Entre los atributos de los Gobiernos de Ramón Luis Valcárcel desde
2004 no figuraba la excelencia en la gestión. Convirtió el PP regional
en una disciplinada y eficaz máquina electoral que ganaba una y otra vez
en las urnas, incrementando su ventaja con la oposición hasta límites
inverosímiles. Pero todas esas fortalezas y habilidades luego no se
trasladaban a la gestión de la administración pública, que es mucho más
exigente y tediosa que la actividad política.
Por desinterés y por la
priorización de otros objetivos, las costuras del traje administrativo
de la Región quedaron al descubierto cuando la crisis apretó, naufragó
el modelo productivo impulsado años antes y hubo que adoptar medidas de
ajuste del gasto público para cumplir la ley de estabilidad
presupuestaria. Superado por las circunstancias, Valcárcel acertó al
reclutar, como consejero de Hacienda y vicepresidente, a Juan Bernal,
quien evitó la debacle y embridó el déficit hasta que salió despedido
por el conflicto del aeropuerto de Corvera, cuando el expresidente
regional tuvo que decidir entre política y gestión, volviéndose a
equivocar con colosal estrépito.
Este periódico fue especialmente exigente con Juan Bernal en materia
de resultados, justo además en la etapa más complicada para el control
de las cuentas públicas regionales porque eran inevitables las medidas
drásticas e impopulares. Mucho más que con ningún otro, precisamente
porque es el más sólido y riguroso de cuantos han pasado por esa cartera
en los gobiernos del PP. Bernal creía que existía margen para el ahorro
con una mejor gestión de la sanidad pública (también lo decía la
oposición), y el tiempo le ha dado la razón. Ordenó en 2012 a la
Intervención escrutar las cuentas del Servicio Murciano de Salud y el
resultado de esos informes ha revelado la existencia de numerosas
ineficiencias y no pocos despilfarros, algunos sonrojantes.
En las
últimas semanas ‘La Verdad’ tuvo acceso a los resultados de esas
auditorías realizadas entre 2012 y 2014, cuyas conclusiones finales
terminaron de redactarse a lo largo del pasado año. La Intervención
detectó más de 200.000 euros de pagos indebidos en nóminas del SMS
durante tres meses de 2012, errores en el 46% de las baremaciones de las
bolsas de trabajo, un posible ahorro de 2,7 millones anuales
externalizando menos pruebas y gastos de altos cargos en restaurantes
obviando el código del buen gobierno. Son el resultado de inspecciones,
en forma de cata durante varios meses, de distintos capítulos cruciales
del Servicio Murciano de Salud. Concluir de todo eso que el SMS es un
desastre en materia de gestión sería tan erróneo como negar la evidencia
de que es manifiestamente mejorable.
La Consejería de Sanidad ha terminado por admitir la existencia de
«riesgos e incidencias» en la gestión económica y por anunciar un plan
de control interno del organismo, un paso más responsable que su
habitual lamento infantil de que «solo se destaca lo malo», que además
de incierto está completamente fuera de lugar cuando se habla de la
sanidad pública y del dinero de los contribuyentes. Queda la duda de si
la reacción hubiera sido la misma de no haberse publicado esos informes
en ‘La Verdad’, pero lo importante para todos es que ha habido
finalmente una respuesta en la dirección adecuada, la que siguen todas
las instituciones que tienen en la sostenibilidad de sus cuentas y en la
eficacia de su gestión un mandamiento ineludible para garantizar su
supervivencia.
Gestionar, repito, es una tarea exigente y tediosa, pero es una
obligación insoslayable. Y más cuando la sanidad pública murciana
arrastra problemas financieros estructurales que vienen de lejos. Se
registran de forma acumulativa por unas transferencias del Estado mal y
deprisa negociadas, por unos desmesurados incrementos salariales en
época de bonanza, por un crecimiento de la presión asistencial por el
aumento de la población y por la persistencia de un modelo de
financiación autonómica que claramente nos perjudica. Todo ello perpetúa
el déficit estructural del SMS. De nada sirve maquillar esa realidad en
los Presupuestos regionales y postergar una vez más la resolución de
todos los puntos negros claramente identificados por la Intervención.
Existe mucho margen de mejora y es hora de ponerse a ello. Con eficacia y
sin lloriqueos.
(*) Periodista y director de 'La Verdad'
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