El presidente de la mesa de edad del Congreso de los
Diputados pidió perdón a los españoles por el fracaso de la XIII
legislatura bajando la cabeza en señal de respeto a los electores. Fue
un gesto sincero e inquietante.
Un hombre con terno oscuro y barbas de Valle-Inclán ,
como si acabase de salir de un ensayo del Centro Dramático Nacional,
pidió excusas por la absurda repetición de las elecciones, mientras la
mitad del hemiciclo miraba el teléfono móvil. El diputado socialista Agustín Javier Zamarrón ,
de 73 años, estuvo sublime y a la vez delató una situación
verdaderamente frágil. El médico burgalés tiene problemas en una pierna.
“Estoy cojo, como el resto del Parlamento, unos inválidos y otros
cojos”, dijo a la prensa.
Con un simple gesto con la cabeza, Zamarrón puso en
evidencia la soberbia de un momento político intoxicado por la técnica.
El diputado de las barbas blancas viste con tanta intención los hábitos
de la vieja cultura que su estampa valleinclanesca subraya la frívola
peligrosidad del presente. Nadie más ha pedido perdón por el baño de
espuma de Weimar que se acaba de dar la democracia española en una
Europa en claro riesgo de declive.
El día anterior, Albert Rivera , uno de los
responsables del bloqueo, se despedía de la afición con un videoselfie
sin la más mínima muestra de pesar por el fracaso de su aventura. La celebrity se despide de ustedes hasta el próximo reality show . Hasta luego, Lucas.
Aquí nadie se hace responsable de nada y el doctor Zamarrón
pide perdón por todos. La vieja cultura democrática de los tiempos
analógicos, una cultura frágil en España como consecuencia de cuarenta
años de dictadura, hoy está rota, y algunos tecnólogos han intentado
tomar el mando provocando estragos de inciertas consecuencias. El
estrago de noviembre. La política era ayer un papel arrugado en el
Congreso de los Diputados.
Pedro Sánchez ya no es el hombre fresco de junio del 2018,
aunque tiene cuerda para rato y puede durar años, puesto que ha nacido
para mandar. Los ministros parecen supervivientes de la batalla del
Somme con corbata y traje chaqueta. Todos los socialistas repiten lo
mismo: “Va a ser duro..., va ser duro...”. Va a ser más duro, todavía.
El eurocomunista Pablo Iglesias también sabe que va a
ser duro, pero tiene ganas de vivir la experiencia. En su campo
ideológico hay un eterno retorno del subjetivismo al objetivismo. Toda
fuerza situada la izquierda del PSOE llega un día en que regresa al
seminario de Arrás de 1963, en el que se inició la discrepancia de Fernando Claudín y Jorge Semprún con
el voluntarismo que preveía una inminente caída del franquismo.
“Esto
va para largo”, advirtieron, y la discusión acabó mal. Acabó mal, pero
el debate duró casi dos años, puesto que había más democracia interna
en las lentas organizaciones políticas de la clandestinidad que en las
actuales plataformas digitales aceleradas. Si hay gobierno de coalición,
Iglesias intentará conjugar objetivismo y subjetivismo. Ayer consiguió
que tres puestos de la Mesa del Congreso sean para Unidas Podemos.
Pablo Casado parece asustado sin estar asustado. Este hombre
está tomando conciencia de la envergadura del momento. El papel del
Partido Popular, por muy severa que vaya a ser su oposición, va a ser
clave para el futuro de una democracia integrativa en España. Inés Arrimadas sigue hablando para las cámaras de televisión como si nada hubiera pasado.
La contundente novedad es Vox, el partido
nacional-castellano. Cincuenta y dos diputados con un argumentario
perfectamente tallado. Les ha tocado la lotería. La nueva cultura
tecnocrática que utiliza la demoscopia y la comunicación política como
artillería performativa –creadora de supuesta realidad– les ha regalado
un baño de espuma de Weimar.
Steve Bannon está dando gracias al Altísimo, y Santiago Abascal ha adquirido seguridad. Hay que leer la entrevista que concedió hace unos días al Corriere della Sera .
Hace cuatro años entraba Podemos con el bebé de Carolina Bescansa . Ayer entraron cincuenta y dos juramentos marciales de la Constitución. Se cumple un año del acontecimiento de Andalucía.
El diputado de provincias Zamarrón pidió perdón por todos. Meritxell Batet estuvo
a la altura después de una semanas difíciles para ella. Batet demostró
ayer que la socialdemocracia no tiene por qué ser una hoja temblorosa en
el invierno de las democracias europeas.
Último parte: la negociación para la investidura puede que esté acelerando. Va a ser duro.
(*) Periodista y director adjunto de La Vanguardia
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