De cara a las elecciones municipales autonómicas y europeas, la
campaña se desarrolla con un patrón en el que se destaca la pelea entre
las llamadas tres derechas, más divididas que en las Generales, y en la
que cada una, tiene su propio objetivo.
El Partido Popular lucha por
seguir siendo el primer partido de la oposición, cuyo líder Pablo Casado
se juega seguir o no al frente del partido y ser el líder de la
oposición.
Ciudadanos, situado en la derecha liberal, pelea por dar el
sorpasso al PP, y convertirse en la alternativa política al PSOE, y Vox,
el nuevo fenómeno de la extrema derecha, que pretende conseguir un
grupo parlamentario en Europa similar al que consiguió Podemos en las
anteriores elecciones europeas y que supuso su despegue como partido
político.
No deja de ser curioso que gran parte de la prensa internacional se
interese por Vox, hasta el punto de destacar en sus informaciones que
las recientes elecciones generales españolas serán recordadas por dos
motivos.
En primer lugar, porque en un momento en el que los partidos
socialdemócratas se desmoronaban en el resto del mundo, el PSOE se ha
hecho con la mayoría en un parlamento muy fragmentado. Y porque un
partido de extrema derecha, Vox irrumpía en el Congreso, por primera
vez desde 1978, cuando España recuperó la democracia tras 40 años de
dictadura.
“España por fin tiene un partido de extrema derecha en el Congreso”
¿Por qué ha tardado tanto?, se pregunta el periódico norteamericano The Washington Post, que
sostiene que Vox no se parece al resto de partidos de derechas de la
ola populista en Europa.
El porcentaje obtenido por Vox, del 10,3%, es
muy inferior al de sus homólogos en el resto de Europa, lo que le
otorga muy poca influencia política en un futuro próximo. Y eso a pesar
de que durante la pasada década España, como sus vecinos, atravesó
una crisis económica, un aumento masivo de la inmigración, recientes
atentados islamistas y una importante inestabilidad política.
La
pregunta principal, por tanto, es la siguiente: ¿por qué España no ha
sucumbido en mayor medida a la política de la derecha radical? ¿Por qué
obtuvo Vox tan poco apoyo en comparación con partidos similares en el
resto de Europa?
En efecto, España tiene ahora un partido de extrema derecha en el
Congreso, poniendo fin a lo que se podría denominar como “la excepción
española”. No obstante, según el estudio del Washington Post de
los politólogos Fernando Casal Bértoa y Juan Rodríguez Teruel, los
perfiles ideológicos y sociológicos de los votantes de Vox son bastante
distintos a los de los votantes de la extrema derecha en otros países.
La mayoría de los electores de la derecha radical en Europa están
motivados por la inmigración. Sin embargo, aunque Vox se opone a la
inmigración, según estudios recientes, su oposición al secesionismo
catalán es su principal motor electoral. De hecho, la inmigración
sigue preocupando sorprendentemente poco en España. Lo que indigna al
votante más tradicional es el intento de secesión de Cataluña, que ha
radicalizado a los partidarios de la unidad en España.
Y lo que tal vez sea más importante: los votantes de Vox tienen una
situación económica superior a la de la media de votantes de extrema
derecha en Europa. Los votantes de la extrema derecha suelen ser
trabajadores desencantados con un bajo nivel de formación, además de
pequeños grupos de empresarios y trabajadores del sector servicios.
Aunque sigue siendo pronto para estar seguros de qué grupos se
inclinarán por Vox, los estudios revelan que la formación tuvo un
resultado especialmente malo entre la clase tradicional trabajadora.
Esto sugiere que -por el momento- no ha llevado a cabo una
reorientación política profunda como hicieran sus homólogos europeos.
Por ahora, la extrema derecha española parece más una pequeña
escisión de la derecha tradicional que una alternativa política con
gran potencial electoral.
Además, Vox se centra en políticas económicas tradicionales de la
derecha, como bajar los impuestos y el gasto social, algo poco habitual
entre los partidos populistas europeos. Normalmente, los populistas de
derechas están a favor de aumentar el gasto sólo para los nativos, o
se muestran imprecisos sobre sus políticas económicas para atraer
tanto a votantes económicamente vulnerables como a electores acomodados
que se sienten amenazados por la inmigración.
En ciertos aspectos, el programa culturalmente conservador y
enormemente nacionalista de Vox se asemeja más a la vieja extrema
derecha española, que a los partidos populistas contemporáneos. Se
opone a la secesión, al aborto y al feminismo, defendiendo los roles
tradicionales de género y limitadas atribuciones económicas para el
gobierno, lo que puede resultar atractivo para un pequeño grupo de
personas de la derecha tradicional, pero no así para votantes que sean
indistintamente de izquierdas o de derechas, como es el caso de otras
formaciones de extrema derecha.
La llegada de Vox al Congreso español, concluye el estudio que publica The Washington Post,
es importante, pero todavía no es el típico partido populista europeo
de extrema derecha, y no cuenta con una amplia audiencia
anti-inmigración a la que dirigirse.
Por el contrario, es probable que Vox y el resto de partidos de
derechas en España sigan disputándose los votos. El vencedor
dependerá de si el PP logra recuperar su credibilidad y de lo que
suceda con los envites secesionistas de Cataluña. Es poco probable que
la extrema derecha española protagonice en un futuro próximo una
reorientación política del tipo de las que se han vivido en otros
países.
(*) Periodista y economista
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