Si alguien pensaba salir del debate con
una idea de si el 27 de junio habrá gobierno o serán necesarias terceras
elecciones, ya se habrá desengañado. La situación sigue tan bloqueada y
tan enquistada como el 20 de diciembre pasado. Más incluso porque, a la
misma situación de incertidumbre se añade ahora la memoria de lo que
sucedió entonces, que funciona como la experiencia.
La situación es
prácticamente idéntica, mimética: a) el PP aislado, sin posibilidad de
aliarse con nadie porque nadie lo quiere. C’s se esfuerza en explicar
que el obstáculo principal es el Sobresueldos, pero como ha de
explicárselo al propio Sobresueldos, tiene escasas posibilidades de
obtener algún resultado; b) Podemos aparece encasillado en el extremo
opuesto y en similar aislamiento, si bien Iglesias trata de romperlo a
base de "tender la mano" a Sánchez. Cien manos que tuviera, cien que le
tendiera. Pero el asunto ya no es tan fácil; c) el PSOE aparece como la
pieza universalmente codiciada, sobre la que pivotan todos los intereses
de pactos; Iglesias lo verbalizó explícitamente, el PP implícitamente y
a C's no le hace falta hacerlo porque, en el fondo, mantiene el que
hizo el 20 de diciembre.
Ese
bloque PSOE-C's quedó claro desde el primer momento. Era evidente que
los dos pactaron el debate con anterioridad y se repartieron los
papeles. Apenas hubo ataques -ni siquiera menciones- entre las dos
fuerzas que, sin embargo, sí se enfrentaron a las otras dos y de forma
concertada: el PSOE estaba encargado de criticar a Podemos y al PP, pero
su ataque debía concentrarse en el gobierno y solo secundariamente en
los morados, mientras que P's debía atacar sobre todo a Podemos y solo
de pasada al PP. Y a ese guion se atuvieron.
Debido
a la falta de categoría de los medios españoles y al provincialismo de
la clase política, los temas del debate pasaron desapercibidos porque a
nadie le interesaban gran cosa. Es practicamente imposible recordar qué
dijo en concreto cada uno sobre cada tema. Acabó teniendo mucha más
importancia el tono, la actitud, eso que se llama comunicación no
verbal. Todo lo cual requiere siempre cierto despliegue y fajarse con
recursos retóricos y erísticos.
Todos
trataron de golpear a los otros en donde más les doliera y los más
castigados fueron PP y Podemos. El primero teniendo que defender lo
indefendible, esto es, sus años de gobierno, lo cual era imposible sobre
todo dada la patética falta de recursos de Rajoy, quien no se apartó de
la consigna de los dos millones de empleos pendientes de creación en
los dos próximos años, cosa que debió de repetir unas cuatro o cinco
veces mientras su cómica gestualidad involuntaria le daba un aspecto de
viejo aturullado sin saber qué responder. Por no hablar de la consabida
majadería de que España es "una gran nación", que lleva cuatro años
soltando.
Podemos, a su vez, luchaba denodadamente por salir del agujero
del radicalismo en que los otros le metían, sobre todo Rivera,
utilizando todos los recursos, incluidas falsedades pero con mucho
impacto: fracaso griego (que parecía ser del propio Iglesias),
financiación ilegal de Podemos, salida del euro o subida masiva e
indiscriminada de impuestos. Todos venablos peligrosos porque son muy
pegadizos para las audiencias.
Hubo momentos para los otros dos; en el caso del PSOE, la corrupción,
la complicidad con la austeridad y la reforma laboral y en el caso de
C's especialmente el contrato laboral único, también propuesta de muy
difícil defensa. Pero nada comparable con los chaparrones que caían
sobre PP y Podemos. En sí mismo, el debate fue insulso, inconcluso y
carece de ganador claro. Pero, ante todo, hace vislumbrar que la
situación de bloqueo se mantendrá y quizá sean necesarias terceras
elecciones, a pesar de lo que afirmaron en contra los dirigentes ya que
su incapacidad para llegar a acuerdos fue evidente.
Varias
veces repitió Sánchez que fue la negativa de Podemos el 20 de diciembre
y su voto a una con el PP los que obligaron a estas elecciones. Otras
tantas reiteró Iglesias la necesidad de no mirar al pasado y su oferta
de alianza de Podemos con PSOE para un gobierno de progreso, recurriendo
reiteradamente a esa previsión maniquea que tanto gusta en Podemos de
que Sánchez tendrá que elegir entre un gobierno con el PP o un gobierno
de progreso con ellos. Enésima prueba de su patética pobreza dialéctica e
intelectual porque, en primer lugar, reconoce la superioridad e
iniciativa del PSOE y, en segundo plantea la cuestión de que, si esto es
así, ¿por qué imposibilitaron el primer gobierno?
