Unos autodenominados GDR (Grups de Defensa i Resistència) han convocado en las últimas horas diferentes concentraciones, muchas de ellas nocturnas, con el objetivo de retirar lazos amarillos en varias
zonas de Barcelona y también en otras poblaciones en una serie de actos
que han explicado los organizadores como de "limpieza" de las
respectivas ciudades.
Hasta la fecha, no se han producido incidentes
remarcables y tan solo algunos momentos de tensión, lo cual no
resta importancia a una acción que busca directamente la confrontación
con los que legítimamente llevan un lazo amarillo o lo cuelgan en el
espacio público. Se ha publicado incluso en un diario de Madrid que se
iban a desplazar partidarios de esta acción desde la capital y desde
Valencia.
El lazo amarillo se ha convertido en un símbolo contra la represión
policial del independentismo y de denuncia permanente de que hay nueve
presos políticos en las cárceles de Estremera, Soto del Real y Alcalá Meco.
También de que hay en Alemania, Bélgica, Escocia y Suiza miembros del
Govern destituido o dirigentes políticos en un exilio forzado. El lazo
amarillo es símbolo de libertad, no ofende a nadie y más de dos millones
de catalanes se identifican con él.
Es por tanto tan respetable la
acción de los que lo llevan como un símbolo identificativo como la de
aquellos que no lo llevan. Defendemos desde aquí que se pueda colgar en
el espacio público de ciudades y pueblos de Catalunya y denunciamos a
los que quieren reprimir mediante la coacción su presencia.
La libertad de expresión consiste en última
instancia en que unos y otros se manifiesten con sus propias ideas y
defendiendo sus propios símbolos. Pero no es el caso que nos ocupa. Lo
sería, por ejemplo, si los que están en contra del lazo amarillo
decidieran colgar uno de otro color. Lo que está sucediendo es que se
están retirando los símbolos de una de las partes de la sociedad,
cosa que se realiza con una cierta impunidad, cosa que, por otro lado,
empieza a ser habitual en la Catalunya del 155.
La
mejor respuesta, sin embargo, solo es una: volverse a concentrar y
reponerlos tantas veces como haga falta. Con la seguridad de que la
libertad de los presos políticos y el retorno de los exiliados es una
causa lo suficientemente fuerte y compartida para no desanimarse frente a
los que quieren hacer a partir del silencio, la represión y el
autoritarismo una nueva Catalunya.
Aquella que explica sin sonrojarse que el 155 ha sido un retorno a la
normalización de Catalunya en vez de un secuestro de la autonomía
catalana y una regresión sin parangón de los valores democráticos de una
sociedad occidental. Por eso la justicia española está seriamente
cuestionada en diferentes países europeos. Y por eso España es hoy
mirada con lupa entre sus socios europeos y por la opinión pública
internacional.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia
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