Las detenciones de la policía española, sin ninguna orden judicial,
de cargos institucionales y activistas independentistas, así como de un
fotoperiodista, que se han producido durante todo este miércoles en las
comarcas de Gerona, suponen una de las noticias de mayor gravedad de los
últimos tiempos.
Por su arbitrariedad, su injusticia y la desmesura de la intervención policial son necesarias explicaciones urgentes por parte del Ministerio del Interior y de su titular, Fernando Grande-Marlaska,
y una respuesta clara y contundente por parte del gobierno catalán.
Lo
que ha sucedido este miércoles, sin justificación posible
alguna, sobrepasa tantas líneas que cualquier cosa que no sea el repudio
tajante y diáfano acabará siendo una normalización de la represión.
Poco importa si se ha querido asustar al mundo independentista con
las detenciones. O si ha sido un aviso para navegantes ante el inminente
juicio a los presos políticos catalanes por parte del Tribunal Supremo y tomando como excusa la actuación de los detenidos en los cortes de las vías del AVE con motivo del aniversario del referéndum del 1 de octubre. No habrá asustado a ninguno, ciertamente, ante el hedor que desprendía toda la operación policial.
Dos alcaldes de la CUP, de Verges y Celrà,
detenidos. El primero, Ignasi Sabater, cuando salía de su domicilio por
la mañana, por policías de paisano con el rostro prácticamente oculto
por un gorro y un buff. El susto que se llevó fue importante
hasta que se identificaron.
También al abandonar su domicilio por la
mañana fue detenido por agentes de paisano Dani Cornellà, el alcalde de
Celrà. ¿No podían haber sido citados a comisaría a prestar declaración?
¿Era necesario un numerito como este? Entre la docena larga de detenidos
estaba también un sobrino del president Quim Torra,
quién sabe si por su vinculación familiar, y para amplificar la
persecución.
La advertencia al abogado Benet Salellas que no
podrá entrar en una comisaría si no habla en castellano fue la guinda de
la esperpéntica jornada.
Todos salieron en libertad a las pocas horas pero eso a estas alturas no es lo más importante. La detención del fotoperiodista de El Nacional Carles Palacio
también fue absolutamente anómala y se produjo cuando salía de comer.
Un grupo de agentes se lo llevaron en un coche camuflado de la policía.
El propio Palacio ha explicado que en las fotos que le mostró la policía
del pasado 1 de octubre como prueba de cargo aparecía acreditado con el
brazalete de prensa correspondiente y trabajando.
¿Qué tipo de
detención es esta? No hemos visto acudir a la policía, por ejemplo, a la
sede del BBVA a detener a su presidente de honor, Francisco González,
por todas las tropelías que está revelando el excomisario Villarejo y
que son métodos absolutamente mafiosos con unas 15.000 grabaciones a
gobiernos para desestabilizar el poder político, o a empresarios y
periodistas. ¿España es eso? ¿Infundir miedo al discrepante, protección
al poderoso?
Cantaba en 1968 Maria del Mar Bonet una canción que llevaba por título Què volen aquesta gent? compuesta
con la letra de un poema de Lluís Serrahima y como denuncia de la
represión política franquista.
Cincuenta años después eso no debería
estar pasando y el NO-DO en blanco y negro no tendría que ser la estampa
de una España que utiliza la represión para acabar con el disidente.
Como si fuera tan fácil silenciar a los millones de catalanes que
quieren un referéndum acordado y no renunciarán a la independencia.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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