El conflicto
de la inmigración está fortaleciendo los sentimientos
nacionalistas y de identidad nacionales en detrimento del
proceso de consolidación europea: escasos logros en la
reciente cumbre de jefes de Estado de la UE y marejada
conservadora en Alemania con armisticio final desfavorable para
los inmigrantes. Sin embargo, las instituciones europeas
siguen en pie, especialmente el Banco Central Europeo (BCE).
El
BCE mantiene, por un lado, la estabilidad financiera de la zona Euro
alejando la especulación de aquellas economías, española o italiana, con
agudos problemas de endeudamiento: déficit presupuestarios continuados o
elevadísima deuda pública. Por otro lado, el crecimiento económico está
de vuelta y con él avanza el empleo y se reduce el paro.
Eurófobos italianos e independentistas catalanes no se sacuden el
miedo de que el euro les abandone. ¿En qué moneda contabilizarían sus
patrimonios y cuál sería su valor?.
La unidad europea, ya lo dijeron los padres fundadores, se hará por
la moneda. Mario Draghi lo ha entendido perfectamente. Desde la
institución que preside y en medio de las turbulencias de la crisis,
afirmaría: “En los términos de nuestro mandato, el BCE está en
disposición de hacer lo necesario para mantener el euro”.
El principal objetivo del BCE, “mantener la estabilidad de los precios”,
ha sido velada pero eficazmente ampliado.
El programa de Intervención Monetaria Cuantitativa, pese a la
resistencia de los puristas, con sus compras masivas de deuda pública ha
conseguido detener la especulación contra los países financieramente
más débiles de la zona euro, hasta el punto que los intereses que pagan
por la colocación de esos títulos es inferior al que paga EEUU.
El mandato de Draghi se acerca a su fin y de ahí la urgente necesidad
de revisar los objetivos del BCE, que continúa siendo, como dice Reza
Moghadam (Vicepresidente de Morgan Stanley): “El mejor activo de la
ciudad europea que institucionalmente dispone de aquellas competencias
necesarias para preservar el valor del euro, incluso cuando la inflación
supere el límite del 2%”.
El mensaje macroeconómico de las curvas de Phillips- el tira y afloja
entre inflación y desempleo- no es empíricamente contrastable. En
efecto, ha sido necesario el incremento dramático del paro para corregir
la inflación sin poder evitar la caída en la deflación y el
estancamiento.
El BCE dispone de una gran autonomía que le preserva de los vaivenes
de la política, pero quizá – o sin quizá- el mejor modo de preservar es
independencia pase por ampliar los términos del mandato: estabilidad de
precios, crecimiento y también estabilidad financiera.
Un área monetaria como la eurozona es una compleja organización a la
vez que un factor de cohesión entre sus socios.
Ni italianos ni
catalanes ni tampoco griegos quieren verse desposeídos de ese
instrumento de cambio y depósito de valor que es el euro. La
contrapartida es que los socios mantengan sus compromisos de estabilidad
financiera y presupuestaria.
No es hora de seguir subscribiendo y perpetuando cheques en blanco
para afrontar las deudas lo que hace más difícil la tarea del BCE y
provoca la ira de aquellos otros Estados miembros que cumplen con los
objetivos del Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Hasta Tsipras lo ha
entendido y lo defiende.
Bravo por el gesto compasivo del gobierno de Pedro Sánchez con los
náufragos y su disposición para contribuir a la organización de un
sistema europeo de acogida. Bravo también por los nombramientos de las
ministras Calvillo y Montero, incluida la Presidencia de la Comisión
Delegada, indicios de que el gobierno de Sánchez apuesta por mantenerse
dentro del Pacto de estabilidad y defender, aunque sea implícita y
veladamente, la ampliación de los objetivos del BCE. Cosas que importan
además del traslado de los presos y del nombramiento de los consejeros
de TVE.
(*) Economista del Estado
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