Angela Merkel preguntó la semana pasada a Pedro Sánchez y Pablo Casado sobre
los acontecimientos de Catalunya. “¿Cómo está Rajoy?”. Eso fue lo
primero que le dijo a Casado, el pasado jueves en Bruselas. Preguntó
después por la evolución de la economía, por los efectos que el Brexit
puede tener en España, y finalmente, por la situación en Catalunya. De
lo general a lo particular, con una cortesía para el presidente
retirado. Vieja escuela.
Brexit salvaje y Catalunya algo inflamada a finales de
octubre. Estas eran las cartas de navegación de Moncloa cuando Sánchez
decidió poner rumbo a la repetición de elecciones. Las previsiones, sin
embargo, suelen fallar cuando se cruzan dos temporales. No parece que
vaya a haber un Brexit absolutamente descontrolado y se han registrado
acontecimientos verdaderamente salvajes en Barcelona. El Gobierno
cimbrea. El PSOE se halla en estos momentos por debajo de los resultados
de abril, mientras el Partido Popular recupera músculo. (Casado así se
lo explicó a Merkel). Última noticia: las llamas de Barcelona elevan a
Vox en las encuestas.
Brexit y Catalunya. Ese era también el plan del círculo de Waterloo: un buen pollo catalán coincidiendo con el Brexit de Boris Johnson ,
para recordar a Bruselas, Berlín y París que la Unión Europea tiene un
serio problema en Catalunya. La ocupación del aeropuerto del Prat,
inmediatamente después de conocerse la sentencia, tenía que ser la
primera de una serie de movilizaciones con el sello Hong Kong.
También
aquí los planes han fallado. Excitados por la ocupación del Prat, al día
siguiente estallaron violentos incidentes en Barcelona, que escaparon
al control de la plataforma digital Tsunami Democràtic, pilotada desde
Waterloo. Otras redes. Otros actores. Un núcleo de gente bien coordinado
y entrenado en las técnicas de guerrilla urbana, a los que se sumaron
un millar largo de jóvenes, más o menos espontáneos, excitados por el
ambiente insurreccional.
A partir de una cierta temperatura, los calentones sociales
son muy difíciles de controlar. Lo están intentando, sin embargo. El
jueves de la semana pasada, un loco disparó un cohete contra un
helicóptero los Mossos. Ayer, centenares de adultos protestaban
vertiendo litros de detergente en la fuente de la plaza Espanya de
Barcelona. De la barricada a la gincana. No es fácil entender lo que
está pasando en Catalunya. Y Merkel pregunta.
Al círculo de Waterloo le han fallado varios cálculos. Gonzalo Boye, letrado de Carles Puigdemont, ha sido citado a declarar hoy en la Audiencia Nacional por un caso de blanqueo de capitales del narcotraficante gallego Sito Miñanco ,
del cual ha sido abogado hasta hace muy poco. Un testigo le señala como
presunto creador de un sistema de pagarés falsos para Miñanco (véase la
edición de hoy de La Vanguardia).
A Boye le asiste en este
asunto el derecho a la presunción de inocencia, como le asistió en los
años noventa durante la instrucción del caso por el que finalmente fue
condenado a catorce años de cárcel por colaboración con ETA en el
secuestro del industrial Emiliano Revilla. Además de hábil
jurista, el abogado Boye es la persona con más talento político del
círculo de Waterloo.
Mientras el periodista Puigdemont escribía
crónicas locales sobre las fiestas de Sant Narcís de Girona y Joaquim Torra vendía
pólizas de seguros, el joven chileno Gonzalo Boye se fogueaba con el
clandestino Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), el grupo que,
años atrás, intentó empujar al presidente Salvador Allende más a la izquierda, contra la voluntad del Partido Comunista de Chile, que veía venir el golpe de Estado.
Cuando el general Pinochet
tomó el poder, Boye todavía era un niño. El abogado Boye tiene más
experiencia del mundo que todos los demás miembros del círculo de
Waterloo juntos. Hoy declara sobre Sito Miñanco.
Y Merkel pregunta.
(*) Periodista y director adjunto de La Vanguardia
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