Las filípicas contra Podemos se han convertido en el género periodístico
de moda. Un género que, además, goza de toda la simpatía, espacio y
difusión dentro del establishment mediático. Estos días pocos
se resisten a sumarse a la 'nueva causa' y se disponen a arrojar a los
infiernos a Podemos y a todo lo que representa. El último de ellos -y no
se puede decir que sorprenda- ha sido el filósofo Antonio Campillo.
Campillo comienza su artículo (El alacrán y la rana, 13 de enero)
cuestionando el voto de Podemos al decreto de subsidios para mayores de
52 años para acabar impugnando toda la trayectoria de la formación,
definir a Podemos como “secta” y, finalmente, pedir el acta del diputado
que escribe estas líneas. Pues bien, vayamos por partes.
El pasado miércoles el Gobierno de Pedro Sánchez presentó cinco
iniciativas para su aprobación en el pleno del Congreso. Podemos votó
favorablemente a cuatro de ellas y rechazó el decreto del subsidio para
mayores de 52 años. ¿Por qué rechaza Podemos dicho decreto?
Porque, a
pesar de contener medidas positivas, incluía un recorte injustificado en
la cotización de los mayores de 52 años que representan el 60% de los
perceptores de este tipo de subsidios, lo cual supondría futuras
pensiones más bajas -en algunos casos hasta 2.200 euros menos al año.
Recorte, por cierto, impuesto por Nadia Calviño antes de marcharse al
Banco europeo de Inversiones. Desde Podemos planteábamos retirar este
recorte para votar favorablemente. Sencillamente, porque pensamos que no
hay que elegir entre los derechos de los mayores de 52 años y los
demás.
Como todo el mundo sabe, el de Sánchez es un Gobierno en minoría
y, por tanto, necesita negociar los apoyos parlamentarios en cada
pleno. Lo sorprendente es que el Gobierno buscara antes el apoyo del PP
que el de Podemos para mantener el recorte, y suponemos que de haberlo
conseguido nadie les habría reprochado votar con la derecha.
Lo que
resulta inaudito es que parezca más sencillo negociar con Junts
y ceder las competencias en inmigración a Cataluña, que negociar con un
partido de izquierdas un recorte que perjudicaba objetivamente a los
trabajadores.
En cualquier caso, este decreto no entraba en vigor hasta
el 1 de junio y todavía quedan meses para negociar y mejorarlo. Estoy
convencido de que finalmente el recorte se retirará y que, en
consecuencia, Podemos podrá votar a favor.
Estos argumentos políticos, sin embargo, parece que carecen de
valor para el profesor Campillo, que pretende reducir la posición de un
partido político a una cuestión psicológica, casi patológica: Podemos
hace lo que hace porque tiene un “obsesivo rencor” contra Yolanda Díaz.
Además, sufriría de una “nostalgia melancólica” al no ser ya la fuerza
mayoritaria del espacio y se obstinaría en representar una opción
“auténtica, pura y revolucionaria”. Incluso se atreve a decir que
Podemos aspiraría a ser una izquierda “viril” frente a un Sumar más
“femenino”, despreciando el hecho de que las principales dirigentes de
Podemos son mujeres y tirando por tierra todos los avances feministas
que se han logrado desde el Ministerio de Igualdad de Irene Montero.
La conclusión de su argumentación es evidente. Si Podemos
muestra su desacuerdo con una ley del gobierno de Sánchez y pide
negociar, no lo estaría haciendo por razones políticas, sino por
cuestiones personales y, por tanto, ilegítimas. Si, por el contrario,
Podemos fuera “responsable” debería votar a favor cualquier ley que el
gobierno le pusiera delante, aunque fuera contraria a sus principios
programáticos. Luego, Podemos no debería hacer política y ya solo le
quedaría disolverse.
No es un razonamiento nuevo ni demasiado original. Desde que
Podemos irrumpiera en el panorama político, rompiendo el tablero
bipartidista, numerosos intelectuales 'progres' nos han recomendado que
no le lleváramos demasiado la contraria al PSOE ni hiciéramos ruido.
El
relato de Campillo recuerda a aquel manifiesto que exigía que Podemos
diera sus votos a un Gobierno Sánchez-Rivera (2016) o aquel otro que
pedía que Podemos apoyase un gobierno del PSOE en solitario (2019). Lo
contrario, por supuesto, era hacerle el juego a la derecha. Desde luego,
y visto en perspectiva, de haber hecho caso a estos lumbreras jamás se
habría conseguido un gobierno de coalición progresista ni Yolanda Díaz
habría llegado a ministra.
El profesor Campillo desliza un segundo argumento para negar la
capacidad de agencia política a Podemos: los resultados electorales del
28-M. La formación morada habría sufrido un “batacazo” que la
inhabilitaría como fuerza política viable, algo que se agravaría por su
negativa a hacer autocrítica. A Podemos, por tanto, solo le quedaría ser
disuelta dentro de otro espacio, sin mucha más discusión ni consulta.
Eso, en parte, era la operación Sumar.
Es cierto que las elecciones del 28-M supusieron un retroceso
evidente para todas las fuerzas progresistas y nadie lo niega. Pero el
profesor omite otros datos que también son relevantes para esta
historia. En la Región de Murcia, el 28-M se presentaban dos opciones
electorales a la izquierda: por un lado, Podemos-IU-Alianza Verde que
obtuvo un exiguo 4,68% y, por otra, Más Región-Equo que solo obtuvo un
1,29%.
