Una de las actividades más insostenibles de la gestión de
residuos agrícolas son las quemas agrícolas. En la región, se realizan
dos tipos estas prácticas: la incineración de podas y rastrojos -de
octubre a mayo- y las quemas contra las heladas con alpacas
o balas de paja y velas antiheladas -de enero a marzo-. Éstas últimas
se realizan en algunas comarcas de la Región para contrarrestar los
efectos de las bajas temperaturas sobre los cultivos de fruta
extratemprana.
Se está produciendo un intenso debate
sobre el control y las alternativas de gestión de estas quemas ya que
son un motivo continuado de aporte a la contaminación atmosférica en
numerosos municipios de la Región como Murcia, Cieza, Mazarrón, Águilas,
entre otros.
El sector agrario sigue mostrándose muy reticente, cuando
no en franca oposición, a cambiar estas prácticas a pesar de estar
ampliamente documentado que tienen una elevada incidencia sobre la
calidad del aire y en la salud de la población. Algunas organizaciones
agrarias usan toda su influencia social y política para que sigan
manteniéndose y no se desarrollen alternativas sostenibles.
La quema de restos vegetales genera humo formado por
contaminantes como el metano (CH4), monóxido de carbono (CO), dióxido de
nitrógeno (NO2), hidrocarburos, partículas (PM10, PM2.5 y PM1). También
se emiten compuestos orgánicos volátiles (COV) como el benceno, y
compuestos orgánicos semivolátiles (COSV), incluyendo hidrocarburos
aromáticos policíclicos (HAP) como el benzo[a]pireno.
Dependiendo
de la fuente, se puede encontrar, cantidades variables de metales como
el plomo (Pb) o el mercurio (Hg). La quema de biomasa proveniente de las
tareas agrícolas se considera también una fuente de dioxinas. A estos
contaminantes habría que añadir los que se puedan generar en la
combustión de hidrocarburos como en el uso de velas de parafina o
estufas californianas que se emplean durante las quemas antiheladas.
La Ley 22/2011 de Residuos y Suelos Contaminados establece
que la quema de residuos agrícolas es una actividad contaminadora de la
atmósfera y solo estaría permitida, de manera excepcional, para evitar
la propagación de una plaga, en base a la Ley 42/2002 de Sanidad
Vegetal. Esta excepción debe estar plenamente justificada por el órgano
competente. En 2019, se publicaba una resolución conjunta de las Direcciones Generales de Medio Ambiente, Salud Pública y Medio Natural,
en relación a prácticas de quemas en el sector agrícola, señalando que
no es una práctica permitida. Durante su redacción contó con la
oposición frontal de las organizaciones agrarias.
Sin
embargo, a pesar de las normativas citadas, tanto Ayuntamientos como
Comunidad Autónoma siguen manteniendo, en líneas generales, una actitud
permisiva con estas prácticas a pesar de que, en muchas ocasiones, se
generan episodios de contaminación muy graves.
La
creciente presión ecologista y ciudadana ha puesto contra la pared la
inacción de los poderes públicos. De hecho, sigue siendo la ciudadanía,
en gran parte, la que tiene que hacer la labor de vigilar, denunciar,
notificar y documentar muchos episodios de contaminación por quemas que
se producen ante la indolencia y laxitud administrativa.
Por otro lado,
la red de vigilancia atmosférica no cubre zonas rurales, y el estado de
las unidades móviles sigue siendo lamentable. La consecuencia es que
apenas se toman datos de contaminación por quemas agrícolas (solo en
Cieza se han registrado mediciones en algunos episodios).
Es
necesaria la implicación de los poderes públicos y las organizaciones
agrarias para implementar y facilitar alternativas a las quemas
agrícolas. Para las quemas antiheladas, es útil la aspersión de agua
sobre frutales para que el llamado 'efecto iglú' sea efectivo, al actuar
el hielo como una capa protectora que evita la pérdida de calor o los
molinos en altura que hacen bajar la capa de aire más caliente sobre el
cultivo.
En la quemas de residuos agrícolas hay alternativas como la
trituración de rastrojos y los restos de podas, la compostación que
permite su uso como mantillo vegetal, compost o abono, la implementación
de contenedores para estos residuos y el desarrollo de campañas de
educación ambiental a los agricultores.
Estas acciones suponen, en la
práctica, un cambio necesario que evita las emisiones de compuestos que
deterioran la calidad del aire y que permite la reutilización de los
residuos agrícolas. Las quemas agrícolas no son la solución, por el
contrario la reutilización de los residuos agrícolas es el camino a una
agricultura sostenible y con un menor impacto ambiental en nuestra
Región.
(*) Militante del movimiento pacifista, ecologista e investigador sobre historia social y ecología
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