Palinuro tiene la
respuesta: porque Anguita forzó las nuevas elecciones y el narcisista
Iglesias pensó que en unas nuevas elecciones arrasaría en plan
caudillista latinoamericano. Pero en tercer y último término, a base de
ocultarla, ponen de relieve una posibilidad que nadie considera pero es
evidente: la coalición PSOE-C's, que es una gran coalició edulcorada.
La voluntad de los dos contrayentes hipotéticos está clara. Solo
necesitan que Rivera tenga más votos.
Cuatro
hombres debatiendo sobre sus asuntos, desde su punto de vista
masculino. Como es lógico, no hicieron ni un mero intento de aplicar una
perspectiva del otro género a nada. Cuando hablaron de las mujeres lo
hicieron (los que hablaron de ellas) no como de sujetos sino como de
objetos.
En general, el debate tuvo un nivel próximo al mental de Rajoy
pero, en lo tocante a las mujeres, alcanzó niveles insultantes. Ni uno
solo de los candidatos, ni Sánchez, quien aseguró que el PSOE es el
partido de las mujeres (la suya estaba esperándole obedientemente en la
sombra por si había que hacerse alguna foto de propaganda) tuvo al menos
el coraje de señalar que allí no había nadie, absolutamente nadie, que
pudiera hablar en nombre del 52% de la población. Solo los tres
periodistas llevaron una mujer y la tuvieron de dummy.
En
definitiva, el estado real del país lo denota este estúpido, cerrado,
denso machismo que, sin embargo, entonó todas las entradas con unos
gorgoritos de duelo sobre la matanza de Orlando con la misma fuerza de
convicción que hubieran tenido de haber anunciado su intención de no
volver a contar una mentira en su vida.
El debate tuvo otro
elemento decisivo, sin duda el más decisivo de todos, con el que se
prueba por enésima vez lo que Palinuro lleva meses, años, diciendo, esto
es, que la cuestión catalana es la más importante a lo que se enfrenta
el Estado español, lo acepte o no, lo quiera o no. Aquí, la nitidez de
las respuestas de tres de los cuatro partidos fue rotunda: referéndum de
autodeterminación en Cataluña, no, jamás. A diferencia de lo sucedido
con las mujeres, entre los cuatro, al menos, había un catalán para
hablar de Cataluña; pero era un catalán "bueno", más español que
Menéndez Pelayo. Los catalanes malos, los independentistas, eran
invisibles, insisto, como las mujeres, si bien los de ERC
contraprogramaron el debate patriótico con otro más realista.
A la recia
voluntad general de no dar ni agua a los catalanes, Rajoy añadió sus
habituales sinsorgadas sobre el respeto a la ley del embudo en que ha
convertido el ordenamiento jurídico español y Sánchez las suyas sobre
una reforma de la Constitución de matriz federal que no se va a dar
jamás ni él tiene la menor idea de cómo poner en marcha. Es muy de
señalar que el incuestionable nacionalismo español de este hombre,
hechura perfecta de su padrino Rubalcaba, lo lleva a utilizar el derecho
de autodeterminación de los pueblos no como una opción jurídica o
política sino como un insulto.
A
este respecto, Podemos está en una situación endemoniada, teniendo que
defender el derecho de los catalanes a decidir con un argumento de,
digamos, tornasolada moralidad pascaliana: el derecho a decidir de
catalanes y vascos como vía más inteligente que la cuartelaria de los
otros de conseguir lo mismo, esto es la unidad de España. Por eso decía
con orgullo Iglesias que Podemos había ganado las elecciones en Cataluña
y el País Vasco; en román paladino porque ha aprendido a ser más hábil,
marrullero y mentiroso que su vecino. De todas formas, dos glosas al
margen lo dejaron todo claro: habría un referéndum en toda España sobre
Cataluña (tranquilas, tranquilos) y, en todo caso, el referéndum no
sería línea bermeja en sus anheladas conversaciones para formar gobierno
con ese dirigente muy y mucho español que es Sánchez.
Pues sí,
es muy probable que haya terceras elecciones si los resultados son
similares a los del 20 de diciembre y que las haya por Cataluña.
He leído todo tipo de comentarios sobre
el esperado debate a cuatro, único de esta campaña electoral.
Declaraciones, artículos, columnas. Me he enterado de cómo sonreía
fulano, de si mengano tenía el gesto adusto, de cómo vestían todos y
cuáles eran sus gestos más y menos favorables. He leído sobre los
gustos, filias y fobias de unos u otros, sobre si iban bien documentados
o no y sobre su manejo de las cifras y datos. Y, por supuesto, de si
"ganó" este o aquel o aquel otro o de si el que "ganó" lo hizo porque no
"perdió" y observaciones tan inteligentes como estas.
Pero
lo que no he visto en parte alguna ha sido un juicio sobre el conjunto
del debate, una valoración de su categoría, del peso de los argumentos,
de la forma de exponerlos, de sus distintas facetas y mucho menos he
leído alguna reflexión sobre la pertinencia o impertinencia de los
razonamientos y los temas abordados. Posiblemente porque la categoría de
los analistas y expertos comunicólogos sea aun inferior a la de los
políticos, que ya es decir.
