado que se formara un gobierno eso es del
todo cierto y respetable, pero se ha equivocado en el cómo y en el con
quién, porque solo se puede hacer con 176 escaños y Sánchez y él, solo
sumaban 130. Y además el discurso de Sánchez -lanzado el mismo día de la
firma del pacto PSOE-C’s- diciendo que el pacto era ‘para echar al PP
del poder’ era democráticamente lamentable. El pacto, creemos, era para
dar estabilidad política y solucionar los principales problemas de
España y no para echar a Rajoy, ni tampoco para que los dirigentes del
PP se sublevaran contra su líder como pidió Rivera durante el debate de
la investidura, en la parte más desacertada de su discurso.
Y ahora ¿qué va a pasar con Ciudadanos en la noche del 26-J? Pues las
encuestas les dicen que van a mejorar sus resultados del 20-D, pero lo
cierto es que todo está por ver. En todo caso las prisas en la política
no son buenas consejeras y Rivera es joven y llegará donde sueña que va a
llegar. Y puede que esto del pacto con Sánchez haya sido un serio error
pero también una buena lección.
(*) Pseudónimo de un prestigioso y veterano periodista cordobés
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