Hoy, que toca análisis urgente de los escritos de
calificación conocidos ayer, no esperen que vuelva yo a entrar
machaconamente en lo que tantas veces ya he explicado. Entrar en el
bucle de si la rebelión o si la sedición, es volver la vista atrás a
decenas de columnas en las que ya se plasmó lo que no ha variado:
la Fiscalía General, representada por Maza, creó una ficción
jurídico-factual por la cual lo que durante años o meses no había tenido
un carácter penal, ni siquiera para el gobierno de Rajoy, se convertía
por obra y gracia del escarmiento en un delito de rebelión.
Un delito que precisaba forzar los hechos hasta lo indecible y más para
intentar que encajaran en un tipo, la rebelión, diseñado por el
legislador para las intentonas militares. No hay más. Después, el fervor
del bando mal considerado patriótico lo convirtió, a base de repetirlo,
en un “golpe de Estado” -convenientemente jaleados por el magistrado
instructor que lo comparó con el 23F- y en un paso más se condenó ya de
hecho en el relato de la derecha a los “golpistas”.
A la vez, se buscó
silenciar a todos las voces jurídicas que se llevaban las manos a la
cabeza. De catedráticos a jueces o fiscales, no militantes en otra
patria que la de la ley. Con la espiral de silencio organizada, tocaba
tachar de traidores o anti patriotas a las voces que aún intentaban
denunciar los que sucedía.
Todo era perfecto. Los partidos de derechas, el Tribunal Supremo,
la Fiscalía General del Estado y la Abogacía General en manos del PP,
los medios afectos, los que no querían quedar como desafectos... Todo
estaba atado y bien atado. Hasta la moción de censura. El nuevo gobierno
sirvió para romper esa espiral de silencio por parte de muchos y para
que comenzara a producirse un intento de distensión que todos preveíamos
-con el PSOE en el poder durante todo el reto independentista no
estaríamos en este punto, pensábamos muchos- y que fue dejando paso a
voces que volvían a recordar que, como han visto los tribunales
extranjeros, la desobediencia de los políticos catalanes no constituía
un hecho criminal. Los de siempre llaman a esto peaje. Muchos
consideramos que ya era llegada la hora de intentar arreglar el
desaguisado de alguna forma.
Podría analizar ahora
los escritos presentados ayer, pero analizar una acusación que afirma
que “los elementos precisos incluían la violencia necesaria para
conseguir el resultado criminal pretendiendo valerse de la fuerza
intimidatoria que representaba por una parte, la actuación tumultuaria
y, por otra, el uso de los Mossos de Escuadra (...) que podrían proteger
coactivamente sus objetivos criminales” me parece entrar en un terreno
que prefiero dejarle a Babelia.
No es lo mío la crítica literaria y me
parece que el papel timbrado aguanta mal las metáforas porque si
pretender la independencia es en sí buscar “un resultado criminal” y si
ahora el condicional “podrían proteger coactivamente” forma parte
sustancial de los hechos que deben conformar un tipo penal, pues para
qué vamos a meternos en disquisiciones que no llevan a parte alguna, que
diría el bueno de Rajoy.
No voy a entrar de nuevo a
ese trapo. Y miren que hay cosas jugosas como cuando dicen que Cuixart
“apeló a la determinación mostrada en la guerra civil, empleando la
expresión no pasarán”. Justifica así la violencia un guionista y le
hunden la serie.
Voy, sin embargo a intentar aclarar
las distintas posiciones procesales, qué aportan, a qué se deben, qué
intereses representan, qué consecuencias pueden tener y a qué elementos
externos se vinculan en muchos casos. Que la Fiscalía del Tribunal
Supremo iba a mantener la acusación por rebelión sí o sí, es algo que yo
ya les había vaticinado muchas veces. Desde El Supremo se hace bola
vengo relatándoles que hace tiempo que el Tribunal Supremo se ha
constituido en último baluarte de la unidad de España y que, haciéndose
fuertes en la razón de Estado, presentan un frente único e inamovible.
Esto incluye a todos los que han visto recursos del instructor, que no
han cedido ni un milímetro, y también a los cuatro fiscales de Sala que
hace tiempo le plantaron cara también a Sánchez-Melgar. ¿Recuerdan? Éste
quiso retirar la prisión sin fianza de Forn y permitirle salir y los
cuatro jinetes del Ministerio Fiscal lo hicieron manifestando en el
plenario que lo hacían únicamente por orden del FGE.
Lo mismo le dijeron a Segarra - La fiscal de Ikea-,
así que díganme qué capacidad de actuación tenía una fiscal general en
precario y qué consecuencias políticas hubiera tenido para el Gobierno,
si lo hubiera deseado, el presionar para cambiar una calificación que
técnicamente es perfectamente alterable. La Fiscalía no iba a moverse ni
un milímetro antes del juicio, aunque no desestimen que esperen al
trámite de conclusiones de la vista oral para bajarse ellos también del
burro a la petición de sedición. El tiempo dirá.
Lo
más novedoso del día es, sin duda, la postura de la Abogacía del Estado.
Una postura que pretende -más allá del gesto, que no sé si lo es mucho,
puesto que nunca iba a bastar a los independentistas- que una de las
partes del proceso que, normalmente, no tiene ninguna relevancia y en
los procesos penales es prácticamente ninguneada por las demás, ya que
entre otras cosas suele andar al mismo paso que la Fiscalía, ahora
obtenga una posición autónoma que, no lo duden, utilizarán en el juicio
para intervenir con una línea jurídica propia.
Me
consta que la posición ha incomodado en ambas orillas. En la de los
independentistas, porque pensaban que los movimientos podían ir
dirigidos a una retirada de la acusación de malversación, o bien ahora o
bien en el juicio, que dejara caer con ella todas las demás.
En el
frente patriótico, porque consideran que es un claro beneficio para los
acusados una vez el recurso llegue a Estrasburgo, si hay condena, dado
que se verá palmariamente que no es unívoca la pretensión de que ha
habido una rebelión y que la representación del gobierno ni siquiera
mantuvo esa tesis en juicio. Eso es una baza para los recurrentes,
dicen.
Tampoco podía el Gobierno alterar o anular la postura de la
Abogacía de forma absoluta, con las elecciones andaluzas a la vuelta y
una oposición dispuesta a utilizar ese asunto como Maza, con motivo o
sin él. Y con un partido y un Gobierno que tampoco es uniforme en esta
cuestión.
Lo único cierto es que, llegados a este
punto, la vuelta a la razón precisa de movimientos lentos y precisos.
Igual que cuando se somete a un músculo a estiramiento no es bueno
hacerlo volver de golpe a su posición original.
Así las cosas, el juicio
va a resultar muy aclaratorio y solamente en él, y bien jugadas las
bazas de las defensas ahora que además tienen a una parte que está
dispuesta a escucharlas, se producirán movimientos que cambiarán el
panorama. Al menos eso espera la razón. Todo se dirime ahora en un
escenario nuevo. Los egos y las ambiciones que también empedran las
salas de vistas estarán ya cumplidamente cubiertas por otros. Ya verán.
(*) Periodista
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