Toque de ruptura en el cuartel; de
rompan filas, que vienen los nuestros. Comienza la izquierda muy y mucho
española rompiendo con la catalana a cuenta de los PGE y, por supuesto, de la continuidad de su gobierno. Ahí la tienen ustedes llamando a aquella a capítulo por no priorizar la cuestión social frente a la nacional
que, con una falta de sensibilidad apabullante, personifican en los
"presos del 'procés'".
Se valen para ello del rompedor Iglesias y su
supuesta mejor sintonía con los indepes de ERC. El mismo que finge
ignorar que sus equivalentes catalanes, la CUP, anteponen lo nacional a
lo social. Y si, encima, se personifica en presos/as, exiliadas/os,
embargados/as, perseguidas/perseguidos, ya ni te cuento.
Menos mal que
existe tuiter con su fabulosa capacidad para sintetizar cuestiones
enredadas y revueltas con la belleza de la ironía poética. Disculpad
@PSOE @ahorapodemos q nuestra protesta paralice vuestros presupuestos,
pero vuestra justicia carcelera paraliza nuestro parlament, dice el tuitero #Revoluc1-O "4K. Innecesario añadir nada, salvo que, una vez más se comprueba que Catalunya ha destruido la izquierda española.
¿Y
qué decir de la ruptura dentro del independentismo? Ahí tienen ustedes a
Junqueras y Puigdemont que llevan un año sin hablarse, así como los
otros dirigentes indepes encarcelados o en el exilio que tampoco están
en lo que los ingleses llaman speaking terms y hasta se miran por el rabillo del ojo, de todo lo cual deduce El Confidencial que las cosas están que arden en el interior del independentismo.
Una
conclusión normalita que se confunde con un deseo: el independentismo
se rompe. Ese es el sueño y la única posibilidad del unionismo. No
imponerse él, sino que el otro se rompa. Y eso es justamente lo único
que el independentismo no va a hacer. Porque no puede. Los tres
sectores, el burgués, el izquierdista y el "antisistema" (para
entendernos) están condenados a entenderse, so pena de la desaparición
por aniquilación del conjunto del movimiento.
La
ruptura del independentismo es una quimera. Su realización, una
entelequia en el sentido filosófico del término. Pero, para alcanzar esa
perfección del ser, la independencia necesita otra ruptura. La ruptura
de la República catalana con el Estado. Esta tercera ruptura, que todos
tratan de postergar, excepto el sector más faccioso de la derecha en
torno a Vox y C's, es el punto crucial de toda la historia.
La
ANC lleva un mes planteando la necesidad de esta ruptura mediante
decisiones y declaraciones que den cuerpo a la República catalana en la
táctica de la dualidad de poderes de hecho en España. Por eso reclama
que la Generalitat publique la Declaración de Independencia aprobada el 27 de octubre en el DOGC y en el BOPC.
La Assemblea tiene formulado asimismo un plan estratégico que concluye en que la única vía realista a la independencia es la unilateral. Pero,
al mismo tiempo, considera que la estrategia de ruptura debe ser
unánime de instituciones, partidos, asociaciones civiles, organizaciones
populares, asociaciones sprofesionales.
Sin duda una propuesta que
coincide con el espíritu unitario suscitado con las peticiones fiscales y
una que, una vez aplicada, provocará consecuencias imprevisibles.
También son imprevisibles las consecuencias de no ir a la ruptura. El mantenimiento del statu quo es
también una ruptura de consecuencias imprevisibles. Ni esas personas
deben estar en la cárcel o el exilio ni se puede seguir negando a los
catalanes el derecho de autodeterminación.
La ruptura puede llamarse, si se quiere, "fracaso del sistema."
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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