Empiezan a hacerse frecuentes las quejas
de nuestros agricultores más conflictivos sobre lo mal que son tratados
y lo poco que lo merecen, y esto es un indicio de que, por fin, han
empezado a inquietarse.
Si los que configuran el poder agrario en la
región, usufructuarios desmedidos de bulas y privilegios que repercuten
en daños a la colectividad, tratan de disimular su consolidado estatus
de acosadores (como aguerridos intimidadores hacia el poder político,
vociferantes periódicos en demanda de derechos con caducidad,
manipuladores de la realidad agro-económica y contaminadores por tierra
mar y aire) atribuyéndose el de acosados e incomprendidos la cosa
empieza a ponerse interesante.
Se
trata de quejas amargas, que aluden a maltrato, incomprensión,
criminalización? pero que excluyen, radicalmente, un mínimo de
autocrítica: como hacia su actitud ferozmente antiecológica, el rechazo a
reconocer que llevan años pasados de la raya (roja) debido a una
codicia que se expresa sin límite, la exhibición sistemática de fuerza
ante un poder político pasmado y sometido, etcétera.
Quejas
de este tipo han salido recientemente de una reunión de la asociación
de exportadores agrícolas, Proexport, y concretamente de su nuevo
presidente, Juan Marín, que se ha expresado con
profundo dolor de su corazón por tanta incomprensión, hilando con
técnica manida un pliego de cargos hacia «esos paisanos nuestros» que,
«envueltos en la bandera medioambiental y conservacionista, transitan
velozmente hacia la agitación social y no sabemos con qué intereses».
Porque es verdad que «nunca antes el sector agrario de nuestra región
había vivido una situación similar», como también lo es que estamos ante
«una locura que viven desde mayo de 2016» (que debe ser la del
descubrimiento de la 'sopa del Mar Menor').
Cualquier
construcción acusadora vale, aun del corte más tradicional, con tal de
eludir la autocrítica: cualquier invectiva contra el mensajero sirve
para jalearse a sí mismos, antes que reconocerse en falta flagrante.
Contra
el cierre de perspectivas agroalimentarias con que nos obsequian estas
organizaciones (que al mismo tiempo saben perfectamente que el futuro a
medio plazo no les será favorable y por ello aprietan el acelerador allá
donde pueden) surgen y resurgen murcianos que se indignan, se alzan y
dicen 'hasta aquí hemos llegado', buscando la coalición de fuerzas que,
sobre todo organizadas desde la periferia de una región cuya costa sufre
devastación, se oponen a que este modelo de minuciosa destrucción de la
naturaleza amplíe su acción perversa.
Esta
agricultura y estos agricultores están cada día más próximos a
enfrentarse a todas las comarcas de la región. Y así, las prácticas
descaradas de la roturación ilegal, pero diaria, del secano en regadío,
el atentado de los pozos pirata a las fuentes tradicionales y la
destrucción implacable de la cultura agraria tradicional, se han
constituido en materia y objeto de trabajo por parte del Consejo de
Defensa del Noroeste, creado recientemente en Caravaca; y lo mejor es
que en el acto de creación de este Consejo comarcal han figurado líderes
de otras comarcas que sufren de la misma plaga, como el Altiplano y el
Río Mula (más la Vega Baja, cuya saga de degradación hidrológica combina
las miserias históricas con las insidias recientes): la extensión de la
revuelta no habrá de parar, ya que las causas no dejan de ampliarse y
endurecerse.
Más que nunca,
nuestro país se ha convertido en una constelación de plataformas,
frentes y asociaciones reivindicativas que vienen a sustituir la
ineptitud y el desinterés del poder político, en ejercicio y en la
oposición, por muchos y muy serios problemas de alcance y trascendencia,
singularmente los relacionados con el medio ambiente en su globalidad. Y
en este contexto de indignación y hartazgo nuestra región posee
experiencia y ha de explotarla.
Este Consejo pretende, sencillamente,
impedir que los crímenes y barbaridades que se cometen en la costa por
obra y gracia de la 'agricultura mediterránea' no se extiendan hacia el
interior, donde ya han puesto el pie con el peor estilo y los más
insufribles augurios.
Al
margen de la sesión fundacional de esta nueva plataforma, pero como
asuntos a asumir más pronto que tarde, se trató de la conspiración de
silencio que existe entre todos los sectores de la Administración
relacionados (media docena) para consentir las intervenciones ilegales e
ilegitimas contra la lluvia (cohetes antigranizo, cañones de
ultrasonidos y avionetas difusora de aerosoles) tan legendarias y
truculentas como visibles y funcionales.
En la necesaria y urgente
reivindicación del secano se inscribe la más dura de las acusaciones que
se puede formular contra la agricultura intensiva, química y de mayor
valor económico: la de obstaculizar la lluvia por considerarla
¡perjudicial! Todo un affaire, elemento clave de la causa general del
agua en la región, con su cosa de misterio, de indecencia y hasta de
culebrón, que se tendrá que aclarar alguna vez, y al que quizás le ha
llegado la hora.
Aun sin
conocer el nombre del nuevo presidente de la Confederación Hidrográfica
del Segura, que la alternancia habrá de inscribir en la lista de los
ingenieros de Caminos de matiz socialista (y que puede no venir limpio
del todo de la penosa historia de esta institución), se aludió a la
escasa confianza que el futuro nombramiento ha de suscitar (ya que no
caben ingenuidades) y a la conveniencia de advertir, aun desde antes de
conocer de quien se trata en concreto, que los tiempos marcan la pauta
esencial de su ejercicio, que es acabar con un comportamiento
incalificable de decenios; y que o se desmarca nítida y activamente de
la línea de ilegalidades y prevaricaciones que la mayoría de sus últimos
antecesores han seguido o acabará ante los tribunales en tiempo récord.
(*) Ingeniero, profesor y activista
https://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2018/07/04/acosados-agricultores-acosadores/935566.html
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