Jose María Aznar es un personaje polémico, pero tiene el respeto de parte de la derecha. Las razones están ahí. Su “amarga victoria” del 96 fue
el primer triunfo de la derecha desde la mayoría absoluta de Felipe
González del 82.
Quizá desde antes porque Adolfo Suárez tenía un
contorno diferente. Y su Gobierno coincidió con una larga etapa de
crecimiento -no todo por méritos propios y muy basado en el inmobiliario-, pero crecimiento.
También con la entrada en el euro y con estabilidad en la relación
con la Catalunya de Jordi Pujol. Todo esto pesa mas -para parte de la
derecha- que su desvarío con la guerra de Irak, su triste final por querer aprovecharse del atentado islamista de Atocha y el recurso constante a la crispación como arma política.
El aznarismo -con Rodrigo Rato en la cárcel y Mariano Rajoy
repudiado por no ser un mandado- no vivía su mejor momento. Pero el
triunfo de Pablo Casado, su antiguo jefe de gabinete en FAES, le
ha devuelto glamur y han aumentado los que creen que, pese a ser un
político que divide, es un hombre de Estado.
Y para remachar esa idea
acaba de publicar un libro –'El futuro es hoy. España en el cambio de época'- que está presentando en toda España y que -es costumbre- despierta interés y colas de señoras a la caza de la dedicatoria.
El jueves estuvo en Barcelona y fue distinto. Media entrada en la librería que Rafael Nadal llena cuando presenta sus novelas, solo
un personaje relevante de la sociedad civil -José Crehueras, presidente
de Planeta y editor del libro- y nula expectación. Lo decía una
crónica: “Ni un triste CDR se tomó la molestia de abroncarlo”.
Indiferencia total.
Es sintomático que quien pretende ser el referente moral de la
derecha española no genere interés en Catalunya que es el 16% de la
población, el 19% del PIB y el 26% de la exportación. Solo Josep Piqué, al que elevó a la gloria ministerial, estaba allí -dialogando con Aznar- y ensalzando las cualidades del libro. Interesante, sí, también sectario.
Y es que Aznar, que cuida el oropel de estadista, fue el primero
que recurrió al nacional-populismo para alcanzar el poder y mantenerse.
Ahora formalmente lo critica, pero pretende que sea la base con la que
el PP vuelva a mandar.
Es difícil que un estadista español no tenga en cuenta el 16% de su
país y el 19% de su economía. La realidad -guste o no- es que el 47% de la población catalana ha votado a favor de la independencia en
dos elecciones seguidas, 2015 y 2017. El 47% no da derecho a liquidar
el orden constitucional y estatutario, pero es el 47%.
Y afirmar que “lo
que vivimos en Catalunya jurídicamente se llama rebelión y
políticamente golpismo” es no querer ver el fondo de la cuestión. Pero
no lo infravaloren. En el 2017 dijo: “Antes de que se parta España se
romperá Catalunya” y acertó más que Artur Mas.
Aznar, que no votó y criticó la Constitución del 78, ve ahora en
ella una garantía de orden y estabilidad. Meritoria evolución, pero
defender la Constitución exige coherencia. Quien no la votó no puede
predicar que el PSOE -principal artífice del texto junto a UCD, el PCE y
CDC- no es hoy constitucionalista. Suena ridículo.
Las constituciones se deben respetar, también adaptar. Cuando el 57%
de catalanes dice que hoy no votarían la Constitución del 78, que
entonces refrendaron en mayor proporción que el resto de españoles, es
que algo pasa.
Y no querer abrir el melón -por miedo al
fracaso o conveniencias partidistas- es dar bazas a los que dicen que
“la Constitución es una prisión” ¿Es razonable negarse a dialogar ante
este 57% que suma diez puntos más que el secesionismo?
Según la reciente distinción de Macron, Aznar
sería más un nacionalista español, alérgico a la Constitución que habla
de “nacionalidades y regiones”, que un patriota de la España
constitucional.
Además el proyecto de Aznar es confuso. Es partidario de Casado,
dice que el centroderecha está partido en tres, y considera que
Santiago Abascal, el líder de Vox, es “un chico lleno de buenas
intenciones” y constitucionalista (el PSOE, no). Es poco creíble que PP,
C's y Vox -en dura competencia en Andalucía- puedan pactar listas
conjuntas para las próximas legislativas.
¿No sabe que tres listas de
derechas sería un gran escenario para el PSOE? ¿Cree que su liderazgo se
impondrá a las ambiciones de Casado, Rivera y Abascal?
Ya sabemos que para Aznar todo es posible. Incluso creyó que la reunión de las Azores con Bush y Blair era otra Yalta que edificaría el nuevo orden mundial. No fue así, culpa de Zapatero.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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