Ayer, mientras se daba una impresionante manifestación en Barcelona,
estaba en Reus, en un acto para conmemorar el 1-0. La coincidencia fue
un fastidio. Me consta que se consideró la posibilidad de aplazar, pero
había tanta gente ya comprometida desde mucho antes que se vio no era
posible. Concurrió más de una docena de participantes en aquel
referéndum: funcionarios, bomberos, abogados, abuelos, etc y también un
excelente grupo musical (Estrela Roja), de Valencia. Hubiera sido mucho
trastorno.
De no haber sido por esta circunstancia, nos habríamos desplazado a
Barcelona, a la impresionante concentración. "Decenas de miles" dice El País. Cien
mil, según la Guardia Urbana. Doscientos mil, según los organizadores.
En todo caso, una marea humana para reclamar la libertad de los presos
políticos y el retorno de las exiliadas.
Por descontado, la concentración de Reus también fue un éxito. Acudió
mucha gente y los relatos de los protagonistas del 1-O tuvieron enorme
interés. Se celebraba además que el parque en el que tenía lugar el acto
se llamaría parque del 1-O. La actuación de los musicantes de Valencia
fue magnífica. Nos hicimos unas fotos juntos y, en cuanto las consiga,
pues se las quedaron ellos, subiré alguna.
La manifa de Barcelona es el sello con que se cierra esta semana tan
importante. Ayer mismo, por cierto, también salieron cientos de
personas, como todas las semanas, en Pamplona en demanda de la libertad de los muchachos de Altsasu,
otros presos políticos. Con Pablo Hasel y Valtonyc, España ha vuelto a
convertirse en un país con presos y exiliados políticos, como en los
tiempos del genocida Franco.
Sostengo que es justamente este hecho, así como la existencia de presas y
exiliados políticos, el incremento de la represión indiscriminada del
Estado, etc, los que, aunque parezca mentira, muestran la debilidad de
aquel y anuncian su pronta caída.
El director del grupo musical valenciano proclamó que es necesaria la
disolución de España. Confieso que nunca lo había oído en público tan
claramente. Y me fascinó porque coincide con lo que vengo sosteniendo
hace algún tiempo: que el Estado español es irreformable. Pero la lógica
consecuencia de esto la ha formulado el músico valenciano. Me adhiero.
Y, mientras llega esa disolución -inevitable, según Deulofeu y en mi
modesta opinión- quizá podríamos ir alejándonos de la dependencia
mediática de España. Costará a causa de la tradición y la costumbre,
pero hemos de ir acostumbránonos que los asuntos españoles no son más
"nuestros" que los franceses o los alemanes. Costará, pero es así.
Los jueces alemanes ya han demostrado que los españoles no pasan de ser
correveidiles de los gobernantes de turno. En otro país, esto hubiera
provocado una crisis en la judicatura y en el gobierno. Pero no España,
porque ambas instancias saben de sobra que el poder judicial español es
una farsa al servicio del poder. España es irreformable y un Estado
fallido, como se muestra por el hecho de que 40 años después de la
muerte del dictador genocida, el país siga en manos de franquistas, de
obediencia estricta, como los ladrones del PP o de obediencia laxa, como
los del PSOE.
Por tanto, poco puede preocuparnos ya de los sucesos de España, salvo,
claro está los que puedan servir para arremeter contra Catalunya.
Bastante tenemos con nuestro Estado, con la República Catalana en los
próximos tiempos. Después de que el lunes Sánchez diera el consabido
portazo castellano a las pretensiones catalanas formuladas por Torra y
que el miércoles los alemanes dejaran en ridículo a Llarena, se abría un
tiempo nuevo que la manifa de ayer ha venido a poner en marcha.
Con Puigdemont en libertad, se ofrece ahora un amplio terreno en el que
articular las políticas propias de la República Catalana, destinada a
consolidarse ignorando la manifiesta inoperancia del Estado español. En
este periodo es lógico que las distintas fuerzas políticas del
movimiento indepe tengan divergencias tácticas con vistas al objetivo
estratégico común, la independencia en forma de República. Los medios
españolistas -prácticamente todos- tratan, como siempre, de encizañar el
campo indepe y de colocar sus mentiras sobre la fractura de la unidad.
Puras falsedades.
Desde ahora hasta la sentencia del Supremo alemán si hay recurso de
Puigdemont, se da un tiempo para que el independentismo actúe al margen
del surgimiento del nacionalismo español. El debate es complicado y
hemos de llevarlo con mucho cuidado y mucha atención. Porque, aunque
moribundo tras el inútil relevo de Rajoy por Padro Sánchez, el Estado
sigue teniendo muchos recursos y el firme ánimo de hacer naufragar el
proceso independentista, aunque sea al precio de hundir (más) España. Como señala El Confidencial, Elsa Artadi defiende una postura y Puigdemont, otra; como también Torra. Y de todo ello quiere el diario sacar en conclusión que el independentismo ha fracasado.
Pero eso es rotundamente falso. Los independentistas no hemos fracasado.
Al contrario, cada vez estamos más cerca de nuestro objetivo, mientras
conservemos la unidad y también seremos más fuertes y la independencia
estará más cerca. El debate, en el que los antiindependentistas quieren
ver discusiones y fracturas, versará sobre el momento más adecuado para
convocar elecciones en Cataluña, si antes o después de las municipales,
con qué candidaturas, cómo, etc.
Y saldrá una propuesta. Lo único que
necesitamos es que esa propuesta sea aceptada por todo el bloque al
unísono y asumida y apoyada por el verdadero motor del independentismo
catalán: la gente.
Y la gente tiene dos criterios de medida que forman el pacto de hierro
entre ella y la dirigencia del tipo que sean: la liberación de los
presos y el retorno de las exiliadas políticas y la realización de un
referéndum de autodeterminación. Con esta unidad de acción garantizada a
través de la unidad independentista, la República y la independencia
estarán muy cerca.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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