Desde mediados de 2014, el precio del petróleo se ha hundido de forma
espectacular. Entonces, el barril cotizaba a 115 dólares; ahora, está
más cerca de los 30 que de los 40. Se trata de precios que no se veían
desde hace más de una década.
La caída se debe al más elemental funcionamiento de la ley de la
oferta y la demanda. Por el lado de la oferta, diversos factores han
contribuido a una producción cuantiosa. La mayor novedad la han
constituido los productores no convencionales, como los que usan
técnicas de fracking en Estados Unidos. En 2008, este país producía 5
millones de barriles al día; en 2015 la producción aumentó hasta los 9.3
millones, casi duplicándose.
Los productores de la OPEP han reaccionado a esta competencia.
Recientemente, su estrategia parece ser incluso sacarles del mercado,
manteniendo unos precios tan bajos que las endeudadas empresas de
fracking, con costes de producción mucho mayores que los saudíes, acaben
quebrando. Lo mismo sucedería con los productores convencionales menos
eficientes, la mayoría no pertenecientes a la OPEP. El coste de
producción de un barril varía mucho entre países, desde los alrededor de
10 dólares en Arabia Saudí, Kuwait o Iraq, a los 50 del Reino Unido,
Rusia o Brasil. Además, así se dificultaría el retorno de Irán al
mercado, una vez levantadas las sanciones que padecía.
Todo esto explicaría la decisión de la OPEP, el 4 de diciembre, de no
reducir las cuotas de producción. Más bien al contrario, las cuotas
establecidas han dejado de respetarse. Algo, por otro lado, predecible
en un entorno en el que cada productor individual tiene incentivos para
superar la cuota asignada.
Esta estrategia no deja de tener costes para los saudíes, que necesitan
un petróleo a 85 dólares para financiar su gasto público, ó a 60 para no
tener déficit exterior por cuenta corriente. En consecuencia, el
déficit público saudí se ha disparado hasta el 15% del PIB, pero su
deuda pública es de sólo el 1'6% del PIB y cuenta con abundantes
reservas externas para aguantar. Lo que resulta una suerte para ellos,
porque su estrategia (de momento) no ha funcionado demasiado bien. Los
productores no convencionales han demostrado una capacidad de
resistencia inesperada, logrando reducir costes y mantener la
producción.
Existen también factores por el lado de la demanda que están
provocando el colapso de los precios. La desaceleración de China y otros
países emergentes es, por este lado, la razón principal. No obstante,
la demanda total ha seguido aumentando, aunque el ritmo se haya
ralentizado.
Como consecuencia de esos factores de oferta y demanda, hay un exceso
de oferta en el mercado de unos 1'5 millones de barriles diarios y los
stocks acumulados alcanzan niveles record. Sin embargo, no deberían
perderse de vista los factores correctores que ya han entrado en
funcionamiento. En 2016, por primera vez, los productores no
convencionales estadounidenses reducirán su producción
significativamente. Las previsiones son de 1 millón de barriles diarios
menos, en comparación con los máximos de abril de 2015.
Por otro lado,
la industria petrolera ha cancelado de forma masiva inversiones. Sólo en
2015 se cancelaron proyectos por valor de 150.000 millones de dólares.
Los efectos tardarán algún tiempo en notarse, pero están en marcha. Por
ejemplo, se prevé en 2016 una caída de 600.000 barriles por día en los
productores que no pertenecen a la OPEP. Por el lado de la demanda, las
bajadas de precio no se han repercutido hasta ahora a los consumidores
de algunos países, como los de la zona del euro, porque han coincidido
con depreciaciones del tipo de cambio. En otros países, la repercusión
se ha visto limitada debido a la eliminación de subsidios.
Como puede verse, el exceso de oferta (por otro lado no tan grande,
si se compara con una producción mundial de casi 100 millones de
barriles diarios) va camino de desaparecer en 2016. Si tarda algo más,
se deberá a la vuelta de Irán al mercado, pero este país tardará en
renovar sus instalaciones productivas, por lo que su aportación se verá
limitada en un primer momento.
Cuando el exceso de oferta desparezca, los precios pueden volver a
subir en cualquier momento de forma tan espectacular como han bajado. La
demanda de petróleo es muy inelástica a los precios, por lo que éstos
varían fuertemente, al alza o a la baja, ante cualquier desajuste en el
mercado. Existen numerosos factores geoestratégicos (como las tensiones
entre Arabia Saudí e Irán, los conflictos en Iraq, Libia y Rusia, el
terrorismo…) que pueden acelerar el proceso.
Es cierto que, a más largo plazo, una serie de factores juegan en
contra del petróleo. Se van desarrollando fuentes de energía
alternativas y la eficiencia energética mejora, de forma que el
crecimiento del PIB mundial en el futuro requerirá menos petróleo
adicional. Sin embargo, estos desarrollos están siendo muy lentos, y el
progresivo agotamiento de las reservas de petróleo actúa en sentido
contrario. Además, las economías emergentes no permanecerán estancadas
para siempre.
Algún día el petróleo resultará superfluo. Tampoco la edad de piedra
terminó por falta de piedras. No obstante, pese a las exageradas
reacciones de estos días, el anuncio de la muerte del petróleo parece un
tanto prematuro. Dentro de un par de años, probablemente volvamos a
recordar por qué se le llama “oro negro”.
(*) Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad Rey Juan Carlos, de Madrid