Algunos todavía estamos esperando a que Antonio Campillo pida la
misma autocrítica a los dirigentes (como Óscar Urralburu) que rompieron
el espacio de Unidas Podemos en 2019.
En cualquier caso, lo preocupante de esta argumentación es que
se pretenda dar o quitar legitimidad política a raíz de unos resultados
electorales, porque si éstos dieran la medida de la legitimidad de un
partido, ¿no debería haberse disuelto Equo hace años? ¿no deberían haber
dimitido los dirigentes de Más País después del batacazo del 10-N y de
poner en riesgo la posibilidad de un gobierno de coalición?
Creo, en
todo caso, que es un argumento peligroso que lesiona la pluralidad
política.
Llama la atención, además, que estos intelectuales que siempre
piden tanta autocrítica a los demás, pocas veces sean capaces de hablar
de la guerra sucia -política, judicial y mediática- contra Podemos y los
efectos electorales que ha tenido. Lo digo con pesar, pero la realidad
es que ante los montajes más gruesos, jamás recibimos un mínimo apoyo
de quienes ahora pretenden darnos lecciones.
Y así llegamos a las elecciones generales del 23 de julio. En
este punto, el profesor Campillo pierde su calma estoica y lanza toda
una serie de ataques furibundos. En su opinión, la formación morada
habría engañado a Sumar y fingido aceptar su liderazgo, con “cinismo” y
sin la “más mínima ética política”.
Creo que el juicio del profesor
Campillo se debe más a un autoengaño que a una cuestión de mala fe:
efectivamente, Podemos firmó un acuerdo de coalición electoral con otras
fuerzas políticas, pero muchos pensaron que aquello significaba la
disolución definitiva de Podemos en un nuevo partido (Movimiento Sumar).
Eso jamás estuvo contemplado, pero algunos quisieron mantener la
ficción.
La realidad es que tanto Podemos como Sumar tenían incentivos
para llegar a un acuerdo electoral el pasado verano. La victoria de las
derechas era una posibilidad más que plausible y el retroceso de las
izquierdas una evidencia. Tengo la convicción de que mi formación
política actuó con responsabilidad siendo parte de la coalición y ello a
pesar de los vetos, las humillaciones y la falta de un proceso
democrático.
El profesor Campillo también sugiere que Podemos se habría
quedado fuera del Congreso de haberse presentado en solitario. Quién
sabe. Aunque también se podría interrogar por cuántos diputados habría
obtenido Sumar de presentarse sin Podemos. Nunca lo sabremos, lo que sí
es seguro es que sin los votos de Podemos, Sumar no tendría hoy cinco
ministerios.
Por último, el profesor Campillo completa el argumentario
habitual criticando a Podemos por su marcha al grupo mixto, acusando a
sus diputados de transfuguismo y pidiendo que, por
“coherencia”, entreguemos nuestras actas.
Por supuesto, Campillo no hace
ninguna referencia a la gestión del grupo parlamentario de Sumar ni
dice qué le parece que Podemos no pudiera presentar iniciativas
parlamentarias, ni que no pudiera hablar en tribuna ni que, en
definitiva, no tuviera los mismos derechos que los demás miembros de la
coalición electoral.
Supongo que le parecerá bien, pues, como ya se ha
dicho, el objetivo originario de Sumar era disolver el partido de Ione
Belarra y conseguir con ello una relación más dulce con el PSOE. Lo que
sí le parece mal es la salida de los cinco diputados de Podemos al grupo
mixto para poder hacer política.
Da igual que antes lo hiciera Compromís separándose de Podemos,
para algunos solo es transfuguismo si la decisión la adoptan los
morados. Le sugeriría a Antonio Campillo que, si tan claro lo tiene,
anime a sus colegas de Sumar a llevarlo al pacto anti-transfuguismo. Lo
mismo, entonces, descubre que dicho pacto no aplica a las decisiones de
un partido.
Dicho de otro modo, los diputados de Podemos lo son porque
su partido los propone para participar en una coalición electoral y
marchan al Grupo Mixto por la misma razón. No son los diputados de
Podemos los que han cambiado de partido estos años o, peor, los que
componían otros partidos mientras cobraban como representantes de
Podemos.
Siento, por tanto, no poder atender a la petición infundada del
profesor Campillo y abandonar el Congreso. Por coherencia considero que
debo seguir realizando la labor que he desplegado estos años y defender
también a los 24.000 perceptores del subsidio en la Región de Murcia
que, de aprobarse el recorte del decreto, habrían visto su pensión
seriamente mermada.
Sinceramente, pienso que hacen falta representantes
que pongan pie en pared ante las políticas de recortes que pronto
vendrán de la Unión Europea, representantes que puedan equilibrar la
balanza cuando el PSOE vuelva a enseñar la patita neoliberal.
Podemos sigue teniendo la mano abierta para llegar a acuerdos,
más necesarios si cabe en esta Región de Murcia. Lo que nunca vamos a
aceptar son insultos, vetos ni humillaciones.
(*) Diputado por Murcia en la XI, XII, XIII, XIV y XV Legislatura. Coordinador autonómico de Podemos Región de Murcia
https://www.eldiario.es/murcia/murcia-y-aparte/insultos-humillaciones-respuesta-antonio-campillo_132_10835366.html