Pues sí, la propuesta de primarias republicanas de la ANC "trastornan el independentismo".
Normal. En todos los movimientos políticos democráticos, especialmente
de esta envergadura, hay opiniones, criterios divergentes. Y es bueno
que se debatan en público cuanto más mejor antes de tomar alguna
decisión colectiva.
La propuesta de la ANC apunta a campo de prueba de lista única para las municipales. Que sea a título defensivo
o por afán de avanzar en la implementación de la República Catalana no
es ahora decisivo. Ciertamente, se trata de hacer campaña republicana,
de materializar el espíritu republicano. Eso casi va de suyo en
Catalunya con mayoría republicana. Lo interesante y que mueve a polémica
es la insistencia en la lista única, especie de prolegómeno de la lista
de país.
Es asunto serio, que merece consideración. Para ello, lo
primero es dejar sentado que hay un país al que se puede representar con
una lista única.
Sin duda. La ANC y Ómnium ya tienen los dos millones y pico de fianza impuestos
por el juez con amenaza de embargo en caso de impago y con verdadera
saña. Una prueba tangible, contante y sonante del compromiso del pueblo
con sus dirigentes. No todo el mundo reúne entre 700.000 y 800.000 euros
que, junto a lo recaudado antes, proveerán al rescate de los
encarcelados y exiliadas y lo hace en menos de cuarenta y ocho horas.
Claro que se trata de un país. Porque esas cantidades se alcanzan
mediante decenas de miles de pequeñas aportaciones. Un solo pueblo
defendiendo a sus dirigentes democráticamente elegidos e injustamente
encarcelados y exiliados y sin hacer distingos de si son de un partido u
otro.
Además,
ha comenzado el acercamiento de los presos políticos. Es insuficiente,
pues lo justo sería liberarlos/las por entero, reconociendo su
inocencia; pero es algo. Pues ni eso quería el bloque del 155 admitir, a
pesar de que estaba obligado a hacerlo legalmente y no era un acto
graciable. Y no ha sido una concesión sino el cumplimiento de una norma
exigido por la República Catalana.
Hay,
pues, país y cabe representarlo mediante lista única o lista de país. Y
no solo en las elecciones municipales sino también en las nacionales.
Pero la propuesta no cuenta con universal aceptación. Y es lógico. Como
también lo es que los partidarios de una u otra fórmula expongan y
contrasten sus argumentos.
Del lado de ERC se pretende conservar la
identidad y una visión propia del procés y de su función en él. La CUP
razona más o menos parecidamente, si bien lo deduzco pues no tengo
constancia explícita.
Sin
duda, la parte "fea" de una lista única es la de que se trate de una
amalgama, una fusión que tendrá un mando único y absorberá los matices
de las distintas posiciones. Desde luego, la perspectiva de una lista
única como puerta de entrada a un "partido único" es siniestra.
No es de
extrañar que sea El Español el que agite este espantajo del que podría llamarse PUI o Partido Único Independentista. Eso, en Catalunya, no lo quiere nadie; ni siquiera Puigdemont, a quien el citado periódico atribuye una pulsión bonapartista.
Entre
otras cosas porque no solo hay una forma de lista de país. También hay
otra que capitaliza la unidad y evita la fusión: una alianza electoral
de partidos que se presentan por separado pero con un programa común. En
definitiva, una repetición de las elecciones de 21 de diciembre pero
con un compromiso programático explícito.
Hay por tanto unidad de acción
pero diferenciación en los resultados y también, como es natural, en
las propuestas. A veces, las más enfadosas discusiones no pasan de ser
cuestiones de nombres.
La
fórmula de la alianza electoral con compromiso (no una coalición
electoral) presenta siempre el riesgo de que una de las listas,
identificada con el presidente legítimo, acabe funcionando como lista de
país y actuando como un sifón sobre las otras.
Eso es inevitable en un
proceso electoral en el que una de las partes simboliza valores
suprapartidistas, de país, como ha acabado siendo el caso con
Puigdemont. Si el exceso de liderazgo es un peligro en las alianzas
electorales, en los partidos únicos es una realidad mortal.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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