El Consejo Social de la Universidad de Murcia funciona, por lo visto,
como yo cuando bajo a Mercadona, que estando ya allí suelo llamar a mi
señora para preguntarle: “¿Compro manzanas?”.
Hay una reunión del Consejo Interuniveritario en la que se deciden
cuestiones fundamentales para el futuro de la enseñanza pública superior
y en la que se prevén posiciones contrarias entre el Gobierno y la UMU.
Pues bien, Javier Ruano hace una ronda de llamadas telefónicas a los
miembros del organismo que preside y constata que la mayoría de ellos
son de su misma opinión, es decir, opuesta a la del rector, y va y vota.
Uno creía que cuestiones tan principales requerían de una
convocatoria previa del Consejo Social, ente supuestamente plural, en la
que se expusieran argumentos e informes, se debatieran prospectivas y
se votara la delegación del voto de acuerdo a algo más que a impresiones
personales. Esto vale también para el Consejo Escolar, otro que tal
baila. Pero no es de esta manera, según se deduce de las explicaciones
de Ruano. Basta con llamar a los colegas para preguntarles su opinión, y
así se planifica la vida universitaria regional, en base a opiniones
personales que responden inevitablemente a los intereses de quien te
nombra para que estés ahí. No hay formalismos ni disimulos, de modo que
la democracia orgánica triunfa sobre la representativa, con el efecto de
que es posible neutralizar el voto del rector, elegido por el conjunto
de la comunidad universitaria, con el del presidente del Consejo Social,
designado a dedo por el Gobierno de turno. Y las opiniones (desde
luego, interesadas) se imponen sobre criterios elaborados con un
respaldo más sólido.
Por otro lado, se traslada a la opinión pública que el Consejo
Interuniversitario es prescindible, pues sobre él están las resoluciones
de la Aneca, cuando ésta es una comisión técnica que sólo valora sobre
el papel la idoneidad de un proyecto en sí mismo considerado de acuerdo a
un patrón definido, pero no su oportunidad social en el contexto, y
esto sí corresponde al Interuniversitario y al Gobierno, que han de
hacer estimaciones políticas derivadas de otros vectores, coincidentes o
no con lo que diga la Aneca. Para ser más exactos: el no de la Aneca es
vinculante, no el sí necesariamente.
Pero aquí, ya se ve, el futuro universitario se planifica por teléfono. Como mi nevera.
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