Lo
más llamativo del debate y lo que al menos algún análisis habría de
señalar fue su pavorosa falta de nivel intelectual. Ni una idea nueva,
ni un juicio o conceptos audaces, inesperados, sobre asuntos de los que
habla todo el mundo en la barra de los bares con más conocimiento de
causa, más familiaridad y más perspicacia que estos líderes de
pacotilla.
Las
elecciones costarán 160 millones de euros (aparte de lo que no se ha
podido producir en estos seis meses de desidia y marasmo) por culpa de
la incompetencia de estos mismos cuatro individuos, incapaces de ponerse
de acuerdo en nada, salvo en repetir la jugada y en que el coste lo
paguemos los ciudadanos. Ellos no solamente no pagan sino que se
consideran con derecho incuestionable a volver a presentarse y reclamar
el voto tras haber fracasado una vez, con orgullo, con soberbia, sin
pedir disculpas y todos sosteniendo que tienen la fórmula mágica, el
bálsamo de Fierabrás. ¿No es increíble?
Falta
de nivel intelectual es, incluso, caritativo. No se trata de pedir a
esta gente que esté a la altura de los tribunos, diputados y oradores
del pasado, de un Donoso Cortés, un Emilio Castelar o un Manuel Azaña.
Al lado de aquellos políticos estos son analfabetos funcionales. Pero sí
nos asiste el derecho de que, además de asesorarse sobre el peinado, la
corbata y el perfil, esta gente aprenda a hablar en público y no
convierta los debates en una aterradora lluvia de lugares comunes,
latiguillos, topicazos y meras estupideces, que dejen de decir "Mire
usted, señor X...", "oiga usted, que aquí se trabaja", "¿sabe usted lo
que le falta , señor Y? Yo se lo diré...", déjeme decirle...", "hay algo
importante que quiero decirle...", "nosotros pensamos", "nosotros
proponemos", "le digo sinceramente...", "creemos, como no podía ser de
otra manera...", etc., etc.
Añado una consideración a la que Palinuro dedicó un párrafo en su post de ayer, sigue el bloqueo,
pero no he visto tratado en otros lugares y, sin embargo, merece
especial consideración: el patriarcado, el machismo rancio que destiló
todo el debate, del principio al final. Ni una sola mujer en el plató
para hablar de lo que interesa al 52% de la población. Solo una entre
los tres moderadores y no tenía parte en el guión ni palabra en la
función. ¿Alguno de los participantes lo hizo observar? Ni uno. Todos
tan a gusto en un mundo en el que cuatro machos (y españoles, blancos,
de clase media, edad media, heterosexuales, residentes en capitales y
católicos de confesión y práctica o culturales) hablan en nombre del
conjunto de la población española cuando, tomando estos datos en
consideración representan a menos del 20% la población entre todos ellos.
Ninguno
de estos machos hizo la menor referencia a las mujeres como no fuera,
en algún caso, para tratarlas como objetos y no como sujetos. Salvo una
referencia de pasada a que sigue habiendo una brecha salarial
considerable entre hombres y mujeres (en el caso de Sánchez quien, creo
recordar, se permitió la machada de decir que el PSOE es el "partido de
las mujeres") no hubo ninguna otra referencia a cuestiones feministas.
Los periodistas hubieron de insistir un par de veces para que se
dignaran decir unas breves y desdeñosas palabras sobre la violencia
machista.
Ninguno
de ellos introdujo en su discurso una perspectiva de género. Dudo
incluso de que sepan lo que es. Incapaces de desglosar las cifras y
datos que manejaban (y que están desglosadas por sexos; basta con
buscarlas) para explicar que, si el índice de paro es X, el de paro
femenino es X x N; si el de pobreza es Y, el de pobreza femenina es Y x
N; si el de precariedad es Z, el de precariedad femenina es Z x N,
siendo N siempre un número positivo. Ninguno de ellos habló de la
prostitución, de la trata de mujeres, de la sobreexplotación, el acoso
sexual, el laboral, el trabajo de las empleadas del hogar. Ni una
palabra.
Que
esto lo haga la derecha, esto es, el Sobresueldos y Rivera está en la
naturaleza de las cosas. Que lo hagan los dirigentes del PSOE y de
Podemos es intolerable. La próxima vez que alguno de estos dos fantoches
diga algo parecido a que "la revolución será feminista o no será",
mandadlo a escardar cebollinos.
Una
cuestión, y va en serio. Mucha gente se pregunta cómo es posible que
siete millones de personas voten a la derecha. Yo me pregunto cómo es
posible que once millones de mujeres voten a estos cuatro machos que no
saben hablar porque su capacidad de raciocinio se concentra un palmo por
debajo de su ombligo, que es su punto de referencia.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED