MADRID.- Hay que retroceder hasta la Guerra Civil española para encontrar los últimos
submarinos españoles hundidos. El C-3, en manos de la Armada
republicana, se fue a pique casi instantaneamente por el misil de U-boot
alemán. El C-5, desapareció la noche del 31 diciembre de 1936 en el mar
Cantábrico sin dejar rastro, recuerda El Independiente.
Sin embargo los quebraderos de cabeza actuales de la flota española
son otros. El submarino más moderno, el SS-81 Isaac Peral, tuvo que
volver a los astilleros antes de ser botado. Se hundía por exceso de
peso. Aquel fallo de construcción, detectado en 2012, costó más de 2.000
millones de euros y ha retrasado hasta 2022 la fecha de entrega.
Los submarinos son las armas más sofocantes y sigilosas. El primero
en soñar con un barco capaz de moverse por el fondo del mar fue Leonardo
da Vinci. Imaginación y tecnología se encontraron por fin en 1889,
cuando se construyó el primer submarino eléctrico moderno. La hazaña
corresponde al teniente de la Armada Isaac Peral y esta vez sí, España
puede sentirse orgullosa.
A más de un siglo de distancia, los submarinos ya no son chatarra
peligrosa, pero el riesgo de morir en el fondo del mar sigue estando
ahí. El estreno de la película Kursk, del director Thomas
Vinterberg, coincide con el descubrimiento de los restos del ARA San
Juan, el submarino argentino desaparecido el 15 de noviembre de 2017.
El Kursk (en la imagen) era considerado insumergible. Con sus 16.000 toneladas,
medía dos veces un avión Jumbo 747. Era el submarino nuclear más
poderoso de la Flota del Norte de Rusia. Pero el 12 de agosto de 2000 se
hundió en cuestión de minutos en el Mar de Barents durante unas
maniobras militares.
Estaban pensadas para demostrar al mundo que Rusia
había vuelto a levantar cabeza después de la era soviética y se
convirtieron en una humillación internacional para las fuerzas armadas
rusas. Paradójicamente el nombre Kursk hace referencia nombre a la
victoria del Ejército Rojo que obligó a la retirada de las tropas
nazis en la Segunda Guerra Mundial.
La película llegará a las salas españolas el 5 de diciembre y está
basada la investigación del entonces corresponsal de la cadena ITN en
Moscú, Robert Moore (Kursk, edición Plataforma Historia).
El accidente fue provocado por la explosión de un torpedo alimentado
por HTP (peróxido de prueba), un material altamente inestable. La
detonación desencadenó una explosión en cadena en la sala de misiles y
un terremoto de 4.2 grados de la escala Richter.
Pero durante seis horas
las autoridades rusas no se dieron cuenta de nada. Pasaron otras cinco
antes de empezar el rescate. La boya de señalización había sido
desactivada, retrasando otras 16 horas la identificación del lugar del
accidente.
Las familias fueron informadas oficialmente sólo dos días
después, cuando los rumores del desastre habían empezado a circular.
Protagonistas de la tragedia
“Kursk no es una película de intriga política o de
explosiones. Es una película sobre la humanidad y los protagonistas de
esta tragedia”, dice Vinterberg a El Independiente. El factor humano está al centro de este largometraje protagonizado por Matthias Schoenaerts.
Sin embargo la política jugó un papel determinante en el desenlace de
la tragedia. Vladimir Putin llevaba apenas tres meses en el cargo de Presidente de la Federación Rusa.
Estaba en la dacha de Sochi cuando el Kursk se hundió. Su respuesta a
la crisis fue encerrarse en el hermético silencio propio de la era
comunista. Confió en sus asesores que le aconsejaron seguir con sus
vacaciones.
Mientras tanto, las tareas de rescate no iban bien. Se comprobó que
había supervivientes, pero el único submarino disponible
para salvarles era anticuado y en mal estado. Intentó muchas veces
acoplarse con el buque siniestrado sin éxito.
Los países de la OTAN, que
habían desplegado sus fuerzas en la región para controlar a los rusos,
ofrecieron ayuda desde el principio. Pero el miedo a que los antiguos
enemigos occidentales pudieran hacerse con los secretos militares del
Kursk, retrasó la ayuda durante una semana.
Cuando finalmente los buzos
noruegos fueron autorizados a entrar en el Kursk, encontraron todos los
compartimentos inundados. No había ningún superviviente.
En su película, Vinterberg dirige la la mirada sobre la soledad y la
desesperación de las familias, divididas entre la rabia por el
burocrático muro de silencio del gobierno ruso y la confianza
traicionada en una institución, la Armada, que creían amiga.
Vinterberg intenta reconstruir lo que podrían haber vivido los 23
marineros que durante los 3 días sobrevivieron en el único compartimento
no inundado del submarino.
“Nunca lo sabremos con certeza, la verdad
está en el fondo del mar. Sin embargo se habrían podido salvar todos.
Fueron condenados por el mal estado de las fuerzas de rescate de Rusia
después del colapso de la Unión Soviética y al rechazo de Moscú de
aceptar ayuda extranjera”, dice Vinterberg.
El último hundimiento
Tampoco sabremos lo que vivieron los 44 marineros del ARA San Juan. El
submarino argentino era la estrella de la flota del país sudamericano.
También en este caso hubo supervivientes: la Armada detectó siete intentos
de comunicación con tierra que nunca llegaron a establecer contacto.
Pero los tripulante del ARA San Juan nunca tuvieron posibilidad de
ser salvados. Los equipos de emergencia buscaron a ciegas durante 15
días en una área de 4.000 km2, cuando ya no había posibilidad de
encontrar marineros con vida.
El 17 noviembre 2018, el robot Seabed Constructor encontró el submarino
a más de 900 metros de profundidad cerca del Cabo de Hornos. El Kursk – ocho veces más grande que el ARA San Juan – se encalló a apenas 100 metros
de profundidad. Si se hubiera podido poner el vertical, su eslora
habría sobresalido de la línea del agua.
Ahora se está planteando la posibilidad de reflotar el ARA San Juan,
una posibilidad que sin embargo el Gobierno de Buenos Aires no ha
confirmado. Demasiado difícil técnicamente, demasiado alto el coste. Las
imágenes del Seabed han mostrado que el submarino se encuentra en estado muy deteriorado con el casco “deformado e implosionado”.
Cuando ocurrió el accidente, el submarino volvía a la Base del Mar
del Plata con antelación por un problema a las baterías que parecía
solucionado. Pero el último desolador mensaje de la tripulación
demuestra que no era así: “Ingreso de agua de mar por sistema de
ventilación al tanque de baterías N° 3 ocasionó cortocircuito y
principio de incendio en el balcón de barra de baterías. Baterías de
proa fuera de servicio al momento en inmersión propulsando con circuito
dividido. Sin novedades de personal. Mantendré informado.”
Guerra submarina
En el caso del Kursk se llegó a hablar incluso de un posible
escenario de guerra con submarinos estadounidenses, el Memphis y el
Toledo, que observaban las maniobras del Kursk por cuenta de la OTAN.
Querían espiar de cerca el Kursk que en la guerra de Kosovo de 1998
había conseguido pasar inobservado durante una misión en el Mediterráno,
burlando la 6ª Flota de EE. UU.
Según esta hipótesis, el Toledo habría chocado inadvertidamente con
el Kursk por un error de maniobra y el Memphis habría disparado para
evitar la reacción de los rusos. Cuando en el octubre de 2003 el Kursk
fue reflotado del fondo del mar, se comprobó que la teoría de la guerra
submarina no tenía fundamentos. La magnitud de la brecha abierta se
correspondía a la serie de explosiones en la sala de misiles.
La lista de accidentes en la historia de los submarinos militares es
larga. El USS Scorpion se hundió en el Atlantico en 1968 en un accidente
parecido al Kursk. En algunos casos al misterio del hundimiento se une
el secretismo de la autoridades, como ocurrió con el submarino chino
desaparecido en mayo de 2003. Pekín no dio ningún detalle de lo
sucedido.
La Unión Soviética y Estados Unidos encabezan la lista de
desastres aunque el primer accidente de un submarino nuclear fue
estadounidense: el USS Thresher en 1963.
Envuelta en el misterio queda
la desaparición del Dakar, submarino israelí que desapareció en 1968 a
largo de la isla de Creta en su viaje inaugural.
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