Volver a ganar las elecciones este 26-M, reforzando lo logrado el
28-A es otra victoria que Pedro Sánchez parece tener al alcance de su
mano. Pero será una amarga victoria si el nuevo disfrute del poder queda
lastrado por la presencia de Pablo Iglesias en el Gobierno de España y
con una deuda en indultos y otros favores con los partidos golpistas y
soberanistas de JxCat y ERC, lo que mantendrá en jaque al Estado y la
unidad del país.
Nadie en el PP o en Cs le permitirá a Sánchez eludir con pactos hacia
su derecha, la ‘dorada cárcel’ de La Moncloa o escapar a sus
compromisos con Iglesias, que el de Podemos dice que ‘son de sentido
común’ aunque parecen una bomba de relojería. Y sus compromisos con
Junqueras -el jefe del golpe- al que Sánchez le ha dicho ‘hablaremos’.
También habrá favores a Puigdemont a quien Sánchez ya le regaló, a
través de Torra, un encuentro inolvidable en Pedralbes y un ‘relator’.
Desde la moción de censura hasta aquí Sánchez ha promocionado a los
golpistas/soberanistas catalanes en los tres poderes del Estado. En el
Poder Judicial cesando a los abogados del Estado que pedían el delito de
rebelión.
En el Legislativo Sánchez ha colocado en las presidencias del
Congreso y Senado a dos pro soberanistas del PSC, Batet, resistiéndose a
suspender a los que ha llamado ‘excelentísimos’ señores Junqueras,
Sánchez, Turull y Rull que son unos golpistas presos y muy presuntos
delincuentes. Y Cruz quien desde la cúpula del Senado ya le ha dicho al
Tribunal Supremo que una sentencia absolutoria de los golpistas
mejoraría la tensión en Cataluña.
Y ahora Sánchez se dispone a meter en el Poder Ejecutivo a Pablo
Iglesias y a otros dirigente de Podemos, que son máximos defensores del
golpismo catalán en Madrid. A los que Iglesias llama ‘presos y exiliados
políticos’ y a los que Podemos, que está en esto en contra de la Ley,
quiso que no se les suspendiera en el Congreso y el Senado.
La Moncloa es pues el centro de poder en el que Sánchez pretende
seguir al precio que sea y en compañía de Podemos, ERC y JxCAT, incluso
en el caso de que lograra una mayoría relativa sin JxCat y ERC.
Al otro lado del Río Bravo de la política está inquieto y preocupado
Pablo Casado, el por ahora líder del PP y de la Oposición, al que este
domingo le espera y tiene por delante una angustiosa jornada electoral
en este 26-M.
La que comenzará con el resultado de las elecciones europeas donde ya
se espera un retroceso del PP y que culminará, pasada la media noche,
con los resultados tan esperados de los Ayuntamientos de Barcelona y
Madrid, y de especial manera de la Comunidad de Madrid que es donde
Pablo Casado se juega su liderazgo.
Porque, si tras la debacle en las generales del 28-A, el PP retrocede
en los comicios europeos -y no digamos si los adelanta Cs- y luego
pierde la Comunidad de Madrid la situación de Pablo Casado al frente del
PP estará en entredicho y sometida a la presión y rebelión de los
antiguos ministros y dirigentes de Rajoy.
Los mismos a los que Casado maltrató y expulsó de la dirección del PP
y de las principales listas electorales. Como las de Madrid donde
Casado, muy a pesar de la importancia y la trascendencia (para él y para
el PP) impuso a candidatos de escasa valía e impacto electoral, sin que
Casado ni nadie en el PP haya sabido explicar el por qué.
Lo que convierte a Casado en el responsable único y directo de lo que
les pase en Madrid. Pero si su pupila Isabel G. Ayuso logra renovar
-con Cs y Vox- el Gobierno de Madrid, Casado habrá salvado la cabeza y
tendrá otra oportunidad y cuatro años por delante como reclama.
Pero si Cs queda delante del PP en la Comunidad de Madrid o la
izquierda consigue la mayoría y expulsa al PP, en ese caso que se
prepare Casado porque las huestes de Rajoy, con Feijóo, Pastor y Báñez, a
la cabeza no se lo perdonarán y le pedirán la dimisión.
Y si Casado se encastilla en Génova 13 para permanecer al frente del
PP cuatro años más como pretende, en ese caso asistiremos a una fuga
masiva de dirigentes y de destacados cargos públicos del PP hacia Cs.
Sin duda la jaula de oro de Sánchez en La Moncloa, con Iglesias
dentro y Junqueras y Puigdemont llamando a la puerta, es a pesar de los
pesares para Sánchez un gran triunfo que le permitirá cuatro años (si no
se rompe el hechizo) más de permanencia en el poder. Mientras que
Casado tiene muy mala situación porque el PP se volverá a estrellar como
el 28-A, y si además pierde Madrid entonces, colorín colorado, el
cuento de Casado se acabará.
(*) Periodista
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